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La columna de Hdez. Mollar

Los retos del nuevo año

El panorama político al que nos enfrentamos los españoles en este nuevo año no parece nada halagüeño. Panorama que además se agrava por las turbulentas aguas en la que se bambolea el globo terráqueo de punta a punta como consecuencia de las serias amenazas que se ciernen sobre la paz y seguridad mundiales.

En los próximos meses se tienen que dilucidar en el ámbito nacional cuestiones de vital importancia: por un lado la garantía de que vamos a poder disponer de un gobierno estable que, aunque esté en minoría, pueda administrar los recursos públicos con unos presupuestos realistas y adaptados a la difícil situación económica y financiera en la que aún nos desenvolvemos. De lo contrario se abriría en canal una incertidumbre de incalculables consecuencias.
Por otra parte algunos desafíos y retos que acechan al pueblo español son de una tal gravedad que no deben ni pueden afrontarse desde la debilidad e indecisión de un gobierno que se vea atrapado por un Parlamento que se debata entre el desconcierto y el fracaso de unos representantes públicos que no estén a la altura de lo que requiere el volumen y dimensión de los problemas políticos, económicos y sociales a los que nos estamos enfrentando.

Cataluña se ha convertido en una auténtica pesadilla y ya es casi una tortura intelectual escuchar a diario las amenazas e insultos del gallinero nacionalista hacia el resto de los españoles. Dudo, aunque sea loable el intentarlo, que a estas alturas el diálogo pueda ser solución y alternativa a lo que en un Estado de Derecho garantiza la convivencia que no es más que la aplicación de la ley.

No hay que olvidar que el pertinaz empeño de sus dirigentes en debilitar la presencia del Estado ha llevado a sucesivos gobiernos a realizar concesiones económicas y políticas de gran alcance y repercusión como la que, por ejemplo, se hizo durante el Gobierno de Aznar al suprimir la figura del gobernador civil, representante del poder del Estado en las provincias, sustituyéndola para todo el conjunto de España por un híbrido entre funcionario y político con la inadecuada e impropia denominación de subdelegado del gobierno.

Pero la concesión que más dolores de cabeza nos está ocasionando sin duda, ha sido la que protagonizó el propio Rodríguez Zapatero desde aquella iluminada afirmación: “Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán”. Así se aseguró él las puertas de la Moncloa y las del Palau de la Generalitat para su compañero Pascual Maragall. El famoso tripartito emprendió entonces la madre de todas las batallas: hacer de Cataluña una nación independiente, con la que los socialistas, nacionalistas moderados y radicales minaron todo el campo catalán como si de una guerra se tratara…
Por si fuera poco también el sufrimiento que nos ha causado el nacionalismo independentista en el País Vasco, una nueva ola de brutales agresiones a dos guardias civiles en Alsasua por parte de jóvenes radicales, hace pensar que el daño originado a una juventud educada en el odio hacia España en las ikastolas, puede devenir irreparable
Pero no se circunscriben los principales desafíos a la gravedad de las amenazas soberanistas hay otras de no menor importancia que afectan muy directamente al bienestar de los contribuyentes y trabajadores españoles que ya empiezan a dudar de la fortaleza de nuestro sistema de pensiones enmarcado en el ámbito de la Seguridad Social.

La crisis económica con la consiguiente merma de recaudación, la curva creciente de envejecimiento poblacional y la decreciente de natalidad , amén del agotamiento de las reservas que garantizaba la “hucha de pensiones”, requiere un rigor y un análisis profundo de la viabilidad del actual modelo, que debe ser abanderado por técnicos y expertos en la materia de los que precisamente no andamos escasos a nivel nacional ni internacional.

Algo similar a lo que se hizo en el año 1991 en el Congreso de los Diputados en el seno de una comisión de expertos que presidió el ex Vicepresidente del Gobierno de Suarez, Fernando Abril Martorell y que redactó el llamado informe Abril, con el objetivo de hacer frente al agotamiento del sistema sanitario español, evaluándolo técnica y políticamente. A pesar de la polvareda que levantó, muchas de sus medidas se adoptaron y aun siguen adoptándose.

La violencia imperante en sus distintas manifestaciones es otra de las grandes preocupaciones que hoy nos afectan. En el ámbito familiar o doméstico, los casos de maltratos, asesinatos, desapariciones o secuestros a los que se unen los de acoso escolar, pedofilia, explotación sexual, tráfico de seres humanos etcétera están desgraciadamente a la orden del día.

Las autoridades y la propia ley se ven impotentes para detener esta ola de delincuencia que nos inunda y que son indiciarias de una enfermedad que afecta a nuestra sociedad. Es urgente que se promuevan sin dilación, iniciativas para conocer la raíz de este mal al que debemos hacer frente.

El Parlamento y el Gobierno deben hacerse eco de esta angustia con la que conviven diariamente muchos hogares españoles. Es muy relevante conocer la opinión fundamentada de educadores, sociólogos, jueces, fuerzas de seguridad, psicólogos o religiosos de cualquier confesión que aporten luz y sugieran soluciones a los políticos. No basta con las condenas, las tarjetas rojas o leyes más o menos acertadas.

En definitiva los españoles deseamos y necesitamos un nuevo año que nos haga renacer la esperanza en quienes nos gobiernan, haciendo realidad lo que dijo un poeta libanés: “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.

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