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Presupuestos participativos, pero no mucho

La participación ciudadana pretendía ser una de las señas de identidad de esta legislatura. De hecho, una de sus nueve consejerías, la que dirige Mohamed Ahmed, la lleva incluida en su denominación. Pero la sensación generalizada es que esa participación se ha ido desinflando como un globo con el nudo flojo, como una rueda pinchada que sigue rodando hasta que pierde todo el aire. Y eso, aunque pudiera parecer que es un tema menor, no lo es cuando afecta a dinero público, que es prácticamente siempre en el caso de las actividades que promueve la Ciudad Autónoma.
Actividades que llegan a poquísima gente, con una participación ridícula que convierte el gasto público en un despilfarro. El pasado domingo tuvimos otra muestra de ello en una pedalada con poco más de diez personas que, más que una actividad pública encaminada a la concienciación y la movilidad sostenible, parecía la cabecera de Verano Azul por las calles de Melilla. Es la segunda vez que ocurre en un mes. Entre las dos pedaladas fallidas hablamos de un gasto público de 3.000 euros al que nuestros gobernantes no le han sacado el rendimiento social que merece cada céntimo de euro del dinero de todos. Y no es por falta de interés de los melillenses, pues muchos en las redes sociales se lamentaron por haberse enterado demasiado tarde de que había una pedalada.
Lo ocurrido, de nuevo, es fruto de un fallo de comunicación de la Ciudad Autónoma por no publicitar como es debido las actividades que organiza para el disfrute de todos. Y una evidencia más del error en el que se encuentran quienes intentan sustituir a los medios de comunicación social por redes sociales oficiales que a menudo parecen obedecer más a la propaganda y al marketing político que al interés público, causando, como es lógico, la pérdida de interés de la ciudadanía.
Nula publicidad como la que se ha dado a los presupuestos participativos, buque insignia de este gobierno, tal y como el propio consejero de Distritos ha reconocido que podría ser la razón por la que al final han sido menos de 500 las personas que se han involucrado en la votación final para decidir los proyectos a los que irían los más de tres millones de euros reservados para esta iniciativa.
Es una pena que una buena idea termine en tremendo chasco, porque al final son pocos los que han tenido la oportunidad de decidir el destino del dinero de todos, cuando la intención era precisamente la contraria. Y no sólo por eso, que ya de por sí es importante. También por la escasa rentabilidad obtenida del esfuerzo técnico y de recursos que conlleva un proceso participativo de este tipo, además de por la decepción generalizada que provocan estas situaciones.
Decepción que aún puede ir a más si los proyectos no se llevan a cabo o si a nuestros políticos no se les ocurre tomar nota de lo que piden los melillenses, que en estos presupuestos participativos ha sido un clamor, sobre todo entre los jóvenes: más oferta de ocio. Al menos, que los presupuestos participativos sean aprovechados a modo de sondeo para solucionar los problemas plasmados negro sobre blanco por los propios melillenses. Sería una manera de arreglar el entuerto.

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