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Recordando los Regulares de González-Tablas VI

… A las once de la mañana, el coronel Rodríguez del Barrio envía desde Zina Norte a González-Tablas unos refuerzos:
-Mi comandante- dice el ayudante del Tabor a González-Tablas, ha llegado una batería de montaña, una compañía de Ingenieros, la sección de explosión de Ceuta y un escuadrón de Regulares que envía el coronel Rodríguez del Barrio


El comandante González-Tablas, que no cesa un instante de prestar atención a las incidencias del fuerte tiroteo que sostienen sus tropas, dispone: -Que se sitúen a cubierto donde está el tren regimental y que esperen. -¡A sus órdenes; mi comandante…! El combate, tenazmente sostenido, permanece estacionario hasta la una, aproximadamente.
Entonces el enemigo de la loma recibe el refuerzo de algunos contingentes que lograron cruzar el río Jemís y su fuego adquiere una violencia y eficacia inusitadas, sobre todo desde un lugar atrincherado que luego se llamó la “La Avanzadilla”


Para salvar esta crisis y completar la misión que se le ha encomendado, decide el comandante González-Tablas apoderarse de la trinchera de un solo salto. Y ordena:
-¡Que avance una sección de ametralladoras hasta la línea de guerrillas para que proteja con su fuego el avance…!
Pero es tan intenso el del enemigo y resulta tan eficaz, que con gran dificultad llegan las ametralladoras a la posición que se les designó, arrastrándose los sirvientes. Sólo una de las dos máquinas puede ser montada y romper el fuego.


-¡Que avance la 3ª compañia…! Las restantes que la apoyen con sus fuegos y sigan su avance a compás de ella… -ordena González-Tablas.
Pero apenas llegó a iniciarlo una sección de la 3ªcompañia del tabor, retrocedió presa de pánico. Cundió éste hasta las fuerzas que con el tren regimental se hallaban a cubierto. Se oye gritar: “¡Que vienen los moros!, y llegaron corriendo algunos acemileros y ordenanzas de caballos, que siembran el desorden y la confusión entre los conductores de la batería, en el ganado de ésta y el del escuadrón de Regulares, que está pie a tierra.
“La situación era angustiosa” – es frase gráfica del coronel Rodríguez del Barrio, en el informe marginal de la instancia que encabeza el expediente de Laureada y en ella se “ventilaba la suerte de la columna y el honor de las Armas”, porque abandonado aquel frente por los que huían, quedaban descubiertos y en eminente peligro los flancos y retaguardia del resto de la línea de combate.


Gritan los que retroceden alocadamente, presos de pánico…
La pérdida momentánea de moral, que factores imponderables producían sobre los áscaris, es en el argot militar el clásico “Chaqueteo”, tan peligroso cuyas consecuencias son tan incalculables como imprevisibles.
Lo ve con claridad el comandante González Tablas y se lanza pistola en mano hacia los que retroceden conteniéndoles, alentándoles con su palabra y haciendo gala del gran ascendiente que tiene sobre sus tropas Su actitud valerosa y resuelta y ese ascendiente sobre su tropa, con inminente riesgo de su vida, hace que los que huían a la desbandada vuelvan a la línea de fuego. El pánico se cambia en entusiasmo y toda la tropa se lanza al ataque con tal ímpetu y decisión, que los rebeldes se ven obligados a abandonar sus posiciones.


La escena es imposible de reflejar. Sobre el fondo del intenso tiroteo, del tableteo de ametralladora, se levantan los más bravos, que, soltándose sus rizos y transfigurándose, se lanzan decididamente al ataque, arrastrando con su ejemplo a los demás. Los gritos de entusiasmo y de confianza se multiplican y los rebeldes, en su huida han dejado sobre el campo nueve muertos, armas y municiones. El coronel Rodríguez del Barrio, al observar lo que ocurría, transmite órdenes a la columna de la izquierda para que acuda en auxilio de la del centro. Se logra hacia las tres de la tarde, cuando ya la situación crítica, que duró contados minutos, se había resuelto con pleno éxito. De la reacción operada en las fuerzas de la columna del centro resulta que en su avance rebasan el lugar señalado para la posición y antes de llegar a unirse ambas columnas, ya habían empezado los trabajos de fortificación, que continuaron sin interrumpirse toda la noche y la mañana siguiente.


