Por Ricardo Fernández
Un público disfrutó con la salida a hombros de la terna actuante ante un encierro de Torrealta bien presentado y con nobleza que posibilitó el triunfo de los diestros
Un año más, tarde triunfal en La Mezquita del Toreo con la salida a hombros de los diestros actuantes. Una corrida con tres toros potables que posibilitaron el triunfo y por momentos llegaron a gustarse. El encierro destacó por su nobleza.
Cuatro orejas para Escribano
Manuel Escribano cortó cuatro orejas e incluso en el que hizo cuarto se le pidió insistentemente el rabo que el palco, con buen criterio, no concedió. La espada cayó muy baja.
A su primero bis, el primero de la tarde fue devuelto a los corrales por burriciego, lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas y en el tercio de banderillas puso un primer par antológico. Se gustó durante toda la lidia cortándole dos orejas al morlaco.
En su segundo, con poca fuerza, mandó al del castoreño que lo cuidara haciendo lo propio con un toreo a media altura. El astado no terminó de entregarse pero Manuel puso toda la carne en el asador y encandiló a la afición local.
Javier Castaño, suerte desigual
Javier Castaño, en el primero de la tarde, el burraco de nombre ‘Califa’, que fue el mejor del encierro, no terminó nunca de acoplarse a la embestida encastada del de Torrealta.
El inicio de faena fue clave y desgraciadamente, la falta de festejos del madrileño, hizo que no calara en los tendidos su faena de muleta. No terminó de entenderlo. Una pena. Sin embargo, en el segundo estuvo mejor, lo cuajó con muletazos más pausados, templando la embestida, mejor por el pitón derecho. Estocada caída. Cortó dos orejas.
Roca Roy no defraudó a pesar de tener el peor lote de toros de la tarde
La expectación era máxima, el público esperaba a Roca Roy, que no defraudó a pesar de tener el peor lote de la tarde. Siempre variado en sus quites, gaoneras, chicuelinas y tafalleras con la quietud característica del diestro.
Comenzó de rodillas en el que hizo tercero, toreando como si estuviera de pie, templado y gustándose siempre ante una embestida que no concedió la humillación. Afortunadamente, el toro, tras un resbalón del maestro, no hizo por el matador cuando lo tenía merced. La nobleza del astado le perdonó la cornada. Mató de pinchazo y estocada desorejando al astado.
En el último, nunca terminó de romper hacia adelante a pesar de las ganas del diestro de agradar. Muy parado, ni en la distancia ni en la cercanía. No pudo ser. No tuvo suerte en el lote. Al final, cortó una oreja.
La gente disfrutó de nuevo con la terna con la corrida de ferias y eso es lo importante.