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Recordando los Regulares de González-Tablas IV

… Un repliegue peligroso
El frente de combate era de unos dos mil metros, que desde luego resultaba excesivo para el número de fusiles de que disponía el tabor, por lo cual y dadas las distancias a que se encontraba la tercera compañía alejada del resto de la fuerza, se ordenó a la compañía del capitán Soto que entrase en seguida en fuego para proteger y apoyar el repliegue de la tercera del tercer tabor, cuya situación se hacía más comprometida por momentos; habían muerto su capitán, Cisneros, y el teniente Pérez Rodríguez; el otro teniente, Brondis, estaba herido y el suboficial Vázquez que mandaba la tercera sección, había sido muerto también. La tropa, al quedarse sin mandos, contaba ya con quince bajas.


La situación de esta compañía era insostenible y se le ordenó el repliegue.
El capitán Soto debe marchar hacia el sur para entrar en la línea de fuego, protegiendo la retirada de la tercera compañía del tercer tabor. Distribuye Juan Soto sus fuerzas asignando sus fuerzas misiones a cada una de sus secciones. El teniente Estanislao de Cubas debe marchar a vanguardia para establecerse en posición y permitir el despliegue de la compañía que ocupará los emplazamientos que el capitán señala.


El sargento Zarraluqui Sáez debe ocupar una posición de fuego favorable para el movimiento del resto de la sección.
-Vaya con cuidado, Zarraluqui, creo que si puede llegar allí con su pelotón le habremos ganado la partida al enemigo. Es una altura que les domina por completo.
-Descuide, mi teniente, lo haremos.
Marcha el sargento Zarraluqui al frente de sus hombres. No se había equivocado el teniente Cubas, la posición es muy dominante y desde ella se puede hacer una protección eficacísima a la tercera del tercero. El repliegue era muy difícil y lo venían haciendo por terreno batido y en condiciones de inferioridad con respecto al enemigo, muy próximo y superior en número. El sargento Zarraluqui se da perfecta cuenta de su misión y del peligro que ha de cumplir su misión de apoyo a quienes protegía, que se repliegan y les ayuda cubriéndoles con fuegos eficaces. No tarda el enemigo en darse cuenta de que un solo pelotón está a punto de hacerle fracasar y concentra sus fuegos en la posición que defiende Zarraluqui. Pero la intensidad de los disparos enemigos no es bastante paja frenar el ímpetu del sargento. Corre, animando a los suyos; se mueve de piedra en piedra para tener mejor campo de tiro, muestra a todos el arte de desplazarse por terreno acribillado de balas, protegiéndose en los accidentes del terreno aprovechándolos al máximo, no porque el instinto de conservación le lleve a protegerse, sino porque ha de cumplir su misión de apoyo a los que se repliegan y es preciso conservarse en acción cuanto sea posible.

Las heridas no importan
Los soldados de la tercera hacen gestos agradecidos al bravo pelotón que tan magníficamente les protege en la difícil retirada. El sargento Zarraluqui tiene ya varias bajas entre los suyos, pero el ánimo no decae, la misión está a punto de cumplirse a plena satisfacción. Ahora es el sargento quien recibe una herida; no ha hecho la menor muestra de dolor, a nadie dice nada. pero todos pueden ver la sangre que cubre su mano por momento.
-Mi sargento; esto ya está acabado Los del tercero están a salvo. Vaya al puesto de socorro, yo replegaré el pelotón- dice el cabo Policarpo Medina.
-No es nada-replica Zarraluqui- Un arañazo en la mano, nada.


El enemigo, que ha fallado su golpe sobre la tercera compañia en retirada, se vuelca sobre el pelotón que ha malogrado sus intentos. Las voces de mando y ánimo de Zarraluqui no han decaído en intensidad ni en estimulo, antes al contrario, han ganado en efecto positivo y sus hombres, parapetados tras las peñas, mantienen firmemente la posición.
Se retiran ya los últimos escalones de la tercera compañia. Pasan ahora a la altura del sargento. Zarraluqui. Se oyen las voces agradecidas y festivas de los muchachos. Aseguran que le deben la vida.

El contraataque del sargento Zarraluqui
Zarraluqui debe retirarse. Su misión está cumplida. Dispone el repliegue ordenado de sus hombres. Ha de evacuar a los heridos, no quiere dejarse a nadie atrás.
-¡Policarpo! Con tu escuadra, lárgate. Yo te sujeto a estos.
El cabo Policarpo Medina hace seña a sus soldados y brincan de piedra en piedra hacia atrás.
Tú, Saharaqui-, ordena Zarraluqui-, llévate tus áscaris.
El movimiento continúa; pero el enemigo migo está muy próximo y tarda muy poco en ocupar la altura que Zarraluqui y sus hombres acababan de abandonar.


