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Putin y sus compinches. Slava Ukraini

El nuevo autodesignado zar ruso, Vladimir Putin, tratando de justificar su invasión de Ucrania ante el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, equiparó su deleznable agresión con la intervención de la OTAN en la ex Yugoslavia, en 1999. Se trató de una campaña de bombardeos sobre objetivos militares en Serbia, en un intento de detener su ataque contra los albaneses de etnia kosovar, que luchaban por su autonomía en Kosovo. La breve guerra y la posterior operación de mantenimiento de la paz condujeron al surgimiento de la nación independiente de Kosovo.


Por cierto, en la misión de mantenimiento de la paz entonces desplegada en Bosnia-Herzegovina, encabezada por la OTAN, había un contingente ruso que, sin consulta o aviso previo y traicionando a los que hasta ese momento eran sus compañeros, se apresuraron a lanzarse sobre el aeropuerto de Pristina, capital de Kosovo, para así poder controlarlo.
En las citadas conversaciones con Guterres, Putin afirmó que las acciones de la alianza occidental, en el caso de Kosovo, eran similares a lo que Rusia buscaba hacer ahora, al intentar garantizar la independencia de las dos entidades separatistas pro-rusas en el Donbas, al este de Ucrania. «Muchos estados de Occidente reconocieron a Kosovo como un estado independiente», nosotros «hicimos lo mismo con respecto a las repúblicas del Donbas».


La comparación ofrecida por Putin no tiene sustento alguno. En sus propias palabras, al iniciar la invasión de Ucrania, sus objetivos incluían a la totalidad del país, también a deponer al régimen democráticamente elegido y ya había sido precedido del ‘robo’ de la península de Crimea a Ucrania. OTAN nunca pretendió ocupar Serbia, o Kosovo, o ninguna otra área en los Balcanes. Putin lo pretendió y sigue haciéndolo.


Los bombardeos de la OTAN nunca buscaron la destrucción sistemática de las infraestructuras serbias, ni causaron miles de muertos ni millones de refugiados. Por el contrario, los ataques de la OTAN pretendían impedir que el ejército de Serbia ocupara Kosovo y exterminara a parte de sus habitantes. Los ataques aéreos de la OTAN causaron algunas víctimas civiles serbias, pero ayudaron a evitar nuevas rondas de limpieza étnica violenta en los Balcanes y consiguieron estabilizar una crisis, que ya había visto miles de muertos y cientos de miles de desplazados. La invasión de Putin se caracteriza por los incontables sufrimientos causados a la población y las atrocidades cometidas.


El actual presidente de Kosovo, Vjosa Osmani, afirmó recientemente que la ayuda que la OTAN prestó a los combatientes kosovares, para derrotar a la Serbia del entonces presidente Milosevic, fue parte de una lucha más amplia por los derechos humanos, el estado de derecho y los principios democráticos. «Hace veintitrés años estos valores estaban en juego en Kosovo y más allá. Veintitrés años después estos valores están en juego en Ucrania».


Osmani también advirtió sobre los peligros más amplios que enfrentan los Balcanes, y también algún país de la Europa oriental, donde la influencia rusa ha desempeñado históricamente un papel muy importante. «El objetivo de Putin es expandir el conflicto en otras partes del mundo». «Dado que su objetivo ha sido constantemente desestabilizar Europa, podemos esperar que uno de sus objetivos sea desestabilizar los Balcanes Occidentales». Esta zona del mundo se estima que comprende los siguientes países: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Kosovo, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte y Grecia.


La agresividad Serbia, apoyada en la continuada amistad serbio-rusa, sigue creando disputas en la zona. Por una discrepancia puramente administrativa, referida a matrículas de los coches que se mueven entre Kosovo y Serbia, el primer ministro kosovar, Kuri, acusó al presidente serbio, Vucic, de instigar la violencia. Por su parte Vucic dijo que las dos partes «nunca habían estado en una situación más compleja que hoy», pero prometió la victoria serbia a pesar de todo.


También se están exacerbando las tensiones en la vecina Bosnia-Herzegovina, con un complicado mosaico de etnias bosnias, croatas y serbias, consecuencia de la desmembración de la antigua Yugoslavia y de la creación de un estado federado multiétnico, impuesto por la comunidad internacional. Los analistas creen que Milorad Dodik, el líder de la república semiautónoma de etnia serbia dentro de la federación, con un estrecho apoyo tanto en Moscú como en Belgrado, está buscando una ruptura del estatus quo que podría generar una nueva y peligrosa desestabilización en la región.


Por si ello no fuera suficiente, en la vecina Hungría, liderada por el populista primer ministro Orbán, se están produciendo acciones y apoyos que rompen la unidad de la Unión Europea, en cuanto a las sanciones a Rusia. Políticos históricos ya alertaron sobre los peligros que genera esa zona para la estabilidad europea. Otto Von Bismarck dijo proféticamente, en el siglo XIX: ”Si alguna vez hay otra guerra en Europa, será resultado de alguna maldita estupidez en los Balcanes“. Winston Churchill, por su parte, dijo: “La región de los Balcanes tiene la tendencia de producir más historia de la que puede consumir“.

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Gonzalo Fernández

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