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Ventana al mundo

Prospectiva, Reformas y Planificación de la Educación a

La problemática mundial y la prospectiva de la Educación (I)

La “problemática mundial” es una expresión acuñada por el Club de Roma, hace varias décadas, que se refiere al cada vez mayor número de fenómenos y problemas existentes a corto y largo plazo, de alcance mundial o global, así como a los estudios prospectivos que se llevan a cabo en búsqueda de soluciones eficaces a las amenazas potenciales, hasta lograr para todos una vida más digna, más libre, más plena y con mayor bienestar.

Las características principales que conforman el mundo actual son el cambio generalizado y acelerado en todos los sectores de la actividad humana; la escala global de un cada día mayor número de fenómenos sociales, económicos, medioambientales y tecnológicos, así como la complejidad de estos fenómenos como consecuencia de la interacción de los mismos entre sí; la actual valoración positiva de la incertidumbre sobre el devenir de los acontecimientos a causa de la creatividad innovadora que engendra frente a una visión determinista; y la emergencia por doquier de la sociedad civil, ávida de libertad, democracia y bienestar, apoyada por la extensión universal de los bienes de la educación e informada rápida y crecientemente gracias a los medios de comunicación social y de masas.

Uno de los grandes méritos del primer informe al Club de Roma es que se formuló de forma visionaria durante los años de la teoría desarrollista, sobre un crecimiento material sostenido e indefinido, cuando los hidrocarburos a precios irrisorios parecían garantizar una ilimitada fuente energética, verdadera «sal de la economía» y base de una industrialización a ultranza. Aquel primer trabajo, al igual de otros muchos que luego se han acometido o encargado a terceros, reprochaba a Europa y al mundo occidental, pero no menos al sistema económico de los países del Este, la insolidaridad e imprevisión en sus relaciones con los demás países. También subrayaba que la solución de los grandes problemas del mundo exige una visión global, tanto más cuando cada día surgen nuevos problemas que afectan a todos por encima de las fronteras geopolíticas, por mucho que quieran aislarse los países. Desde entonces a esta parte se ha generalizado la imagen de un planeta ceñido por los hilos de una red de flujos de toda especie.

Ante las presiones de las respectivas sociedades y con horizontes electorales cercanos, los gobiernos se ocupan sobre todo de objetivos a corto plazo y rehúyen plantear problemas a medio plazo. Sin embargo, los Estados, las comunidades y las personas se ven influenciados,cada vez más, por las decisiones tomadas por otros Estados o por la actividad de diversos sectores en otras regiones del mundo, ya que sus iniciativas repercuten con mucha frecuencia más allá de las fronteras nacionales, tanto en tierra firme como en el fondo de los océanos o en el espacio. En este proceso de planetarización, el corolario evidente es una interdependencia cada vez mayor entre todos los países y la necesidad de intercambios y relaciones recíprocas solidarias.

No obstante subsisten e incluso se agudizan los desequilibrios, las desigualdades, las tensiones y los antagonismos, junto con una utilización muchas veces abusiva e irresponsable de los logros de la ciencia y de la tecnología en manos de los intereses económicos o de poder, lo cual constituye una amenaza para la paz del mundo y tal vez un peligro para la supervivencia de la especie humana. En otros casos, las desigualdades revisten una dimensión dramática. En efecto, se cuentan por millones las personas que viven en la miseria, desnutridas, privadas de cuidados médicos, sin acceso al agua potable. Los cerca de 1.000 millones de analfabetos, los más de 150 millones de niños sin escolarizar y los aproximadamente 500 millones de adultos marginados de la vida activa son cifras elocuentes del abismal desamparo de muchos frente a la opulencia de otros 3 millones. En consecuencia, la humanidad parece abocada a una doble exigencia fundamental: Hacer prevalecer los valores del espíritu y de la razón para poner el progreso científico y técnico al servicio de la dignidad de la persona y del conjunto de los pueblos del mundo, conciliando la especificidad de cada uno y la interdependencia de todos.

