Por Enrique Bohórquez López-Dóriga
El Dos de Mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levantó contra la invasión napoleónica. Fue mucho antes de aquello que escribió Miguel Hernández y cantó Serrat: “Para la libertad sangro, lucho, pervivo/ Para la libertad, mis ojos y mis manos/ como un árbol carnal, generoso y cautivo/ doy a los cirujanos”. El pueblo, entre ellos los oficiales Daoiz y Velarde, dio su vida por la libertad, aunque fuera bajo el grito de “mueran los franceses” y quizás en ellos – aunque no solo en el famoso 2 de mayo y lo que allí ocurrió, no solo en el famoso cuadro de Goya sobre los fusilamientos de ese día- se inspiró también el gran poeta de Orihuela.
No fue el Dos de Mayo, como algunos sostienen, una batalla entre la Ilustración y la ignorancia. “La Ilustración en modo alguno fue un movimiento francés, ni siquiera en su origen, sino paneuropeo, que revistió en cada lugar formas peculiares y muy variadas”, escribió Maria Elvira Roca Barea, en su asombroso libro “Imperiofobia y Leyenda Negra”. Napoleón vino a anexionarse España, más o menos como hace ahora Putin con Ucrania, y no lo consiguió, sino que tuvo finalmente un desastre completo, como espero y deseo que le pase a Putin. Lo que el 2 de Mayo se celebra oficialmente en Madrid y en gran parte de España es el mantenimiento de nuestra independencia, y eso es lo que este Gobierno socialcomunista-independentista intenta hacer desaparecer, minimizando el acto, borrando ese y día y su recuerdo de la “nueva” historia de España, la “neo historia” de Orwell. Por eso escribo hoy sobre esa parte de nuestra Historia.
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