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¡No le llames subnormal! Reflexiones de un padre en el Día de la Discapacidad

NICOLAS

Por Nicolás M. Fernández Bonnemaison – Padre de Nico

A lo largo de este siglo, se ha producido en España un reajuste del vocabulario en aras a evitar que las palabras acentúen o perpetúen situaciones de discriminación social en diferentes ámbitos: raza o procedencia, orientación sexual, machismo, etc.

De este modo, cuando se pronuncia una palabra o frase que resulta ofensiva a alguno de estos sectores, afortunadamente, provoca el rechazo de los interlocutores o de los medios de comunicación y organizaciones políticas, en el caso de que estas “desafortunadas expresiones “alcancen difusión local, nacional o internacional.

Poco a poco van extinguiéndose expresiones como maricón, sudaca, negro o “mujer tenías que ser”, empleadas siempre en sentido despectivo o para descalificar o insultar a los destinatarios de esas palabras. Este es un avance social del que todos y todas debemos enorgullecernos.

Sin embargo, no deben sonar tal mal expresiones como subnormal, mongolo o autista, que se siguen profiriendo sin apenas reproches sociales y pronunciadas todas como una forma de insultar, despreciar o descalificar. Es muy frecuente oír decir con saña frases como “este tío es subnormal” o “fulanito parece mongolo” entre otras de este tipo.

Soy consciente de que la mayoría de los que las emplean no lo hacen con intención de despreciar a las personas subnormales o autistas e, incluso, casi nunca las dirigen a ellos. Pero es una realidad que el lenguaje es muy importante porque puede conferir carácter despectivo a un importante sector muy vulnerable de la población.

La RAE define subnormal como “dicho de una persona: que tiene una capacidad intelectual notablemente inferior a la considerada normal”. Aplicando esta acepción mi hijo y la mayoría de sus compañeros de ASPANIES o Autismo Melilla son subnormales y, desde luego, les puedo asegurar que, lejos de que esta condición implique algo despectivo, está conectada con la lucha , la superación y el esfuerzo que necesitan para vivir con dignidad en un mundo que se lo suele poner difícil al diferente.

Por otra parte, las familias de estas personas nos sentimos heridas y, en cierta medida, agredidas cuando escuchamos estas expresiones descalificativas. Nada mas oír “pedazo de subnormal” o “pareces un autista” se nos encogen las tripas de pena, rabia e impotencia. Y, quien lo ha sufrido, lo sabe.

Me permito aconsejar no desacreditar a ninguna persona; lo reprochable son los actos y las ideas no quienes los sustentan pero, si aún así deciden hacerlo, pido que utilicen cualquiera de los muchos términos que ofrece nuestro idioma y, por favor, ¡no le llames subnormal!

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