La situación cambia radicalmente. La tropa española queda rotundamente batida desde la posición evacuada. Una lluvia de balas se abate sobre estos soldados en retirada.
-¡A ellos!-grita Zarraluqui-, ¡tenemos que echarlos de ahí! ¡Vamos!
Y poniéndose al frente de sus hombres marcha a ocupar la posición. Otra vez le hieren. Ahora es en la boca. Toda la energía parece haberse concentrado en su gesto, que materialmente empuja hacia arriba a sus hombres. Llegan a desalojar al enemigo, mas una bala le perfora el pecho y le derriba sin vida. Zarraluqui permanece caído en el suelo. Su pelotón ha perdido cuatro hombres y cuantos esfuerzos se hacen por recoger el cuerpo del sargento son inútiles, el fuego enemigo hace imposible retirar el cadáver, que ha de quedar allí, quieto sobre la tierra por la que tan bravamente luchó.


El cabo Policarpo Medina Sánchez lloraba al relatar la muerte de su sargento: “Recibió tres heridas-decía Policarpo Medina-, la primera en la mano, cuando llevaba dos horas en la operación, a la media hora de la de la mano, otro balazo en la cara. Con una y otra herida siguió combatiendo y alentándonos, hasta que unos veinte minutos después fue cuando le mataron. No consintió retirarse cuando se encontraba herido basta no terminar la operación. El tiro que le causó la muerte se lo dieron cuando le ordenaron la retirada.


Era el 5 de abril de 1919. Años más tarde se concedía la cruz Laureada de San Fernando al sargento don Carlos Zarraluqui Sáez, por su actuación en la los combates de Beni-Salak.


Gracias a estas acciones, que complementaban la intervención política del general Berenguer, el frente del Este y Sureste iba quedando descongestionado.

Carlos Zarraluqui Sáez
“La biografía de Carlos Zarraluqui Sáez nos le presenta como uno de los muchos jóvenes españoles en los que el concepto de Patria, honor y espíritu de sacrificio rayaba a gran altura, y así, en medio de un ambiente hostil, en no pequeña parte, a la intervención de España en Marruecos, reacciona contra las doctrinas abandonistas y se alista voluntario en el Ejército. Carlos Zarraluqui Sáez ha nacido en El Palmar (Murcia) el 30 de octubre de 1893. Al cumplir veinte años deja sus estudios y se alista voluntario ingresando en el batallón de Cazadores de Llerena n.» 11, el 13 de mayo de 1913. Permanece en Madrid en Instrucción y servicio de guarnición hasta el 9 de junio, en que marcha a Ceuta; pasa al batallón de Tetuán el 15 de julio y presta servicios de campaña y de conducción y protección de convoyes; dura escuela en la que aprende a guardarse de las sorpresas y a prever y evitar las emboscadas.


Los servicios de Zarraluqui se jalonan de nombres famosos en las campañas Marruecos. Interviene activamente en los combates en torno a Laucién, en las Lomas de Arapiles, en el reducto Izarduy y en el Barranco de Laure.


Asciende a cabo por elección en el mes de febrero de 1914 y continúa sus servicios, interviniendo el 30 de septiembre en la ocupación de Izarduy y el 8 de diciembre se distingue en los combates de Beni Hozmar. Por su actuación recibe dos cruces del Mérito Militar; pero su patriotismo y espíritu de servicio le lleva a solicitar los puestos de mayor riesgo y peligro. El 30 de abril de 1915 causa baja en Cazadores de Llerena y alta en las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla. Ascendido a sargento con antigüedad de 1 de agosto de 1915. cumple su compromiso voluntario. Solicita y obtiene el reenganche que le permita continuar su vida activa de campaña que se prolonga durante los años 1917 y 1918, para llegar en 1919 el día 5 de abril a los combates de Beni-Salak, en los que encuentra gloriosa muerte, y por la que, años más tarde. se le concederá la cruz de San Fernando”.

Concesión de la Laureada
El día 5 de abril de 1919, el sargento del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán nº1, don Carlos Zarraluqui Sáez tomaba parte en el combate sostenido en las inmediaciones del poblado de Beni-Salach (Beni-Hozmar), y, no obstante haber sido herido dos veces y sin curarse las heridas, continuó combatiendo al frente de sus fuerzas animándolas con su ejemplo; sin consentir en retirarse de su puesto, aunque le autorizó para ello el teniente de su sección, muriendo de un balazo que recibió en el pecho después de ocupada la posición que atacaba.


El Rey ha tenido a bien conceder al sargento don Carlos Zarraluqui Sáez la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando.
Madrid, 2 de abril de 1923 (D. O. núm. 72) ALCALA ZAMORA

Otra vez el Raisuni
Paralelamente se llevaba la acción sobre Anyera y el Haus para descongestionar la zona norte y asegurar la comunicación de Tetuán con Ceuta. Marchaba bien la acción política, pero el Raisuni, apreciando la importancia del núcleo montañoso de Anyera v el Haus, movía sus peones y mantenía indecisos a los que pensaban someterse al Majzen. Ellos actuaban especialmente sobre el Haus, cuya cabila, en contra de lo que sucedía en Anyera, se mantenía dura para someterse al Gobierno.


Comprendiendo el general Berenguer que era necesario y urgente cerrar la comunicación de la zona rebelde con las cábilas en las que tenía influencia el Raisuni, decidió ocupar Bab el Aonzar importante paso de la sierra del Haus, que cerraría la comunicación de la cabila con el importante Zoco el Sebt de Anyera.


