¿Nació la Unión Europea para perjudicar a Estados Unidos?

Carlos Entrena Palomero
(Personajes: Carlos Entrena, autor del artículo)

Por Carlos Entrena

El presidente Trump ha escenificado durante estos últimos días una desordenada declaración de guerra comercial global, de proteccionismo nacionalista, que ha producido caóticos efectos sobre las Bolsas, sobre el precio del bono americano y la cotización del dólar. Evidentemente, ha tenido que dar marcha atrás, dándonos tregua arancelaria de 90 días al 10%, para centrarse en lo que realmente le debe preocupar que es el poder comercial de la República Popular China ya que los precios de sus productos no se forman en un modelo de libre mercado, de oferta y demanda, sino que los fija el Estado. Efectivamente, China es una dictadura comunista de partido único, que actúa como empresario y fija los precios arbitrariamente para que resulten competitivos en el mercado internacional. Esto explicaría el ímpetu arancelario de Trump que no debe extender a los productos de los países donde compiten las empresas.

Ha llamado la atención, durante esta fase de incertidumbre, la justificación dada por Trump para imponer nuevos aranceles sobre productos de procedencia europea al afirmar, infundadamente, que la Unión Europea nació para perjudicar a Estados Unidos. Nada más lejos de la realidad. EEUU propugnó el primer paso que dio impulso al nacimiento de las actuales instituciones europeas tras la II Guerra Mundial, que se plasmó en la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, la CECA, ejecutado con la clarividencia de los fundadores Robert Schuman y Jean Monnet para evitar reproducir las dos terribles guerras sufridas por el insensato y violento nacionalismo… La intervención militar americana y la posterior ayuda económica para la reconstrucción de Europa fueron esenciales para salir de la hecatombe, y para asegurar la paz en Europa.

En efecto, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (Tratado de Paris en 1951) nació como organización regional que evitara un conflicto territorial entre Francia y Alemania, tensionadas en el Sarre y la Cuenca del Ruhr de Alemania, para lo cual se creó una autoridad que regulara un mercado único en aquella región productora de carbón y de acero.

La CECA resultó un éxito y animó a los políticos europeos a lanzarse a la segunda etapa de construcción de un marco económico común, más ambicioso, con la creación del Mercado Común. En 1957 los 6 países fundadores, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, firmaron el Tratado de Roma persiguiendo dos políticas comunes: la Unión Aduanera y una política comercial común que eliminara barreras comerciales y asegurara el intercambio y la competencia comercial.

El éxito del libre comercio en el mercado interior europeo atrajo a otros países deseosos de evitar trabas para el comercio que se fueron incorporando como nuevos miembros: Gran Bretaña, España y Portugal… y se ampliaron los objetivos a ámbitos no económicos. Así nació la tercera fase que configuró la actual U.E. a través del Tratado de Lisboa el 13 de diciembre de 2007 que amplió los objetivos a áreas no económicas como el reconocimiento de los principios democráticos en las organizaciones del poder público en los Estados miembros, de la preeminencia del Derecho de la Unión y del Tribunal de Justicia de Luxemburgo respecto al Derecho interno y, siempre con el fin de defender la libre competencia.

Así pues, las instituciones europeas son el resultado de la gran ayuda prestada por EEUU a Europa en el ámbito militar, económico y organizativo tras la II Guerra Mundial. Esto no lo olvidan los europeos y el buen entendimiento para negociar los aranceles sigue vigente. Hace pocos años la Unión Europea y EEUU negociaron, sin conseguirlo, establecer un arancel “o” para el intercambio comercial y el establecimiento de una zona de libre cambio. Evidentemente, habría sido muy beneficioso para ambas partes del Atlántico, pero la iniciativa no avanzó. Ahora, con el movimiento arancelario todavía activo, sería un momento oportuno para reabrir aquellas negociaciones pues las relaciones entre Europa y EEUU, de todo orden, deberían reforzarse ante la ambición de poder de los estados intervencionistas que no creen en la libertad de las personas, en el libre mercado, ni en el libre comercio.

 

(*Carlos Entrena es melillense y presidente del Club Liberal Español)

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