Más puerto para menos Puerto

Melilla lleva meses sufriendo un deterioro económico progresivo que nos aboca a realidades de hace 15 años. La Ciudad recibe anualmente una cantidad astronómica de dinero público para elaborar sus presupuestos, pero esa riqueza no consigue reflejarse en la calle, y en muchos aspectos seguimos en el punto de partida, huérfanos de estrategias a largo plazo que nos hagan ser optimistas.
El pasado lunes, Miguel Marín «tuvo la delicadeza» (así lo describía Cristina Rivas) de explicarnos el proyecto de ampliación del Puerto, y el señor Imbroda criticó que saliésemos de allí con las mismas dudas que cuando entramos. Le sentó mal al presidente. Casualmente, Imbroda olvida que en esa reunión ninguno recibió documentación escrita; tan solo el testimonio a viva voz de Marín y unas imágenes en un monitor. Comprenderá el señor presidente que después diez años de promesas, contradicciones y vaivenes, el señor Marín no podía pretender aclarar todas nuestras dudas en apenas una hora y media y obtener el visto bueno de la oposición.

Eso sí, no faltó la foto de rigor. Otro gesto de delicadeza, pero esta vez de nuestra parte.
Hace meses que en Ciudadanos empezamos a estudiar el proyecto de ampliación del Puerto. Y no solo su Plan Estratégico. También el informe del Tribunal de Cuentas Europeo, que alerta del despilfarro de dinero público en 30 de los 37 proyectos similares ya ejecutados, y el del Instituto Español de Comercio Exterior, que recomienda a las empresas españolas invertir en Marruecos (y no en Melilla) por su previsión de crecimiento en los próximos años, sin olvidarnos del Plan del Presidente de la Comisión Europea, Juncker que tiene previsto un «Plan Marshall» para Africa, cuyo fin es movilizar hasta 44.000 millones de euros en inversión pública y privada para frenar en origen la emigración y erradicar la pobreza. Un plan que podría ascender hasta los 88.000 millones si los Estados miembros de la UE contribuyen. También leímos el informe de PROMESA, que le reconoce un potencial al proyecto que nosotros no terminamos de encontrar, y el de la Universidad de Sevilla, que señala de nuevo los megapuertos de Tánger y Nador West Med como oportunidades de inversión.
Por eso tenemos dudas. No es que nos opongamos rotundamente al proyecto, pero Imbroda debería permitir que mantengamos cierta prudencia, visto su acierto con el Hospital Universitario, el instituto de Jardín Valenciano, la encomienda de gestión de ACCIONA o el fracaso del transporte aéreo, por poner solo algunos ejemplos.
No hay solvencia ni estrategia más allá de construir y rezar para que funcione. Después de seis años pregonando la mentira de que la ampliación situaría a Melilla a la altura de los grandes puertos comerciales del Mediterráneo (Arturo Esteban llegó a hablar incluso de Panamá), el señor Marín nos sorprendió reconociendo que la prioridad ya no es hoy hacer frente al incremento de la actividad portuaria. Ahora, la prioridad es crear terreno industrial: el gobierno pretende ganar 250.000 metros cuadrados al mar, pero no para incrementar la actividad del Puerto, sino para tener solo 250.000 metros más de suelo. Es como decir que tendremos más puerto, pero menos Puerto.
Posiblemente se nos criticará por nuestra prudencia. Nos llamarán agoreros y pesimistas. Nos dirán que no amamos nuestra ciudad. Que no apostamos por el crecimiento. Que la oposición solo quiere destruir etc… Pero entonces miraremos alrededor, un poco más allá de nuestra frontera (a veces, es recomendable mirar más allá del propio ombligo), y señalaremos el puerto de Nador, que crece a un ritmo vertiginoso; el de Nador West Med, un megapuerto con inversiones millonarias de varias multinacionales. O un poco más allá, el de Tánger Med, cuyas cifras superan ya a potencias como Algeciras o Málaga y lo sitúan como uno de los más importantes del mundo.
Como dije el pasado viernes en rueda de prensa, si la riqueza se mide en la calidad de los inversores privados, en Melilla no podremos esperar crecimiento si seguimos dependiendo solo del dinero público. El Ministerio de Fomento asumirá los 293 millones de euros que cuesta el proyecto, renunciando a toda inversión privada, que habría que revisar si es que existe realmente. Se ampliará el puerto y luego se buscarán empresas, mientras Marruecos ya cuenta con un conglomerado de empresas internacionales sin haber concluido las obras. El dinero atrae al dinero. El PIB del país vecino crecerá este año un 4,4% y un 3,1% en 2018, mientras nosotros seguimos pensando en el cemento.
En mi opinión, si no vamos a ser competitivos y el único objetivo de la ampliación es habilitar suelo industrial (y satisfacer algún ego), Melilla debería valorar otras opciones como la periferia. Reconozcamos ya que invertir en estas condiciones no nos hará crecer, no nos situará como un lugar de preferencia en las Autopistas del Mar, ni tampoco se generará empleo, más allá de las 400 personas que se contratarán directamente para su construcción. El empleo indirecto no llegará nunca por una cuestión lógica:
-El gobierno ha renunciado a incrementar el transporte de mercancías.
-El gobierno ha renunciado a industrias de riesgo como las gasolineras por amenazas medioambientales.
-El gobierno ha descartado el turismo como fuente de riqueza.
-El gobierno ha apostado todo a la única carta del suelo industrial para trasladar a ENDESA y REMESA, pero estas ya cuentan con sus propios trabajadores. Con una liberalización de suelo urbanizable de 20.000 metros cuadrados frente a los 90.000 que pretende el proyecto.

¿Dónde están los 5.750 empleos directos e indirectos que promete el Gobierno de Imbroda?
No podemos hipotecar nuestro futuro únicamente porque el Gobierno vaya a financiarnos la obra. Melilla necesita un proyecto a veinte años vista. Pensar más allá del ladrillo. Necesita aprovechar las ventajas fiscales, como dice el Plan Estratégico de la Autoridad Portuaria, pero no para una ampliación sin futuro, sino para buscar nuevas fórmulas de riqueza basadas en la potenciación de los servicios, del comercio, del turismo e incentivos empresariales, las nuevas tecnologías, un modelo económico social basado en el talento de nuestro capital humano, en la formación, el refuerzo del tejido empresarial local y la implantación de nuevas empresas, entre ellas las tecnológicas, con proyección a Marruecos
Melilla debería aspirar a ser la base logística de empresas que participen en ese «Plan Marshall» de Juncker al que se refirió el ex ministro Margallo el pasado viernes en el Foro Empresarial que se celebró en nuestra ciudad.

Cómo no vamos a tener dudas si el Gobierno ha pasado de vendernos humo, a vendernos suelo.
No imaginamos un futuro económico para Melilla sin el comercio con Marruecos. Busquemos en donde podamos ser competitivos. Hay que explorar otras vías más allá del puerto si no queremos que la ciudad se convierta en un erial en 2030. Queremos una Melilla próspera económicamente, no atrapada en el clientelismo y la autarquía. Quizá sea el momento de replantear y potenciar otras políticas y estudiar seriamente la opción de la Unión Aduanera. Ha llegado el momento de soltarse del pasado y definir estrategias más modernas, no basadas en el «prueba-error». Y si no, marcharse y abrir paso a nuevos servidores públicos con nuevas ideas. La crisis económica ya no sirve de coartada.

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