Por Francisco Robles
El pasado viernes asistí al cóctel, que el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Melilla (ICOMM) organizó con motivo de la festividad de la patrona de los médicos, la Vírgen del Perpetuo Socorro; esta relación viene de lejos, ya que el Cuerpo de Sanidad Militar de España la declaró en 1926 como su patrona, y el Consejo General de Colegios de Médicos de España la nombró patrona de todos los médicos del país en 1941, fijando su festividad el 27 de junio, recibiendo la ratificación definitiva en 1962, mediante la Carta Apostólica del papa Juan XXIII.
Vayan por delante mis excusas por escribir en primera persona, pero no puedo ni quiero desligar lo que pretende ser la crónica de un acontecimiento de la pequeña historia de la sociedad civil de Melilla, de mi condición de galeno.
Como en toda España, cada 27 de junio se conmemora algo más que una tradición, es un encuentro para recordar a quienes nos precedieron y celebrar la vocación médica compartida. Y en Melilla se celebró el pasado viernes un bonito acto –comedido pero brillante-, y que no podía estar exento de los atributos que los facultativos debemos tener presentes en nuestra actuación profesional, como la cercanía, la afabilidad, e incluso el consuelo – Hipócrates lo expresó con la frase: “Curar, a veces; aliviar, a menudo; consolar, siempre”-, que justifica la importancia del humanismo en el ars medica, más allá del conjunto de técnicas y aprendizajes.
En nuestro caso además, el hecho de que la cena formara parte de los actos del Centenario de la creación del ICOMM –que ha contado con un índice variado e interesante-, le daba más “peso social” al acto, extravasándose incluso de esa pequeña historia a la que me refería antes, por lo que en el acto se escenificó; ya que no sólo es merecedora de resaltarse la propia ceremonia de entrega de los distintos galardones y premios, sino también lo que pasó fuera y alrededdor de la misma, con el encuentro de varias generaciones de médicos, que han sido, son y serán la historia de la sanidad melillense.
Porque el evento tuvo un significado espacio, para el reconocimiento a médicos de la trayectoria profesional y humana de Mª Carmen Fernández, Francisco Navarro, Juan Aranda, Juna Ríos, Eduardo Tribugoff, Enrique Remartínez, Ignacio Velázquez, Antonio Marín, y a título póstumo también recibió el colegiado de honor el Dr. Carlos Pantoja –que recibió en su nombre su esposa y nuestra compañera Vanessa Castrillo-; todos ellos fueron acompañados por familiares, amigos y compañeros, e incluso pudimos comprobar que el recambio generacional es una realidad, ante la presencia de un numeroso y activo grupo de médicos jóvenes y de residentes, en alguno casos con el añadido de vínculos familiares que hacían planear un merecido orgullo, y que despertaron en mí sentimientos de añoranza y sana envidia, sin lugar para el rencor. Y como no también de recuerdo por los que ya no estarán, con especial referencia a las últimas o más recientes pérdidas de los compañeros Celso Barrutia, Robert Lygas, Carlos Pantoja y Daniel Carballo.
Siendo consciente de que destacar a alguien de un grupo de personas todas merecedoras de ello, conlleva el riesgo de subjetividad e incluso puede que de injusticia, creo que por Eduardo, el dr. Tribugoff, el oncólogo de Melilla, se merece correr ese riesgo, y es que ha sido durante toda su vida profesional en nuestra ciudad, un ejemplo de los valores antes expuestos. Con esto queda todo dicho, ¡muchas gracias, Eduardo!
Y como acto señalado de la noche, tuvo lugar el anuncio de la creación del Premio “Dr. Carlos Pantoja”, en recuerdo del compañero que tan inesperada, injusta y trágicamente nos dejó en marzo pasado, truncando un proyecto de vida –familiar, profesional y social-, dejando un vacío enorme –en especial para su familia y amigos-, muy difícil sino imposible de reponer para Melilla por su personalidad y capacidad profesional.
Que la primera persona que recibiera este premio –que quiere reconocer la trayectoria profesional y el compromiso con la profesión médica- fuera Antonio Marín, es una garantía de muchas cosas, entre otras del nivel del premio por el rango profesional del dr. Marín, por la personalidad del compañero Antonio, por el saber hacer del jefe de servicio –muchas veces máximo responsable del hospital-, y sobre todo por su amable y sufrida –es atlético- educación en el trato a las pacientes, en el que siempre reina la afabilidad. Enhorabuena Antonio, y muchas gracias dr. Marín.
Sólo queda por ser de justicia, felicitar al presidente del ICOMM –el dr. Justo Sancho-Miñano Jr.- y a toda su Junta Directiva, por la iniciativa y por haber logrado reunir a la mayoría de nuestro colectivo profesional, cierto que con motivos sabiamente elegidos, como otrora ocurría en que los actos de la patrona comprendían actos culturales, profesionales, deportivos y sociales. Este es el norte y objetivo a perseguir.
Y ante los importantes retos futuros, que a corto y medio plazo tiene la sanidad de Melilla, y por ello nosotros -donde los facultativos más que necesarios somos imprescindibles-, sólo queda rogar por la protección y consejo de la excelsa Patrona y celestial protectora en nuestras decisiones .. ¡y las de quienes nos rigen!
Que pasen un feliz verano, protéjanse del sol .. y de la caló¡