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La firma invitada

Recalculando la ruta

Las elecciones del pasado domingo han cambiado el panorama político español. Por fin se ha producido el primer derrumbe significativo del bipartidismo. Han crecido fuerzas alternativas como UPyD o IU y han emergido nuevos actores como Podemos o Ciudadanos. Unos más, otros menos, todo el mundo se palpa la ropa y mira a su alrededor a ver si consigue entender dónde se encuentra. Lo más sencillo es fijarse en el número de votos, hacer un par de sumas y un par de restas y sacar conclusiones de urgencia. Analizar los datos de forma sistemática, en cambio, es un esfuerzo que no está al alcance de todos y que lleva tiempo. Sin embargo, ya se ha publicado algún estudio provisional pero sólido y muy revelador sobre los resultados del 25M.

José Fernández-Albertos publicaba el miércoles en eldiario.es un estudio basado en Madrid capital que daba pistas muy interesantes sobre quién, cómo y dónde se ha votado a los diferentes partidos. Uno de los gráficos vinculaba los votos con el nivel socioeconómico. Como cabía esperar, al PP y a Vox los han votado más en los distritos menos castigados por la crisis, mientras que en el caso del PSOE ha ocurrido lo contrario. IU y Podemos se parecen más al PSOE, lógicamente, pero su voto, sobre todo el de Podemos, es más disperso: consiguen llegar a donde, en principio, no se les espera. Ciudadanos, por su parte, repite el patrón del PP (algo llamativo en un partido que se define en su ideario como de centro-izquierda).

UPyD aparece exactamente donde se puede esperar a un partido transversal ¿Y UPyD? Aparece exactamente donde se puede esperar a un partido transversal que renuncia con empeño a identificarse con una clase social o a adjudicarse una etiqueta clásica. Esto es un éxito que ni se recoge ni se va a recoger en ningún análisis de los publicados: un partido que rechaza las adscripciones clásicas y que logra lo que se propone en un país históricamente dividido. Lo cual significa, por cierto, que, desde el punto de vista electoral, cualquier fuerza emergente puede hacerle algo de daño pero ninguna puede hacerle mucho (incluido Cs, que debería preocupar más al PP). Y viceversa: para UPyD no hay terrenos vedados.

Bien, ya sabemos donde estamos. Ahora la pregunta que se hacen muchos es: ¿por qué algunos no han llegado más lejos? ¿Por qué si el bipartidismo se ha dejado cinco millones de votos UPyD sólo se ha llevado seiscientos mil? Y, sin embargo, la pregunta podría hacerse a la inversa. ¿Cómo es posible que un partido institucional, que evita los eslóganes facilones, que se esfuerza por explicar lo que es Europa, al que se le niega el acceso a las grandes audiencias televisivas, haya multiplicado por dos su resultado electoral y cuadruplicado sus representantes? La irrupción de Podemos distorsiona todos los análisis, olvidando que en los países más similares al nuestro (Grecia, Italia) opciones similares a Podemos (Syriza, Grillo) han ganado o quedado segundas en las elecciones. Incluso cabría preguntarse si el resultado de Podemos no es más bien flojo en comparación.
¿Saben el resto de partidos a dónde van? Y aún más importante: ¿lo saben sus votantes? En realidad todas estas preguntas son ociosas. Los resultados siempre pueden ser mejores o peores, pero los datos señalan que Podemos ha logrado un gran éxito. UPyD también. La última pregunta, una vez que sabemos dónde estamos y cuán lejos hemos llegado, es la más importante: a dónde va cada uno. UPyD no tiene que cambiar el rumbo. Todo indica que va hacia donde siempre ha querido ir. El camino es largo. Siempre se puede correr más, pero si se decide acelerar más de la cuenta lo más probable es que se acabe en la cuneta. No hay atajos.
¿Saben el resto de partidos a dónde van? Y aún más importante: ¿lo saben sus votantes? Porque si el éxito electoral se debe, por completo o en parte, a una confusión, a impresiones que no se van a confirmar, a prejuicios más que a razones, es muy probable que las cosas vayan cambiando en el futuro. Es indudable que el panorama es incierto. Pero lo es por un motivo que no debemos olvidar: los ciudadanos se sienten libres y están dispuestos a usar su libertad. Esto es en sí mismo una gran noticia. Sobre las ruinas del bipartidismo habrá que construir el edificio político del futuro. La convicción de UPyD es que será un edificio sólido, muy distinto del cortijo bipartidista pero también de las tiendas de campaña adornadas con la foto de Hugo Chávez.

Es ahora, cuando nos asomamos a la incertidumbre, cuando más necesita España la alternativa que el partido magenta ha construido a base de principios y trabajo serio. Mientras el resto de partidos reinician el GPS o miran el mapa a ver cómo se llega a la siguiente coalición, UPyD es el único que no tiene que recalcular la ruta.

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