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Melilla: Recuerdos de un pasado vigente. La Pollinica y la Legión os esperan

Por: Fº. Carretero V.

Amigos, melillenses, huéspedes, transeúntes, foráneos, venidos de otros lugares, ciudadanos, venid, acudid a contemplar el prodigio tan maravilloso que vais a ver y sentir, donde participareis una vez más de nuestra idiosincrasia, inexistente en ningún otro lugar de la tierra, por lo que entre todos tenemos que cuidar y mimar, como fruto de unión y amor, con la periodicidad que marca el calendario, observando como se produce, por las calles, avenidas y plazas, todas fijadas por el llamado itinerario, y en particular durante el acceso y trayecto del Parque Hernández, la “S I M B I O S I S” que surge súbitamente de forma natural e incólume, con la debida probidad, entre: La Legión, el pueblo, y la gloriosa entrada en Jerusalén, evocada con el paso de La Pollinica, seguido por el de la Virgen; llenando de efervescente fervor humano, conjugado por la pasión, todos los lugares por los que va transitando la procesión.
Iniciándose con la Escuadra de la Policía Local (antes Municipales), luciendo vistosos uniformes de gran gala, con cascos rematados en la parte superior con el ápex, del que se sujeta la cimera de plumas o crines, tan llamativa. Van abriendo el paso en la marcha, con considerable elegancia y soltura (en otros tiempos iban a caballos).
Los penitentes se encaminan haciendo el recorrido en dos hileras, una a cada lado de la calzada, niños, adolescentes y adultos, ataviados con túnica y toca egipcia y algún que otro de nazareno descubierto, al igual que los portadores de: cruz, estandartes, libro de reglas, candelabros y demás enseres que marca la normativa, al tiempo que realza el acompañamiento e imprime sus indicativos parroquial y de cofradía. Los incensadores, con su atuendo singular. Angelitos, precediendo el paso, con cestitas conteniendo pétalos que van esparciendo por el suelo. Acólitos y monaguillos con su indumentaria peculiar. Al inicio en el centro, el corralito andante de los peques.
La Banda de Música de la Ciudad, se traslada guardando durante el transcurso del mismo, la apropiada compostura, interpretando el repertorio previsto, entre los que se podría destacar: de Haendel: Aleluya y Sé que mi Redentor vive, ambos de “El Mesías”; de Verdi: Marcha triunfal de “Aída”; de Bach: Jesús, alegría de los anhelos del hombre; de Edgar: Pompa y circunstancia: Marcha nº1; de Mozart: Sinfonía nº40, Primer movimiento, Allegro con brío, etc., etc., etc.
Cercano al paso de La Pollinica, la escolanía de La Salle – El Carmen- cantando “Hosanna”. Desde el más lejano recuerdo que tengo, este centro, siempre ha participado activamente en grado sumo, en esta procesión.
En su lugar, las manolas, “suspiro” de la Semana Santa, ¡gloria bendita!, su presencia en todos los pasos, le da esplendor y tradición a las comitivas; bien plantá, con garbo y tronío, van exhibiendo con gallardía sus relevantes mantillas, levantadas y sustentadas por las estructuradas torres palaciegas de sus peinetas, andan con sutil donaire, contoneándose suavemente al compás de la brisa, con su pizca de sal, como una flor rociada de vida, emitiendo dulzura; llevan con recato, el enaltecimiento a María Santísima y su hijo Jesucristo.
La Pollinica, avanza escoltada por La Legión. Y la Virgen, acompañada como es inveterado, por la Guardia Civil, que deja su impronta allá por donde va, como paradigma del honor.
Los hombres de trono y capataces, con su particular personalidad, se someten voluntariamente a ese esfuerzo añadido, que les llevan a procesional los diferentes pasos con la lealtad y devoción de que hacen gala constantemente, durante el transcurso del cortejo que realizan, desplazándolos con movimientos isócronos de vaivén y de vez en cuando, realizando la levantada, a la que les ponen todo el coraje necesario, reflejando el profundo sentimiento que les asaltan, dando a la vez sus vivas y piropos a las imágenes.
Súbitamente emerge una voz (de clamor afligido) entre el aborigen del mormullo, haciéndose alrededor el más profundo silencio para que esta sobresalga y alcance la mayor distancia en su propagación, “La Saeta”, que dirigen al Mesías y la Esperanza en sus diferentes pasos, una amalgama de cante y oración, llena de sentimientos y devoción, poesía y plegaria que impregna de los mismos a los asistentes más cercanos y que son ovacionadas a su finalización, las bandas próximas bajan sus sonidos en su duración.
Tras el paso, las autoridades, con un nutrido número de Concejales y miembros del gobierno de la Ciudad, figurando en sitio principal el Presidente, de La Legión una comisión con su Coronel al frente (es Hermano Mayor Honorario), Hermano Mayor de la Cofradía, párroco y algún que otro al hecho. Los maceros con sus mazas uniformados al caso.
