Patrona, no es solo una talla más o menos atractiva…
Patrona, es un alma colectiva, donde lo individual, se amplía engrandeciéndose.
Al evocar hoy a nuestra Patrona, la Santísima Virgen de la Victoria, nos acude a la memoria, todos aquellos que un día tuvieron palmeras y soles y hoy ascienden por el recuerdo, como guías para un sendero sin final llamado vida.
Fueron destellos de épocas pasadas. Se llamaron hermanos, esposos, hijos, padres y abuelos., Sin embargo hoy, guardan, entre la hermandad silenciosa del patio que los une en nuestro cementerio, una razón para seguir evocándolos en el día que amanece. La razón de una semilla, que fructificó en nosotros. Vivieron, a pesar del dolor que nace de la carne y de las incomprensiones. Por eso nuestra fe, tiene que ser pétrea. Indesmayable. Una fe nacida de la entrega de otros, que dejaron sus vidas, por mantener un estilo, una razón de ser. Una fe no improvisada, ni mucho menos concedida. Una fe propia. Trasvasada a través de generaciones, con su ejemplo más allá de la vida.
Porque la vida tiene más allá, cuando se ha sabido y se sabe entregar por los demás. Esa es también la razón física de Nuestra Patrona. La herencia que cubre su delicada talla de madera.
Cuando vayamos a verla, no debemos ir por obligación, sino por entusiasmo. Entusiasmados de que veremos, entre los pliegues de su manto y en la bondad de su bello rostro, a nuestros antepasados, unidos en la gloria de su sonrisa y en el gesto amoroso de sus brazos. Virgen, es también un poco el alma de cada uno de nosotros, ya que Patrona, somos todos al unísono, cuando nos entregamos, en la búsqueda de una ciudad mejor cada día. Esa es nuestra Victoria.
