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El rincón de Aranda

“Operacion Lolita”

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Tras las purgas, -encarcelamientos, fusilamientos, y persecuciones a políticos de izquierdas-, que había hecho Franco a lo largo de 30 años, España se encontraba preparada para iniciar el camino hacia una transición pacífica y descafeinada. Con una pequeña inversión política-monetaria, se puso en marcha, para financiar y proteger a grupos de diversa denominación que ya estaban previstos para la Transición, donde todos irían siendo legalizados según las oportunas circunstancias, menos el PC que levantó ampollas, y hubo que pisar algunos callos. Los eslóganes serían prefabricados con las técnicas de los EEUU, por personajes formados y teledirigidos, como el que lanzó al poder a Felipe González; que fue el que desmontó los partidos de izquierda y haría que España entrara en la OTAN; que primero fue que NO, y luego que SÍ. Adolfo Suárez desde TVE, se encargó de crear una filmoteca con imágenes de los entonces Príncipes Juan Carlos y Sofia, suprimiendo las apariciones de Carlos Hugo y Don Juan, Conde de Barcelona. El “Espíritu del 12 de Octubre” de Arias Navarro, “Carnicerito de Málaga”, consistía en vestir al “muñeco del franquismo”, con un nuevo disfraz democrático, pero sin cambiarle la esencia y el careto. Para poner en marcha ese plan, el 16 de diciembre de 1974, aprobó el Estatuto para las Asociaciones Políticas; pero tan flojito, y tan suave, que hasta a los mismos falangistas les pareció ridículo. En la primavera de 1975, un mandamás de la CIA, cuando visitó a Franco, éste le preguntó: “¿Usted viene a saber qué pasará en España el día que yo muera?. Pues voy a decírselo: reinará el Príncipe Juan Carlos, que es lo establecido, y se hará lo que el pueblo español quiera; porque de los políticos no me fío”. En diciembre de 1975, cuando ya Franco estaba bajo la pesada losa de Cuelgamuros, los expertos comenzaron a trabajar con los trabalenguas: “Los Principios Fundamentales del Movimiento son inmutables pero no irreformables; “Hay que hacer la reforma sin reformar los Principios”; “Una reforma dentro de la continuidad”; “Una reforma con aire revisionista”, y algunos etcéteras más. Pero el lema más famoso fue el de Fernández Miranda con su: “De Ley a Ley”.

El 3 de julio de 1976, TVE daba la noticia de la designación de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno, dejando al País conmocionado y con la boca abierta, porque nadie se esperaba, que un señor que provenía del Movimiento fuese nombrado Jefe del Ejecutivo. Las izquierdas se mosquearon, desencantadas, y la derecha no se fió jamás de él. Las primeras Elecciones Generales se convocaron para el 15 de junio de 1977, siendo una verdadera “sopa de letras”, porque había partidos a tutiplén. Aunque PSOE, PC, y toda la izquierda habían hecho creer a los electores que defendían el sistema republicano, todo estaba ya pactado de antemano, y sin dejar cabos sueltos; que eso sí que verdaderamente, estuvo “atado y bien atado”; hasta que el 29 de enero de 1981, traicionado y ninguneado, por sus mismos compañeros de viaje, y por los que tenían el jurdó, nos decía en las pantallas de televisión: “….Dimito porque no quiero que el sistema democrático, tal como nosotros los hemos deseado, sea, una vez más, un simple paréntesis en la historia de España”. He podido leer que Pérez Reverte ha escrito: “Creo que la vida fue piadosa con Suárez. Le quitó la conciencia para evitarle el sufrimiento de ver en manos de qué gente acabaría su obra”; y yo digo que a la vista están las “santas manitas” que nos manejan desde entonces. Esto es como la pesca de un gran atún, que si se le quiere pesar y medir hay que esperar a que esté muerto. Eso es lo que han hecho con Adolfo Suárez, que en vida, cuando le echó cojones al asunto, después de haber sido uno de los principales artífices de la Transición, junto con los “Padres de la Patria”, que construyeron la Constitución, luego fue postergado y olvidado en su soledad; y al morir se le han hecho grandes Funerales de Estado; bien merecidos, por supuesto, qué menos. Pero también hay que aclarar, sin menoscabo hacia su persona, y a la labor que llevó a cabo, que no fue el primer Presidente de un Gobierno democrático, ya que antes que él, lo fue Manuel Azaña, como Presidente del Gobierno de la República, y más tarde como Presidente de la misma, hasta que el “Glorioso Alzamiento” de Franco y sus conmilitones, el 17 de julio de 1936, en nuestra “Adelantada” Ciudad, lo jodió todo, teniéndonos acuartelados durante 40 años. Hay una anécdota muy curiosa del Rey Juan Carlos y el fallecido Gregorio Peces Barba. Resulta que cuando D. Juan Carlos firmó el 3 de diciembre de 1982, el Decreto, nombrando a Felipe González, Presidente del Gobierno, dijo emocionado a Peces Barba: “Si mi abuelo hubiera podido tener esta relación con Pablo Iglesias, habríamos evitado la Guerra Civil”. Y Gregorio le contestó: “Quizás, señor, para llegar a esto tuvimos que pasar por aquéllo”. Y yo añadiría: y también por el 23 F, que menudo papelón casposo y decimonónico, hicieron los que entraron en el Congreso aquélla aciaga tarde.

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