En estas últimas fechas hemos visto como se han producido cambios en los proyectos de las calles la Legión y Carlos Ramírez de Arellano. Era evidente y palpable como un gran número de comerciantes y empresarios, así como de vecinos y ciudadanos en general, habían mostrado su desacuerdo con la forma con la que se habían gestionado estas dos vías En estas últimas fechas hemos visto como se han producido cambios en los proyectos de las calles la Legión, en el barrio del Real y Carlos Ramírez de Arellano, en la zona centro. Era evidente y palpable como un gran número de comerciantes y empresarios, así como de vecinos y ciudadanos en general habían mostrado su desacuerdo con la forma con la que se habían gestionado estas dos vías, tanto en la calidad de la obra en el caso de la Legión como en la decisión de prohibir el paso de automóviles en lo que se refiera a Carlos Ramírez de Arellano.
Una oposición que llegaba sobre todo derivado por los perjuicios económicos que estaban sufriendo los establecimientos y comercios que hay en esas vías y que tanto durante las obras como tras ellas habían visto como sus ventas se habían reducido considerablemente.
Así en el caso de la calle Legión hemos visto como la Ciudad Autónoma ha pasado de suprimir las terrazas en la parte central de esta vía a permitir a partir de la próxima semana que se puedan instalar esas terrazas en el bulevar central, siempre y cuando cumplan con un reglamento que dio conocer este pasado jueves el consejero de Medio Ambiente, Manuel Ángel Quevedo.
En el caso de la calle Ramírez de Arellano, ha pasado de ser una calle totalmente peatonal a permitirse el paso de vehículos en una parte de la misma y el estacionamiento. Todo después de que los comerciantes denunciaran públicamente que esas obras y esa peatonalización les estaba llevando a la "muerte" (económica se entiende) debido al gran perjuicio monetario que les producía esa prohibición de vehículos.
Estos cambios no han gustado a todos, como es el caso de los ecologistas de Guelaya, pero es evidente que los más afectados por los perjuicios económicos que suponían estas novedades, sí que están contentos.
Somos conscientes que el ideal es usar cada vez menos el coche, pero esta idea no se puede imponer de golpe y porrazo a una ciudadanía que está acostumbrada a ir en automóvil hasta la misma puerta de la tienda. Porque éstos continuarán actuando así mientras los establecimientos se verían sin clientes.
Pero esto se ha remediado y parece que los comerciantes ya respiran tras pasar unos duros meses en los que su clientela se redujo de manera drástica, unos por no tener terrazas y otros por no poder circular los vehículos.