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Moll de Alba: La muerte en un abrazo (IV)

Por José Antonio Cano Martín

… Sebastián Moll de Alba, hijo del coronel de Infantería don Bernardo Moll Pastor y de doña Adelaida de Alba y Cano, nació en Zaragoza el 10 de octubre de 1871. Hace honor a la tradición familiar e ingresa en la Academia General Militar el 29 de agosto de 1889. Segundo teniente de Infantería en 1893, obtiene su primer destino en el Regimiento de la Constitución nº 29, en Puerto de Santa María; pocos meses más tarde se incorpora a Melilla y toma porte en varias acciones de guerra, en los que se le cita como distinguido. Se traslada a Madrid como abanderado del 1º batallón y tiene destinos después en Alcalá de Henares, Palmas de Gran Canarias y Santa Cruz de Tenerife. En 1899 regresa a Madrid yo ascendido a capitán. Contrae matrimonio en Madrid en 1900 con doña Teresa Garriga del Villar, y en prolongado viaje de bodas que dura nueve años, ocupa destinos en Guipúzcoa, Vitoria y Orense. Pertenece ahora al Regimiento Inmemorial del Rey nº y con él sale en 1909 otra vez para Melilla y de nuevo actúa en el Gurugú, Nador, y otra vez se le cito como distinguido, y en su pecho luce una medalla más al valor.

Asciende a comandante en 1912 y regresa a la península, pero tres años más tarde regresa a África por tercera vez para mandar una columna de caballería y Policía Indígena, con la que actúa en Alcazarquivir, Larache, Arcila, Aox, Cuesta Colorada, etc. En 1915 asciende a teniente coronel y actúa en las operaciones de Beni Arós, Tazarut, Sidi Musa, etc. Durante diez años interviene en todas las operaciones de la zona occidental.

En 1925 se incorpora a la columna del coronel Fanjul, con la que interviene en Buharrás y Zoco Telata, en don resulta herido mortalmente el 13 de diciembre, muriendo en pleno combate abrazado a su hijo Luis, que desempeñaba el cargo de su ayudante. Para premiar su heroísmo y la abnegación de este magnífico jefe, cuya ejecutoria no cabe en un breve bosquejo biográfico, el mando le ascendió a coronel por méritos de guerra a título póstumo y la Patria le premió su memoria enterrando sus restos en un panteón especial, junto con su hijo, en el cementerio de San Lorenzo de Madrid, ciudad que rindió a ambos un homenaje popular en nombre de toda España.

Concesión de la Laureada

El teniente coronel don Sebastián Moll de Alba, el combate librado entre Ain-Yir y Zoco Telata de Anyera el 13 de diciembre de1924, al frente de dos compañías del regimiento de Infantería de Ceuta nº 60, se dirigió a proteger la evacuación de la posición de Telata, y, advertido por confidencias de que numeroso enemigo apostado en alturas próximas impediría su mando adaptó en su marcha medidas de protección permitieron establecer inmediatamente el orden de combate. Ante la superioridad numérica del enemigo y las bajas que su fuego eficaz producía en la pequeña columna, apreciando lo crítico de la situación, dio orden de retirada, en la que, ocupando siempre los puestos de mayor peligro y dando notable ejemplo de valor, serenidad y entereza, dirigió la operación desde los últimos escalones, conteniendo al enemigo, que, auxiliado por cabileños de las aduares de retaguardia, sublevados, que impedían la retirada, trataban de envolver a la columna. Herido gravemente, negóse a recibir asistencia facultativa y a ser retirado del combate, que continuó dirigiendo, animando a su tropa y dando órdenes apoyado en un soldado y en el alférez de Infantería don Luis Moll Garriga, ayudante del batallón, hijo suyo, hasta que próximo a la posición de Ain Yir, objetivo de la retirada, y agravado extraordinariamente por el esfuerzo realizado desde que fue herido, una descarga enemiga produjo su muerte, la del alférez don Luis Moll y de algunos soldados que con ellos formaban un pequeña retaguardia. El Rey se ha dignado conceder al teniente coronel de Infantería don Sebastián Moll de Alba la Cruz Laureada de San Fernando. Madrid, 19 de febrero de 1928. Diario Oficial nº 48. Martínez Anido.

