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Melilla y los melillenses, nuestro paraíso

Ramesh Nanwani (Melillense y Presidente de la Comunidad Hindú de Melilla

Granada, Domingo 20 de noviembre de 2022

¿Cómo podría empezar algo que sucedió en el autobús nº 33 de Granada? Puede ser algo insignificante, pero tal y como vivimos hoy en día, he querido escribir estas líneas. Porque la raza humana en la mayoría de las ciudades se ha vuelto mala, egoísta, miserable, ruin… pero como siempre digo, mi Paraíso Melilla y su gente distinta. Como comentaba al principio de este artículo, iba en el autobús camino de la Santa Iglesia Catedral. Mi buen amigo Salvador (Bori) Gallego, gran melillense, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Granada, me dijo el día anterior que le acompañara a la misa de los domingos en la Capilla Real, ya que me iba a encantar tanto el interior como el exterior. A las 8:30 horas me encontraba en el Bus

¡¡¡Dios, qué frío pasé esperándolo!!! Estuve a punto de subir a la casa de mi hija para buscar unos guantes, pero hubiera sido un mal gesto con mi amigo Bori haber perdido el transporte y llegar tarde a nuestro punto de encuentro. Él sabe, perfectamente, mi interés por acudir a escuchar misa y admirar los lugares donde se da. La Catedral y la Capilla son preciosas. Increíble el poder del ser humano en la construcción que duró varios siglos y dos décadas, respectivamente. Nadie mejor que mi amigo Bori Gallego para relatarme cómo se construyó dicho panteón real. Se levanta por orden de los Reyes Católicos, precisamente donde se encuentran sus restos mortales, debajo del marmóreo cenotafio coronado con las esculturas yacentes de sus reales majestades. Junto a ellas, en idéntica actitud, las de su hija Juana “La Loca” y su esposo Felipe “El Hermoso”.

Bajamos a la cripta para ver sus sarcófagos de plomo. Impresionante su arquitectura gótica así como los detalles platerescos de nuestro primer renacimiento que funde la estética musulmana y la cristiana en algunos de sus detalles más significativos.

He de reconocer que, tal y como me dijo mi amigo, me encantó, quedándome boquiabierto según iba admirando la obra de los artistas italianos y españoles que realizaron este conjunto diseñado en su fábrica por Enrique Egas.

Durante la celebración de la Eucaristía, pude seguir las lecturas correspondientes detenidamente, gracias a que, diariamente, las recibo en mi móvil del que fuera Vicario en nuestra ciudad, mi buen amigo Roberto Rojo. Pero bueno, vayamos a la razón de este artículo que, precisamente, ocurrió en el autobús. En una de las paradas entró un señor y depositó veinte euros para la compra del ticket, a lo que el conductor le comentó que no tenía cambio ya que, anteriormente, tuvo que dar todo el que disponía y que sólo se admitían billetes de cinco o diez euros. Sorprendido, el hombre miró de izquierda a derecha buscando con la mirada a alguien que le pudiera cambiar el billete de veinte euros. No había más de una docena de personas pero parece ser que, casualmente, nadie tenía o no se habían molestado en comprobar si podían canjeárselo por otros de fracciones más pequeñas. Yo también lo hice pero al ver que tampoco disponía le di una moneda de dos euros para que pudiera sacar el boleto. Se quedó algo sorprendido y vino a darme los sesenta céntimos sobrantes, agradeciéndomelo y comentándome que tenía una pequeña deuda conmigo. A lo que orgullosamente respondí “no se preocupe caballero, la gente de Melilla somos así”.

Cierto, por donde voy, voy (valga la redundancia) esparciendo el nombre de Melilla y el buen comportamiento y gran corazón de los melillenses. Esto lo he aprendido en La Salle con mis profesores, Hermanos y compañeros de clase y con la educación que me inculcaron mis padres desde muy corta edad. Me siento orgulloso de mi ciudad y de mi gente. Estoy seguro de que cualquier melillense hubiera actuado de la misma manera que lo hice yo. Va en nuestra forma de ser. En nuestro “Paraíso Melilla” seguimos siendo humanos, sea cual sea nuestro credo y así lo demostramos orgullosamente allí donde vamos.

Ya puesto, terminaré contándoles lo que vino a continuación. Apenas tiene que ver con lo recientemente comentado. Después de la misa habíamos quedado con María Rosa, pareja de Salvador e hija de Francisco Marqués Vivancos, sí, aquel gran hombre que fue presidente de la Cámara Oficial de Comercio — propietario de la famosa “Vinícola”— que durante muchos años defendió a empresarios y trabajadores de la Ciudad, intentando y consiguiendo siempre la buena armonía entre ambos. Desayunamos juntos donde pude seguir comprobando que esta pareja se complementa a las mil maravillas, personal y profesionalmente. Dos melillenses en tierras granadinas y que también van divulgando orgullosamente el nombre de Melilla allá por donde van. Así es Melilla y así es su gente.

Namasté.

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