Esto es apenas parte del marco de los muchos problemas que interesan a la Humanidad ahora que por primera vez en la historia aparecen por doquier cuestiones de alcance global, mundial, que actúan a su vez entre sí, dando lugar a una inmensa complejidad e incertidumbre cuyo valor motivador y creativo para la búsqueda de las soluciones están subrayando los más recientes estudios del Club de Roma, de la Federación Mundial de Estudios del Futuro, de IFIAS, de la Universidad de las Naciones Unidas, etc. Como quiera que en la médula de la mayoría de estos y otros problemas está latente el tema de la gobernabilidad de un mundo repleto de egoísmos, amparados en culturas diferentes y encerrados en fronteras cada día más frágiles, se impone un serio diálogo de las culturas que haga el mejor uso del creciente conocimiento humano y de las nuevas tecnologías al servicio de un planeta en el que florezca y se consolide la cooperación frente a la confrontación.

En este empeño es indispensable un enfoque global, con un horizonte a largo plazo, frente a planteamientos a corto plazo que frecuentemente se imponen por la presión política coyuntural. Lo uno no excluye ciertamente lo otro, sino que lo complementa. Somos muchos los que estamos convencidos de que la solución de los problemas diarios, para que sea verdadera y no el origen de nuevos problemas que vayan sumándose al lastre de los grandes errores acumulados, es imprescindible se busquen las propuestas en un marco prospectivo del conjunto en cuya definición participe crecientemente la opinión pública gracias a mecanismos de negociación social que reduzcan las tentaciones de un poder abusivo nacional o supranacional. Y en la base de todo ello, el convencimiento de que las sociedades, y sobre todo cada individuo, necesitan una referencia de valores éticos y morales.

El desafío al diseñar acciones de cara al futuro es inmenso ante el cúmulo de problemas nuevos y viejos que se entrelazan. Por ejemplo: El rápido desarrollo tecnológico con la aparición de nuevas tecnologías y materiales antes insospechados y, junto a ello, el desempleo que ello genera, al menos transitoriamente y sobre todo en los países más pobres, junto con la devaluación de muchas materias primas que pierden su primacía en los mercados internacionales. Igualmente, la creciente producción de alimentos en las regiones más ricas y el mayor bienestar material de los países ya industrializados, junto con el hambre en grandes zonas paupérrimas o la deuda financiera impagable que se acumula entre los países deudores, que necesitan seguir endeudándose, es otro gran cúmulo desafiante.

Frente a los simples modelos matemáticos que se utilizaron con profusión hace dos décadas para interrelacionar multitud de datos, las reflexiones más recientes reconocen y valoran cada vez más la cultura y los valores del espíritu como la respuesta más sólida y eficaz que se puede dar de cara al futuro y frente a la mayoría de los problemas, además de reconocer que, junto a los derechos humanos, es urgente aceptar plenamente las responsabilidades o los deberes humanos.

Al fin y al cabo el planeta no es solamente sustento heredado para el exclusivo bienestar de las generaciones que en él viven actualmente. Conviene pensar también que este planeta es algo así como un «préstamo> que nos han hecho las futuras generaciones a las que nos debemos y que nuestro primer deber es no sólo no destruirlo o esquilmarlo sino, fundamentalmente, mejorarlo en todos los órdenes. El hombre no debe llegar a ser nunca el peor enemigo de su especie, como a veces parece amenazar, sino, por el contrario, su mejor amigo.

El análisis desapasionado y profundo de las causas y posibles soluciones de todos los grandes problemas que constituyen la problemática mundial lleva a la conclusión, en última instancia, de que la respuesta global, o al menos parcial, más eficaz a medio y largo plazo hay que buscarla en la educación o el aprendizaje individuales, así como en la investigación de la que nacen el conocimiento y la tecnología, difundidos .luego gracias a los sistemas de información y de comunicación.

En palabras de la Carta Constitutiva de la UNESCO, las mentes educadas son los mejores baluartes de la paz y del desarrollo, si bien las muchas lamentables experiencias negativas en la historia de la Humanidad obligan a precisar que, para que ello sea cierto, estas mentes educadas tienen que serlo esencialmente en un marco de valores, incluidos los de convivencia, tolerancia y progreso, además de contar con una conciencia coherente sobre el valor prioritario de la supervivencia.

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