De las veintisiete bajas de las fuerzas que concurrieron a la operación, veintidós corresponden a la columna del centro; de ellas, doce muertos; y seis heridos son de la 3ªcompañía del 2º tabor, en la que se inició el pánico. Por esta acción se instruyó expediente al comandante González-Tablas por si se había hecho acreedor a la Cruz Laureada de San Fernando. Las declaraciones fueron tan favorables como unánimes, afirmando que el comandante González-Tablas, con su oportuna y enérgica actuación personal, contuvo el pánico que se inició en la línea de fuego y que haciendo reaccionar a la tropa la condujo al ataque y tomó la posición que se le había designado.


El Caíd de Anyera se expresa igualmente en términos claros v categóricos respecto a la naturaleza y pormenores del hecho, corroborando las más favorables declaraciones de los testigos antes citados. El hecho se definió como el fenómeno frecuentísimo en la guerra, de depresión moral de una tropa que se siente abrumada por los efectos del fuego enemigo. Es el momento clásico que definen todos los Reglamentos tácticos, del quebrantamiento por el fuego de uno de los bandos, seguido del ataque al arma blanca por el que consigue tales efectos, cuando se trata de tropas disciplinadas e instruidas y que en este caso no se produjo precisamente por faltarle esa condición al enemigo; esta circunstancia, aprovechada con rápido y certero golpe de vista por el comandante González-Tablas., le permitió restablecer el combate y terminarlo con brillantez, poniendo bravamente a contribución su vida y el prestigio que gozaba entre sus subordinados.


De las pruebas aportadas se deducen las siguientes conclusiones: 1ª Que a consecuencia del intenso fuego que sufría y de las bajas que tuvo la 3ª compañía del 2º tabor (ocho muertos y seis heridos), se produjo súbitamente, en una de sus secciones, no el desorden que indica el caso en cuestión, sino un franco movimiento de pánico que propagó hasta la retaguardia de la columna (estado de fuerzas).
2 Que el comandante González-Tablas con su actuación personal y con grave riesgo de su persona, logró cortarlo en el acto; que hizo reaccionar aquella tropa desmoralizada, y conduciéndola al ataque, así como el resto de las que se estaban batiendo, dispersó al enemigo, el cual, en su huída dejó sobre el campo nueve muertos, armas y municiones (parte de la acción).


3 Que en el movimiento de ataque rebasó la posición que se le había asignado como objetivo, ocupándola y procediendo a fortificarla acto seguido.
El total de fuerzas combatientes de la columna del centro, incluidas la compañía de fusiles y la de ametralladoras, no rebasó la cifra de cuatrocientos cincuenta. En el expediente se hacen consideraciones respecto al número de enemigos:


Está perfectamente justificado que los testigos no pueden precisar el número de enemigos, porque toda la característica del moderno avacío del campo de batalla impuesto por las condiciones balísticas del armamento moderno; el peculiar modo de combatir de los montañeses de la Zona de nuestro Protectorado, diseminados, sin constituir unidades orgánicas y cubiertos en la ocasión que nos ocupa por espesa vegetación, había de resultar imposible fijar un número, sin que esto quiera decir que no existen datos suficientes para poder establecer científicamente una relación de fuerzas. Esta base nos la proporciona el hecho comprobado de que una tropa de organización deficientísima, que desconoce el valor del fuego colectivo y con habitual penuria de municiones que de ordinario tiene que costearse cada combatiente, resulta en esta ocasión con dominio de fuegos sobre otra tropa bien instruida y mandada, abundantemente dotada de municiones y apoyada, cuando menos, por el fuego de una ametralladora.


Tal observación corrobora las manifestaciones que a este respecto hace el Caíd de Anyera, único testigo que, por disponer de medios de información propios y viables, está en condiciones de poder dar una cifra; y éste afirma que los enemigos que defendían la loma eran alrededor de quinientos.
Los Zapadores trabajaron, con su eficiencia y su heroísmo habitual, con la ayuda de las tropas, en la fortificación de Zina-Sur.
Todo es alegría, entusiasmo, y admiración por el hecho heroico del comandante González-Tablas. El presidente del Consejo de Ministros en 1922 -Sánchez Guerra- nos dejó una referencia directa de González-Tablas sobre su Laureada de Zina Sur.


“Con una gran sencillez, contó que las fuerzas indígenas que él mandaba retrocedieron ante un fuego intenso, diezmadas por las balas enemigas, y que él, cumpliendo su deber, tuvo la fortuna, amenazándoles y alentándoles de llevarlas de nuevo al fuego”.


