Hay muchas imágenes que nos acercan a la Universidad Complutense de Madrid pero sin duda ninguna como Los portadores de la antorcha que concibió la escultora norteamericana Ana Hyatt y que fue colocada frente a la Facultad de Medicina. Representa la carrera de relevos de la vida, el exhausto que pasa el testigo al vigoroso a lomos de un caballo. También podemos interpretar la renovación, el saber que se entrega a otro para que lo haga suyo y como en la parábola de los talentos bíblicos, sepa multiplicarlos. La Universidad debe ser un centro de conocimiento, de análisis, de confrontación de ideas y pensamientos, donde estén los mejores docentes, y que estos hagan que los alumnos salgan preparados para obtener un puesto de trabajo. Pero para la política no hay sitio. En los últimos tiempos la Complutense llena espacios en los medios de comunicación y no precisamente por lo que debe ser en sí una Universidad, aquí hemos pasado de los doscientos cincuenta cadáveres encontrados en el Departamento de Anatomía y Embriología Humana de la Facultad de Medicina donados a la ciencia acumulados sin control ni higiene al cierre de la Capilla de la Facultad de Geografía e Historia por la decisión unilateral del decano Luis Otero, pasando antes por ser refugió de radicales que quemaron contenedores en la propia Ciudad Universitaria. Los argumentos oficiales dicen basarse en que necesitan un espacio para un aula y como le han respondido los alumnos, que ceda su amplio despacho pero que también dimita. La Asociación Española de Abogados Cristianos ha interpuesto una querella contra el rector José Carrillo y el citado decano por un presunto delito de coacciones y contra la libertad religiosa. El error de Otero de crear un conflicto innecesario por las creencias parece hacerle olvidar que desde hace veinte años existe un Acuerdo sobre asistencia Católica, pero sobre todo que Iglesia y Universidad van unidas desde que se crearon las mismas, ya que la primera fue el germen de las segundas. La Constitución en su artículo 16.1, garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades, sin más limitación en sus manifestaciones que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley. El catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado y miembro de la Comisión asesora de libertad religiosa del Ministerio de Justicia, Joaquín Mantecón, dice que las capillas en lugares públicos no son un privilegio de la Iglesia, sino un derecho de los ciudadanos, a quienes se les facilita el ejercicio de su derecho fundamental a la libertad religiosa y de culto. La ley también establece que se ha de facilitar el culto a otras confesiones. Hace falta otra Universidad que logre el prestigio perdido y que no se entretenga en inocular teorías que atentan, desde el radicalismo, contra las creencias religiosas y que pensábamos estaban felizmente superadas. En la Complutense durante mis años de carrera tuve dos reconocidos rectores, Amador Schüller y Gustavo Villapalos, que el de ahora aprenda de ellos.
