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Atril ciudadano

“Renunciar al centro”

Perder el equilibrio, tropezarse e incluso caerse, alejarse de la centralidad. Como lo es no tener voluntad de mejorar la situación de la Justicia en España. Tal como vienen reclamando todas las asociaciones de jueces y fiscales desde hace años y que ahora les hace retomar las medidas de presión y volver a reivindicar atención para encontrar el equilibrio en un servicio público indispensable en una sociedad que se rige por derechos y deberes.
Si acaso algo hemos avanzado en Justicia. Siempre se supo, como se sabe, el ansia por controlar desde el ámbito político, aunque no sólo por él, el discurrir de las decisiones judiciales buscando lo favorable o desfavorable, según se trate de propios o impropios. Algo hemos avanzado, hace poco se puso “negro sobre blanco”, el aún portavoz de la formación mayoritaria conservadora del Senado, difundía las intenciones y posibilidades partidarias de “control” a la judicatura por escrito, vía la modernidad del whatsapp. Allí sigue, en su puesto, sin pudor alguno, ufano, proclamando las virtudes de los suyos y los defectos de los contrarios.

Renunciar al equilibrio. Quien decía ocupar la centralidad política, la siempre derecha popular un día receptora de votantes de un lado u otro, amaga con su fuga hipotecando el lenguaje y no se sabe que más. Y así, atenazado y preocupado por la competencia en su espacio, con el riesgo de la pérdida de voto y acechado por el discurso reaccionario galopante sobre la promesa de soluciones sencillas a problemas complejos y también el sustrato que aporta la lógica indignación ante la cansina corrupción y soberbia, hay extenuación por la proclamación de los exponentes patrios, el territorio y la identidad conforme a sus “amenazas” de fuera y dentro y por etiquetar de, cuanto menos, sospechoso, si no criminalizar, a todo quien no pronuncie en voz alta el nombre de España.

El futuro puede estar en la renuncia de lo absoluto. En no hacer excesiva la reafirmación, con arrogancia, del carácter nacional y que tantas veces erradica aquello que las personas comparten a nivel profundo; de no ahondar en una historia sin matices y simple, llena de mitos y leyendas para recordar un pasado heroico que tan bien se acompasa de tambores y trompetas en detrimento de la solidaridad con quien mas sufre, en la igualdad de oportunidades, en prodigar el espacio común con la opinión diferente ante los desafíos del presente y sobre todo del futuro, por más que esa renuncia al centro pueda ser motivo de mantener, o perder lo menos posible de la cota de poder.

La política la hacen las y para las personas, no para los símbolos. Símbolos que aunque deben ser motivo de respeto y protección, nunca de prioridad ni motivo de negación del adversario. Esta última Epifanía, tras el paso de Los Reyes Magos, poco carbón se vio, puede que algunos lo evitaran al considerarlo de “mal agüero” por lo que estar por venir. Es solo una opinión.

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