Y añade: “Lo mismo que el pobre Silvestre procuró, yo lo logré. Dios me ayudó”. El Juez instructor del expediente de Laureada consideró al comandante González-Tablas incluido en el caso 6º del artículo 27 del Reglamento, que dice:


“Rehacer instantáneamente una tropa desordenada por las pérdidas sufridas das y dispersar con ellas al enemigo cuyas fuerzas no sean inferiores o tomar o recuperar en el acto una batería o posición”.
Y con los datos recogidos en el expediente llega a la conclusión de que el hecho realizado por el comandante González-Tablas cumple con exceso todas las condiciones que se exigen. El 30 de mayo de 1920, se imponía la Laureada a González-Tablas, al frente del Regimiento de Infantería de Córdoba número 10. Los jefes y oficiales de dicho Regimiento obsequiaron al héroe con un banquete en el hotel Washington (Granada) para conmemorar tan fausto día.

El final de la historia de González-Tablas
No habría de terminar el año 1919 sin que el comandante González-Tablas tuviera nueva ocasión de patentizar su valor. La poderosa influencia que ejercía sobre sus hombres y sus cualidades de táctico singular capaz de coordinar los movimientos de las unidades del grupo que ahora mandaba por ausencia de su teniente coronel. A los infatigables servicios de establecimiento de posiciones, protección de convoyes, seguridad de las tropas encargadas de levantar posiciones. Toda serie de marchas y contramarchas necesarias para la realización de las diversas misiones que encomendaron a su unidad, el 27 de septiembre, se le presentó la ocasión que deseaba.


Planeada la operación para ejecutarla en dos días, se había dispuesto que en el primero las fuerzas de Ceuta y Larache deberían ocupar las alturas de Bur-Kurdux y Cudia Dahari. Si el avance se presentaba ventajoso la columna de Larache intentaría acercarse lo más posible al Fondak ocupando posiciones en las estribaciones de Cudia Morabet, mientras que por la izquierda las fuerzas de Ceuta conquistarían otras delante de Ain Hamun.


En el segundo día todas las fuerzas avanzarían hasta las proximidades del Fondak y Yebel Heddía, avances que deberían ser previamente estudiados una vez alcanzados los objetivos que se señalaban para el primer día. La columna del coronel Ruiz Trillo, a la que pertenecía el grupo de Regulares de Ceuta, debía avanzar por la izquierda desde el campamento de Sel-la. La columna Ruiz Trillo estaba integrada, además de los dos tabores de Regulares de Ceuta, de un escuadrón del mismo grupo, dos batallones de Infantería, dos baterías de montaña, dos compañías de Ingenieros, una compañía de Intendencia y servicios. Sumaban, aproximadamente, unos dos mil trescientos hombres.


A las cinco y treinta de la mañana del día 27 inició el avance la columna hacia Bur-Kurdux. El adversario, parapetado en el Zemzem, hostilizó desde el comienzo el movimiento. La resistencia fue progresivamente aumentando. Oculto en espeso bosque y protegido tras unas trincheras de piedra, lograron en principio frenar a los Regulares, que marchaban formando la vanguardia. El avance hubo de ser protegido por el fuego de las baterías de montaña. La espesura del bosque impedía la perfecta localización del enemigo y la solidez de la fortificación tras la que se parapetaba restaba mucha de la eficacia del fuego artillero dirigido con exactitud, pero que se estrellaba contra las rocas de las que arrancaba ardientes esquirlas de piedra.


Los Regulares de González-Tablas tuvieron suficiente con aquel apoyo artillero, que si bien no castigaba directamente al enemigo, al menos conseguía inmovilizarlo, obligándole a protegerse. El valor de las unidades y el acertado fuego artillero resolvieron pronto la situación. La resistencia enemiga fue superada y Bur-Kurdux quedó ocupado a primeras horas de la mañana. En la posición se recogieron doce cadáveres y raciones de pan y carne fresca. La operación había sido dura, pero resuelta victoriosamente. A las cuatro de la tarde se inicia el repliegue y a las siete llegan a Sel-la los tabores que tan brillantemente habían combatido.

El héroe de Tazarut
“Hace diez meses que Santiago González-Tablas sostenía un diálogo con la Muerte. La Muerte, que selecciona sus presas, se había enamorado de ese mocetón, simpático, de ademanes tímidos y mirar sereno, que se plantaba ante ella como un espejo.
Se conocían de antiguo; pero en esta trágica jornada de la Reconquista habían intimado tanto, que vivíamos con el presentimiento de que nos lo iba a arrebatar.


Familiarizados con su nombre, que no faltaba nunca en el relato de los combates, el aura popular le había nimbado con su luz de gloria… ¿Porqué no lo ascienden?, se preguntaba la gente, sedienta de ver en la cúspide a los grandes ejemplares de la raza…

(Continuará)

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José Antonio Cano

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