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MELILLA, EN PELIGRO

El tantas veces nombrado en Melilla Carlos Echeverría, director de ese curioso “Observatorio de Ceuta y Melilla”, declara -ver MELILLA HOY del sábado, 10 de diciembre- que la frontera de Ceuta y la de Melilla “es la frontera económica más dramática del mundo”. Quizás hubiera sido más adecuado utilizar el plural (son las fronteras) pero, en fin, eso no es lo importante.

Drama: composición poética en que se representa una acción por las personas que el poeta introduce, sin que éste hable o aparezca. También se conoce como drama, en terminología común, aquello que participa del género cómico y el trágico. Dramático/ca es lo que pertenece al drama, según mi diccionario/tesoro, el de Roque Bárcia.

Cómico: lo que hace reír. Trágico: lo que hace infeliz. Supongo que cuando Echeverría dice que nuestra frontera, como la de Ceuta, es la más dramática del mundo se refiera más a su componente trágico, causa de infelicidad, que al cómico, causante de risa, porque risa, precisamente risa no es lo que causa la situación de nuestra frontera con Marruecos, salvo que las “colas interminables en la frontera” de Beni Enzar -como se titulaba nuestro Editorial del sábado- sean motivo de alegría para un improbable pueblo totalmente masoquista que disfrutara con el sufrimiento.

Decía nuestro Editorial del sábado que la primera medida que se debería adoptar sería eliminar el sellado del pasaporte a los melillenses, para que pudieran irse a Marruecos vía Melilla, y volver, y añadía que debía hacerse “en el marco de la buena vecindad”. Se refería, evidentemente, a la presunta (eso lo digo yo) buena vecindad entre España y Marruecos. Añado el adjetivo “presunta” porque los hechos, que son más importantes que las palabras -como repito una y mil veces- nos demuestran que tal buena vecindad no existe, el “marco de buena vecindad” España-Marruecos es una falacia, porque el reino, ahora de Mohamed VI, Marruecos, no quiere que exista, aunque, como Pedro Sánchez, Mohamed VI diga lo contrario y mienta también.

Añadía y repetía Carlos Echeverría que “ni Ceuta, ni Melilla, ni los Peñones, ni Chafarinas, han sido jamás colonias, pero hay quien lo dice y hay quien lo cree”. Eso ya se sabe, aunque siempre es bueno recordarlo y seguir luchando contra los repetidores de lo falso, los seguidores ciegos de lo políticamente correcto, que acostumbra ser lo realmente incorrecto.

Lo importante es ser conscientes de que sobre una base falsa, como lo de “la buena vecindad”, no se puede construir nada sólido. Sobre una frontera que, según Marruecos no existe, ni con Ceuta ni con Melilla, no se puede crear una frontera que beneficie económicamente, que comunique bien a dos países, sino todo lo contrario. Así, cualquier intento bienintencionado de mejorar nuestras fronteras chocará siempre contra un reino, Marruecos, que no nos quiere y un Gobierno, el actual de España, que no nos defiende (aunque diga lo contrario). Nuestra única defensa es que el Gobierno cambie lo más pronto posible y que Europa nos defienda más, lo cual pasa -a pesar de la torpeza cavernícola de algunos empresarios locales- por la entrada de Melilla y Ceuta en la Unión Aduanera Europea, o sea, que nuestras fronteras sean, además de españolas, europeas, y que sea desde la Comunidad Europea – habitual suministrador de dinero a Marruecos- como se defiendan y se puedan utilizar esas fronteras.

Leo, con repugnancia, las declaraciones que publicamos el sábado pasado del melillense Yahya Yahya, dos veces sumiso súbdito del rey de Marruecos. “Detrás de su Majestad el Rey Mohamed VI”, dice que se pone a disposición de los musulmanes melillenses. Me reafirmo en la triste realidad del título de mi libro: MELILLA, ESPAÑA, EN PELIGRO. Por cierto, mi enhorabuena al equipo de fútbol marroquí que, rompiendo todos los pronósticos, ha conseguido ser la primera selección africana en llegar a las semifinales de un Mundial. Les deseo suerte en el próximo partido.

Posdata

Spinoza, uno de los más grandes filósofos de la historia, un descendiente de judíos españoles afincados en Holanda, escribió, como Platón: la filosofía empieza con el asombro. La verdad es la única realidad, dijo Spinoza. El objetivo de la organización en sociedad (el Estado) es la libertad. Solo la muerte de Spinoza, en 1677, posibilitó la publicación de su Ética. Lo que no ha desaparecido es la tentación del poder de decirnos cómo tenemos que vivir y cómo tenemos que pensar, así que cada vez tengo más ganas y necesidad de pensar y de vivir como me apetezca.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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