Tikún dista un kilómetro de Harcha y cinco de Aulef. El 3 de octubre, a las doce de la mañana, sale del blocao el cabo Juan Pellicer con cuatro soldados y el acemilero para hacer el servicio de aguada

Es un servicio rutinario, que todos los días se hace a la misma hora: pero esta vez les ataca el enemigo desde unas alturas dominantes y les impide recoger el agua. A partir de ahora, Tikún quedará completamente cercado. Los 18 hombres del batallón de Cazadores de Chiclana sufren tres bajas en este primer día de cerco al intentar hacer la aguada: el cabo Juan Pellicer y los soldados Antonio Sánchez Agüera y Ramón Martin, cuyos cadáveres no pueden ser rescatados a pesar de intentarlo el soldado de primera Gabriel González y el de segunda José Bonilla, que en diversas ocasiones exponen la vida sin lograr su propósito.

El enemigo queda apostado en unas rocas que casi tocan la alambrada y no cesa de tirotear sobre Tikún. Se propone evitar que los defensores hagan la aguada, y lo consigue, porque es imposible asomar por el parapeto sin exponer la vida. El sargento jefe del blocao, don Manuel Sánchez Vivancos, reúne a los 15 hombres y les dice: -Desde hoy quedan racionados los víveres y el agua. No sabemos cuánto tiempo tendremos que aguantar el cerco y hemos de tomar medidas por si esto continúa. El diario de operaciones del blocao refleja todas las incidencias del asedio. El día 7 dice: Los guardias enemigas hacen fuego incesante y a las diez de la noche se aproximan a las  alambradas en gran número, intentando un asalto a la posición, y es rechazado con fuego de fusi1 y bomba de mano, teniendo la seguridad de haberle hecho muchas bajas. Se le obliga a retirarse, pero queda parapetado a muy pacos metros de la alambrada, protegido por rocas, desde las que hace fuego durante la noche. Al amanecer se retira hasta el macizo rocoso que hay más atrás y desde allí impide todo movimiento dentro de Tikún

El día 14, el diario de operaciones prosigue así:

Amanece el día con aparente tranquilidad. Se oyen algunos “pacos” no muy distantes, aumentando e1 número de disparos a medida que transcurren las horas. A las cuatro de la tarde se nota gran algazara en el campo enemigo, seguramente porque van llegando moros en gran número, entablándose a continuación un reñido combate, que culmina a  las once de noche, en que atacan furiosamente. La guarnición apena puede rechazarlo y consigue poner en fuga a los harqueños gracias a a su serenidad y a las granada de mono.

Este día Tikún se conmueve ante una adversidad. Cuando el propio sargento Sánchez Vivancos lanza las granadas de mano, rechazando el ataque, una de ellas estalla prematuramente por defecto de la mecha y le destroza la mano derecha, hiriéndole también los balines en diversas partes del cuerpo.

Cuando esto sucede, el ataque estaba en el momento culminante. El sargento Sánchez Vivancos se da cuenta de que los electos de su herida pueden ser desastrosos en horas tan críticas. Y opta por callar para que los soldados no se enteren. Cuando cesa el ataque, sin poder contener el dolor, grita desde su tienda llamando al soldado de primera:

-¡Gabriel! ¡Gabriel…. ven aquí! Acude Gabriel González. El sargento le muestra la mano destrozada y dice: -Tienes que amputarme las piltrafas de carne colgante. Te he llamado a ti para que los demás no se enteren de mi herida y para que no trascienda al enemigo. ¡Anda, corta!

El soldado de primera apenas intenta tocar la mano destrozada, se pone pálido y un sudor le invade la frente. -No sé si podré, mi sargento. Yo nunca hice nada parecido.

-¡Date prisa. Gabriel! El improvisado cirujano se apoya contra las cajas de munición y antes de iniciar la cura se desvanece y cae al suelo.

