El Gobierno de Melilla en esta legislatura tiene la mayoría tan ajustada, que muchas veces ha dado la impresión de estar andando sobre un alambre. Hasta ahora siempre ha podido salvar los muebles, pero en estos últimos días, en un margen de apenas una semana, dos han sido las veces en que ha puesto en peligro su gestión de Gobierno al quedarse en minoría. La primera, en el pleno del pasado 22 de diciembre, en el que se iba a aprobar el proyecto de naturalización del Río de Oro, cuando el Gobierno necesitó el voto a favor del PP a la urgencia de la sesión para poder celebrarlo. La segunda, ayer mismo, en el pleno más importante del año, el de la aprobación de los presupuestos. Esta vez no tuvo tanta suerte y el mal llamado tripartito, en minoría, perdió por primera vez en la Asamblea frente a la oposición. Después lo arregló con otro pleno una hora y media más tarde porque la ausencia de Mohand no fue más que un mero retraso, pero, a la vista de todos los melillenses, el Gobierno ha evidenciado su debilidad y los mayores riesgos que ahora asume, quizá por el desgaste del mandato o porque estamos en su recta final y algunos ya lo dan por amortizado.
