Melillenses de pro

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Carlos Castañeda es un ejemplo de tantos melillenses que hacen patria chica con su valor y esfuerzo cada día, a menudo de forma desinteresada, como ocurrió en el caso de Carlos Javier López, que el mismo día que se graduó como oficial del Cuerpo Nacional de Policía salvó la vida a un hombre junto a otros dos compañeros Aunque los reconocimientos no son exclusivos de septiembre, sí es en este mes cuando se concentran algunos de los más significativos e importantes en nuestra ciudad, como es el caso del Melillense del Año y las Medallas de Oro. Anoche fue entregado el primero a Carlos Castañeda, un empresario que durante años ha contribuido con su trabajo a generarlo también para sus convecinos. El nuevo Melillense del Año ha sido durante gran parte de su vida una pieza más del engranaje que día a día mueve la maquinaria que sostiene el desarrollo económico y social de esta ciudad. Pero su trabajo al frente de su empresa y su empuje al sector con la fundación de la Asociación de Comerciantes de Melilla no son lo único que lo han hecho merecedor de tan simbólico galardón. Las inquietudes culturales, religiosas e históricas de Castañeda mantienen vivo el legado de Melilla la Vieja, donde nuestra ciudad empezó a desarrollar su historia como parte de España, y dentro de cuyos muros sus habitantes han tenido que unirse ante las adversidades, que no han sido pocas, en estos casi 517 años. Lo veremos en el libro que está confeccionando y que ayudará a que Melilla se vea como "algo más que una valla", como el propio Castañeda desveló en una entrevista concedida hace unos días a este Periódico.

Castañeda es un ejemplo de tantos melillenses que hacen patria chica con su valor y esfuerzo cada día, a menudo de forma desinteresada, como ocurrió en el caso de Carlos Javier López, que el mismo día que se graduó como oficial del Cuerpo Nacional de Policía salvó la vida a un hombre junto a otros dos compañeros. Este joven melillense, destinado en Málaga, saltó a las vías del tren para rescatar a un pasajero que cayó desplomado desde el andén justo cuando el ferrocarril ya estaba entrando en la estación. De no ser por la valiente y decisiva acción de estos policías, seguramente aquella tarde se habría hecho trágica. Y uno de ellos es melillense, para orgullo de esta ciudad, que ya sabe lo que es que otros agentes se jueguen la vida por salvar la de otros, como fue el recordado caso del cabo del GEAS Javier Ferrón, que fue condecorado hace unos años con la Medalla de Oro.

El 17 de septiembre sucederá lo mismo con el oficial Carlos Javier López para orgullo de Melilla, a pesar de que esta máxima distinción no contara con la unanimidad de la Asamblea y se viera envuelta en otras polémicas ajenas a la generosa y valiente acción de este policía. Ello no resta valor a esta Medalla de Oro. Ni siquiera las críticas del socialista Dionisio Muñoz, que llegó a dudar de que el agente la mereciera asegurando que se estaba bajando el listón en tan importante recompensa. Las lamentables palabras de este diputado que va camino de la puerta de salida, pronunciadas en la Asamblea la semana pasada, no merecen respuesta porque caen por su propio sin sentido. Nadie duda del valor que tiene salvar una vida en situaciones de enorme peligro para uno mismo. Pocos son capaces de hacerlo, pero Melilla tiene la suerte de tener entre sus hijos a algunos de ellos, contribuyendo a mantener el buen nombre de esta ciudad dentro y fuera de sus fronteras.

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