El sargento no sabe a quién llamar, ya que confiaba en Gabriel para que le guardara el secreto mientras no se aclarase un poco la situación. Piensa en otro soldado que reúne parecidas condiciones que el primero. Y lo llama a voces:

-¡Sánchez!… ¡Que venga José Sánchez! Cuando llegó, le explicó los motivos de su llamada. Lo primero que has de hacer es vendarme para cortar la hemorragia. Y lo segundo es no decir a los demás que me quedé sin manos, ¿entiendes?

El sargento se repone un poco, pero la noticia corre hasta los defensores. Entonces prefiere comunicárselo él mismo. Sale de la tienda y se acerca al parapeto.

-Mi herida carece de importancia, muchachos. Si nos atacan otra vez, yo lanzaré las granadas con la mano izquierda.

Los soldados reaccionan valientemente. -No se preocupe, mi sargento. Yo me encargo de lanzar las granadas – dice al primera Gabriel.

Los de Tikún sólo están enlazados con el blocao de Harcha. Cuando necesitan decir algo lo hacen a gritos. Aquel día, para no alarmar, el sargento le transmite el parte rutinario:

-¡Harcha..! Habla el sargento jefe de Tikún. ¡Sin novedad!

El 20 de agosto, al anochecer, atacanotra vez los harqueños. Los deTikún responden con el fuego. Después de una hora de intenso tirotea por ambas partes se hace el silencio. De las rocas donde está el enemigo llaman a Tikún. Es una voz española que dice:

Soy un cabo del batallón de Las Navas que traigo orden del jefe del sector para entrar en el blocao y hablar con el sargento Sánchez Vivancos. Abran la alambrada y no disparen. Los de Tikún quieren asegurarse de que todo ello es cierto y preguntan:

-Pero tú quien eres de Las Navas?

-Todos me conocen allí por el cabo catalán, porque soy de Tarragona.

En Harcha hay un cabo natural de Barcelona que habla el español con marcado acento catalán. El sargento Sánchez Vivancos desea comprobar hasta qué punto es cierto cuanto acaba de oír y le dice:

-Mira, llama al cabo de Harcha. Cuanto me has dicho a mi díselo en catalán y después que él me lo diga en español. Pasan unos minutos y el fingida catalán no llama a Harcha. -¿Veis cómo era una trampa? Ese es un prisionero que habla obligado por los moros. Querían sorprender nuestra buena fe. Utilizando al prisionero, la harca se había acercado a las alambradas. En el diario de operaciones de la posición correspondiente al día 20 de octubre se lee lo siguiente:

Hoy se han terminado completamente los víveres y el agua. Los soldados beben orines hervidos y varios se han desmayado en el parapeto.

La herida del sargento presenta síntomas de gangrena y sólo puede curarla con orines. El día 3 de noviembre -sigue anotándose en el diario- la situación es apuradísima. Sin víveres ni agua, los soldados apenas se pueden tener en pie. A las tres de la tarde se oye llamar al sargento por su nombre y apellidos en correcto castellano. Dice ser un cabo de Chiclana y manifiesta que está con las moros y le envían los muros para que permitan la entrada en el blocao al jefe de cabila. El sargento le contesta que le diga al jefe que no quieren aceptar su trato y le aconseja que se retire, pues caso contrario hacen fuego sobre él.

Si quieres -le dice el sargento al cabo parlamentario que está prisionero-, puedes quedarte con nosotros. -No puedo parque me están apuntando los moros con sus fusiles.

Al día siguiente llueve con intensidad, y los de Tikún sacian su sed. Pero siguen careciendo de víveres. Por la noche se presentan al sargento tres voluntarios: Gabriel González. Alejandro Navarro y Hermenegildo Garrón. Si nos autoriza, vamos a Harcha para traer algunos víveres y alguna medicina. No nos pasará nada, mi sargento. El sargento accede, y en el diario de operaciones se relata así el hecho: No se dispone de clave, y como se necesita saber si han llegado, se conviene en que al entrar en la posición Harcha llamaría desde allí al sargento en la misma forma que para comunicar los partes, añadiendo la contraseña «Gabriel».

