Trabajar como policía hace que en algunas ocasiones, además de perseguir el delito y dar seguridad a los ciudadanos, los agentes tengan que estar preparados para lo que se pueda presentar. Incluso ayudar en un parto, como ya les ocurrió en mayo de 2013 a dos jóvenes policías nacionales melillenses de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), y en agosto de 2008 a dos policías locales en el Rastro. El martes, otros dos efectivos de la Policía Nacional, Marcos y Óscar, se sumaron a esta lista de ángeles custodios en la frontera para ayudar a Saibía, una mujer marroquí que estando cerca de la frontera de Beni-Enzar rompió aguas por la inminente llegada al mundo de Sara. Estos dos agentes madrileños, que prestan servicio en la Unidad Central de Intervención (UCI) en la frontera, nunca se habían enfrentado a una situación similar en sus años de servicio. Marcos lleva 9 en el Cuerpo y Óscar, cerca de 20. Ninguno de los dos tiene hijos y por lo tanto, el parto de Saibía era el primero que se les presentaba, con más dificultad si cabe por la barrera del idioma.
“Al principio no sabíamos lo que pasaba, pero nos dijo con gestos que estaba embarazada y tenía dolores”, rememoró Marcos, el más joven de los dos agentes. Su primera reacción fue preparar la zona como pudieron, usando cartones para tratar de secar el suelo mojado por la lluvia. Y mientras llamaban a la ambulancia, los dos cogieron de las manos a Saibía para intentar calmarla y que estuviera tranquila. De esa manera, la mujer podía canalizar el dolor apretando las manos de los policías.
“Se nos hizo largo”
La ambulancia que pidieron llegó unos diez minutos después y se hizo cargo de la situación. Los dos agentes reconocieron que se les hizo muy largo. “A ella seguro que más”, apuntó Marcos, que junto a Óscar decidió acudir ayer al Hospital Comarcal para interesarse por el estado de Saibía y la pequeña Sara y llevarles un regalo.
La visita fue toda una sorpresa para la madre, que se llevó una primera impresión por ver a dos agentes uniformados entrando en la habitación. Segundos después, cayó en la cuenta de que eran los policías que el día antes la habían ayudado, y recogió agradecida el peluche y las plantas de los dos policías nacionales, que estaban en Melilla de manera temporal por los relevos de unidades para cubrir las necesidades de la frontera.
Óscar y Marcos, por su parte, apenas podían apartar los ojos de la recién nacida en su cuna, que vino al mundo el martes poco antes de las ocho de la tarde, nueve horas después de haber sido atendida por los agentes. Con 3,2 kg y 49 centímetros de estatura, la pequeña Sara marca una nueva anécdota en la carrera policial de estos dos policías madrileños, más acostumbrados a tener que atender a heridos por armas blancas. “Mejor esto, ojalá todas las actuaciones fueran así”, comentó Óscar con una sonrisa antes de regresar a la frontera en su último día de trabajo en Melilla.