Para ello, el 13 de mayo operaron tres columnas que desde Zoco el Jemís tirada de y Cudia Hara habrían de converger en Bab el Aonzar. La primera la mandaba el coronel Rodríguez del Barrio; la segunda el coronel Serrano; la tercera estaba constituida por fuerzas de la Policía Indígena. En Laucien quedó una columna de reserva que vigilaba el paso desde Beni Hozmar.

El porqué de los Regulares
“La necesidad de utilizar los elementos indígenas afectos a nuestra influencia en Marruecos en la forma compatible con sus aptitudes, exigió al principio de nuestra acción en África la creación de diferentes clases de fuerzas indígenas con organizaciones variables y circunstanciales. Ensanchada considerablemente nuestra esfera de acción y aumentadas en proporción apreciable las unidades nutridas con personal indígena, era indispensable evitar esta variedad de fuerzas tendiendo a su unificación en toda la Zona del Protectorado.


Los servicios que han de prestar las fuerzas indígenas son: uno puramente militar como tropas combatientes, y otro de policía y seguridad en despoblado y en los núcleos de población. Estas dos clases de servicios son las que han de servir de fundamento para su organización, adoptando dos tipos principales de tropas indígenas, los regulares y las de policía, y fusionando en ellas las distintas clases de unidades indígenas que hoy existen al servicio de España. Con organización independiente y para las misiones especiales que les corresponden habrán de mantenerse además las Mehal-las del Majzen y las fuerzas irregulares auxiliares.


Por otra parte, los resultados obtenidos con los medios utilizados hasta el presente para el reclutamiento y organización de estas tropas, las enseñanzas adquiridas en la práctica, y los brillantes servicios prestados por las fuerzas indígenas del Protectorado, aconsejan perseverar en la organización de estas fuerzas que se ajustarían a uno de los cuatro tipos siguientes: Tropas del Majzen, Fuerzas Regulares Indígenas, Fuerzas de Policía Indígena y Fuerzas irregulares auxiliares; subsistiendo independiente de las mencionadas, la Policía secreta indígena.


Se consideraron comprendidas en el concepto de Tropas del Majzen las Mehal-las, organizadas bajo el mando de las autoridades marroquíes, como auxiliares para ejercer su autoridad con elementos propios.
En el grupo de Fuerzas irregulares auxiliares se comprendieron todas las de carácter irregular organizadas como auxiliares del Ejército, las que pueden tener organización permanente o circunstancial como los Gums, las Harcas amigas, las Tropas de Policía Indígena especiales y otras.
Las Fuerzas Regulares quedaron constituidas por cuatro Grupos formados cada uno de ellos de dos Tabores de Infantería de tres Compañías y un Tabor de Caballería de tres Escuadrones al mando de un teniente coronel; el primero se constituyó por las Fuerzas Regulares de Melilla con la denominación de Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas nº 1. El segundo con la denominación de Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla nº 2, se organizó en la misma plaza a base del Tabor de Alhucemas; el tercero reunió los elementos que constituían el Tabor de Tetuán, la Sección de Policía Indígena de la misma plaza y la Milicia Voluntaria de Ceuta, nº 3; y el cuarto Grupo que tomó la denominación de Larache nº 4, se constituyó en dicho territorio a base de los tabores que en el mismo existían organizados.


Para dar mayor cohesión a estas tropas se dispuso entrara en su constitución un núcleo de personal europeo consistente en el 50 por 100 en las clases y en el 2 por 100 en la tropa. La disposición citada estableció también los sueldos, haberes, bonificaciones de residencia, gratificaciones y premios de continuación en filas que corresponde a estas fuerzas y dio normas para su reclutamiento. Asimismo reguló cuanto se refería a Fuerzas de Policía Indígena y Oficinas de Asuntos Indígenas”.
(Preámbulo de la Real Orden de 31 de julio de 1914)

González Tablas y sus regulares
Es el 8 de octubre de 1918. En la Academia de Arabe de Ceuta hay exámenes. La concurrencia de alumnos es numerosa, pues son muchos los oficiales jefes del ejército que desean tener en su hoja de servicios el “posee” del idioma árabe. Este deseo es otra prueba del excelente espíritu que anima a los mandos españoles. Hay algo superior a la vanagloria de ostentar la certificación oficial de ese conocimiento en la inquietud que mueve al apretado grupo de hombres jóvenes que ahora repasan sus textos, consultan apuntes o cambian impresiones mientras esperan pasar al aula. Todos esos jefes y oficiales que van a someterse a la siempre dura prueba de unos exámenes, tienen el mismo afán, la misma ambición; alcanzar el respaldo oficial a sus conocimientos de la lengua árabe, porque ese “posee” suma unos puntos muy estimables para lograr un destino en las fuerzas indígenas. Así era aquella oficialidad. Saben que las fuerzas indígenas, tanto las que forman los grupos de tropas Regulares, como las integrantes de la Policía Indígena, son tropas de extrema vanguardia. Los puestos más duros del combate se nutren con ellos: en los lugares de mayor peligro están siempre los Regulares o los Policías…

(Continuará)

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José Antonio Cano

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