Tanto las autoridades como los penitentes, de una forma generalizada, portan casi todos, palmas, con alguna que otra ramita de olivo, ambas bendecidas. (Las Palmas llamadas blancas por ser las que existen en la zona de Jerusalén, algunos la llevan a talleres de labrado de palmas, donde los palmereros las trenzas haciéndoles múltiples figuras, después es llevada a bendecir, para a continuación procesionarlas, finalizada esta, la suelen ubicar en ventanas, balcones, junto a las cruces, en altares o cuadros religiosos, existentes en sus hogares, como signo de fe y ornamento, en recuerdo de victoria pascual de Jesús. De los restos de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior, se queman obteniéndose las cenizas para usarlas en la celebración del Miércoles de Cenizas).
Detrás una copiosa cantidad de dispares e interesantes promeseros. (Procesionando de las más diversas opciones: siendo en si misma actos de penitencia, con el silencio y la oración durante el trayecto, arrastrando cadenas con grilletes en los pies, haciendo el recorrido descalzo, portando cruces sobre el hombro, por lo general planas aunque pueden ser algunas arbóreas ambas de diferentes tamaño, las flagelaciones auto azotándose, etc.).
Le sigue la banda de cornetas y tambores de la Cofradía, que con toda certeza, lo hacen extraordinariamente bien, con sus atractivos uniformes, formada por jóvenes, que con su nobleza de ánimo y generosidad, contribuyen en darle brillantez a la procesión.
Seguidamente aparece bajo palio, la Virgen de Nuestra Señora de la Esperanza, en su trono, que de vez en cuando los portadores izan al cielo con gritos de ¡vivas!.
Cierra la marcha procesional, el Piquete de Honores de La Legión, con escuadra de gastadores y banda de cornetas y tambores, desfilando con su particular pujanza, coreando su himno legionario, por el camino, contemplado por sus edificios modernistas y los presentes que lo arropan en el paso.
Fuera de la procesión, pero próximo a su entorno, la Policía Nacional, vigilante, para que todo transcurra adecuadamente y no se produzca ningún altercado, que ocasione algún agravio, que pueda dar lugar a la alteración del orden público.
La Legión, asentada desde muchos años en esta Ciudad, querida y conocida por el pueblo, como la que socorre y protege, pues siempre se ha sentido amparada por ésta. Y ¿quién no ha tenido alguna vez, interiormente, la necesidad de exclamar?: ¡a mi La Legión!, para ser auxiliado en consternadas ocasiones. Creada en el devenir de los acontecimientos que se produjeron, en ciertos momentos, por estas tierras. Siendo reconocida según el argot de los enólogos y demás degustadores, como uno de los mejores “bouquet” al servicio de la Patria. Emparentada, en cierta analogía de organización, simbología y espíritu, con Las Legiones Romanas. Llegando a nuestros días con el mejor de los palmarés. Caracterizándose sus Unidades por: su uniformidad, marcialidad, buen porte y quehacer, de admirable evolución en los giros, bien ejercitadas en los movimientos con armamento y sin el, fieles a sus compromisos. Acometiendo el vínculo contraído, con la consabida solemnidad a que siempre nos tiene acostumbrados. Las cornetas y tambores con un templado peculiar, propio, totalmente acompasados, cuyos sonidos cala en lo más profundo de los que se encuentran a su alrededor, con el consiguiente pálpito que engarza y prende con la fe del momento, junto al paisaje que se ofrece, en compañía de los parterres que nos presenta el lugar del que sobresalen las esbeltas palmeras, que rodean el escenario y que se alargan hacia el cielo, en su afán y ánimo de abrazarlo en toda la ostentación de su grandeza.
Es fascinante contemplar a la Unidad de La Legión, junto a La Pollinica, en especial, cuando al tiempo que desfilan, van entonando con recia voz, los compases de la canción “El novio de la muerte”, quedando suspendido en el ambiente, el encandilamiento que embarga a todos los asistentes; por lo que sugiero, se acerquen y lleguen con el más absoluto entusiasmo, a descubrir la alianza, que se origina entre los participantes e implicados, que quedaron de manifiesto anteriormente, con la descripción que se hizo al respecto. De repente, los concurrentes irrumpen espontáneamente, por doquier, con un cerrado, apretado, vibrante y clamoroso aplauso, unido a algún que otros vivas a La Pollinica y a La Legión. Vislumbrándose, entre el personal, raudales de emociones contenidas, apreciándose visiblemente en las ventanas de los ojos de algunas, el incipiente asomo retraído de las lágrimas; Dios, qué emotivos pensamientos les traes al recuerdo, ángeles custodian sus mentes.
Cuando pasan, van dejando un hálito cargado de esperanzas, y desde la añoranza, de explicitada efusión sentimental.
Venid, venid, venid todos, los acontecimientos os esperan.
Definitivamente invoquemos y manifestemos, el más ferviente deseo, de que todos los asistentes y participantes, como en veces anteriores, contribuyan a su más venerable culminación.

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