Para ir se avisa a Harcha gritando para que escribieran lar letras sueltas de cada una de las palabras que comunicábamos.

Más de una hora tardaron en llegar. Después se supone el motivo: uno de ellos se desmayó tres veces en el camino, y sus compañeros, que no querían por ningún motivo abandonarle, tenían que esperar a que se repusiera. Durante el trayecto estuvieron a sólo quince metros de las guardias enemigas, pero debido a la niebla pudieron escapar sin ser vistos. Al fin se oyó la voz del sargento de Harcha pronunciando la palabra convenida. ¡Han llegado sanos y salvos! El regreso presenta nuevas dificultades porque halevantado la niebla: pero a pesar de ello se hace también sin novedad. Mejora un poco la situación en Tikún. Los escasos víveres se distribuyen y el sargento puede ser curado, cortándose él mismo las piltrafas y trozos de tendones ya podridos, así como las esquirlas de los huesos.

En la tarde del diu 8 aparece a unos 60 metros del blocao un individuo que llama al sargento. Soy Medina, ¿no me conoce? Acabo de hablar también con el sargento Villegas, del blocao del Puente. En efecto, el sargento Sánchez Vivancos le conoce.

-¿Qué quieres? -le pregunta. -Deseo entrar en el blocao para hablar contigo. -De acuerdo; pero si entras es para quedarte aquí.

-Eso no puede ser porque estoy prisionero, y si no regresa mis compañeros lo pasaran mal. Pero nada tienes que temer. Yo solo quiero que me dejes entrar para hablar contigo. Sólo te dejaremos entrar, pero no salir. Si no aceptas esto, es mejor que te retires, porque abriremos fuego inmediatamente. El alto espíritu de los de Tikún corta una ver más a la harca la posibilidad de apoderarse traidoramente del blocao…

Jefe batallón de Chiclana a jefe posición. Reciba la más entusiasta felicitación por excelente espíritu demostrado por defensa que hace del blocao esa posición, confiando que será relevada en breve. La aviación arrojará víveres y agua.

En efecto, no tardan los aviones en llegar y, volando a muy poca altura, arrojan sacos con víveres y pan. Pero ninguno cae dentro, por las escasas dimensiones del blocao. Algunos sacos se rompen al estrellarse contra el suelo y los panes que contienen salen rodando por entre las peñas.  No se puede recoger ninguno, porque los harqueños lo impiden con sus disparos. De noche salen varios soldados voluntarios, acompañados por el perro «Chacal” y logran recoger la mayor parte. Tres días después vuelven los aviones y arrojan 25 sacos con víveres y pan. Nueva odisea para recuperarlos, en la que no regatean esfuerzos los soldados y “Chacal”.

El 16 de diciembre ya se han agotado todos los víveres y el agua. Harcha comunica que tiene un telegrama del general de la zona y que estén atentos para escucharlo, General zona a posición Tikún: “No ignoro situación actual en que se encuentra esa valiente guarnición, que saludo con afecto, felicitándola por heroica defensa que hace fracasar planes enemigos. Ínterin reino fuerzas numerosa que pronto subirán ese macizo para liberar todos las posiciones, doy orden al servicio de aviación para que intensifique aprovisionamiento víveres arrojándolos sobre Harcha destinados esa posición, a fin de alargar su heroica defensa.

Hoy es el día más grande de todos para la guarnición de este blocao. Es también el de mayor recuerdo y el comienzo de una nueva vida para estos soldados que poco a poco desaparecen por consunción”. A las diez de la mañana se oyen ruidos de motores: son tres grandes aeroplanos que se acercan al blocao. Se aproximan más y descienden sin temor a las descargas de fusilería del enemigo. Dan vueltas a menos de diez metros de altura y dejan caer los sacos muy cerca de nosotros; algunos caen en la misma alambrada. ¡Esto es vida! Ya puede el enemigo disparar lo que quiera, porque ante el entusiasmo de los soldados no hay nada que se oponga... (Continuará)

               Bibliografía consultada Al final del último capítulo      

                 

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