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Recordando a Antonio López Uris

Por S. López

Hoy en el día grande de la Virgen del Carmen, quisiera recordar a mi padre Don Antonio López Uris. Este día era tu mejor día del año, donde disfrutabas de tu Virgen tanto en tierra siendo capataz, como en el mar cuando con el barco nos acercábamos a ella para homenajearla.

Era el día que dejabas todo para estar con ella, era el día donde yo notaba que te acercaba más a Dios. Mi padre no era muy de iglesias, pero su Virgen del Carmen no podía faltar en su día a día. Ella te acompañará siempre, Papá.
Todos lo conocían como “el Lope” y a mí, el hijo del Lope. Y que me lo digan siempre, que lo llevaré con mucho orgullo. Qué puedo decir de mi padre que los demás no supieran: una persona con carácter, serio cuando había que serlo, respetable, perfeccionista, honrado, admirable, querido, era amigo de sus amigos, amigo de sus compañeros, se desvivía por ayudar a los demás, hasta el punto que le decíamos que hacía más por sus amistades que por su familia. Mi padre era una persona buena, querido por muchos, admirado por otros, y no tenía ningún enemigo.
No te pudieron despedir como es debido, porque el dichoso virus no dejaba salir a la gente a la calle. Fue todo tan rápido que la información no llegaba como debía, y apenas nos dio tiempo a creernos lo que te estaba pasando.
No puedo olvidar mencionar a su amigo, a su socio, a su compadre, a su compañero de tormentos, Don Antonio Costela, que no quiso que te fueras solo y te acompañó unos meses más tarde (por este dichoso virus también). Estabais tan unidos, que ahora estaréis discutiendo y pescando como siempre intentando arreglar o cambiar el mundo.
Fuiste uno de esos números que no tenían voz en plena pandemia, que no fue el virus el que te mató, que fueron sus consecuencias, por la paralización de los servicios sanitarios. Pospusieron tres veces esas pruebas médicas que dieron con el diagnóstico del fatal desenlace, pruebas que debieron hacerte en su momento y ya después fue demasiado tarde. ¡Y encima, decían que te veían bien, eh Papá! Que buena vista tuvo el que te lo dijo, pero no quiero profundizar más en el tema porque ya no tiene solución.
Parece que todos los acontecimientos se encaminaban a que pasara el fatal desenlace, y por mucho que hicimos, por mucho que lo intentamos, con lo poco que nos dejaban hacer en esas circunstancias, no pudimos evitarlo.
Este es el segundo año de tu fallecimiento. Aquí se ha quedado tu familia rota para siempre, tu mujer, tus hijos, tu madre, tus hermanos y tu primera y única nieta. Tu nieta se hizo de rogar, pero llegó y la conociste, y desgraciadamente no podrás verla crecer. Está siendo muy duro ver cómo crece y pensar que no la estás disfrutando. Escuchar la palabra abuelo y que no lo escuches como te lo dice. Saber cómo dice tu nombre y no saber quién eres.
Por otra parte, veo muchas cosas de ti en ella, os parecéis mucho, tiene muchos gestos tuyos, mucho carácter como tú y me imagino la que hubieseis liado los dos juntos. Y me da cierta risa pensarlo. Te fuiste antes de tiempo Papá, pero que sepas que le hablaremos mucho de ti para que te conozca y no te olvide. Porque ella es tu legado.

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