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Los golpes de estado en Sudán y Túnez y el apoyo de los países del Golfo

Mapa de Sudán

Por: Gonzalo Fernández

SUDÁN

En el año 2021 se han producido más golpes de estado que en los pasados cinco años juntos. El último ha tenido lugar en Sudán, país con una gran importancia geopolítica por su situación sobre el Mar Rojo, a la entrada del Canal de Suez y frente a las costas de Arabia Saudita; por su historia reciente, residencia de islamistas radicales incluyendo a Bin Laden y divisiones internas por razones religiosas, que ocasionaron la partición del país.

El muy reciente golpe de estado fue la culminación del enfrentamiento entre un debilitado poder político y un poderoso ejército, que ocasionó la toma del poder por los militares y el arresto del primer ministro Abdalla Hamdok, así como la disolución del parlamento. El golpe de estado tuvo lugar tan solo unas horas después de que el representante estadounidense en el área dejara Jartum, la capital del país, tras haberse reunido con los líderes civiles y militares del país y sin que pudiera anticipar los hechos que iban a tener lugar tras su partida.

La inestable democracia en Sudán, con la que ha acabado el golpe militar, ha durado poco menos de tres años, período que se inició con unas protestas masivas que acabaron con el gobierno del dictador Omar Hassan al-Bashir en abril del año 2019.  Esa apertura democrática sacó a Sudan de su posición como paria internacional, dado el apoyo al terrorismo de la entonces dictadura gobernante, y la inclusión de Sudán en la lista estadounidense de países patrocinadores del terrorismo.

Pero la democracia tenía pies de barro, porque los militares nunca dejaron de querer tener su muy amplia cuota de poder, especialmente sobre la economía. Y también existían profundas diferencias sobre la atribución de responsabilidades por las matanzas y torturas que habían tenido lugar durante la dictadura de BASHIR. 

Si bien los Estados Unidos han condenado el golpe y han retenido las ayudas prometidas para la consolidación de la democracia, el nuevo líder sudanés podría contar con el respaldo de varios países árabes con regímenes más o menos dictatoriales, como Egipto, su vecino del norte, Arabia Saudí y Emiratos Árabes. Su principal baza es que no es islamista, con lo que a medio o largo plazo su consolidación puede convenir a todos los países que sufren la amenaza islamista, en el área y en el mundo.

TÚNEZ 

 En Túnez, que fue durante diez años la única democracia que persistía tras la llamada “primavera árabe”, sufrió el pasado verano grandes disturbios sociales lo que ocasionó que el presidente Kais Saied destituyera al primer ministro, disolviera el parlamento y tomara el control total del país.

De nuevo Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, apoyaron el golpe de estado de Saied, principalmente por su posición anti-islamista representada por el partido Ennahda, perteneciente a la “hermandad musulmana”. El gobierno de Saied espera recibir el apoyo financiero de Arabia Saudita y de Emiratos   

LOS PAÍSES DEL GOLFO

En 2013, las dos monarquías del Golfo desempeñaron un papel fundamental para ayudar a apuntalar el régimen del presidente egipcio Abdel Fatah al-Sissi. Y también pueden tratar de apuntalar al régimen de Sudán que, al igual que Túnez, son sus aliados contra los regímenes menos claramente anti-islamistas en Qatar y Turquía. 

Un memorando del International Crisis Group afirma que «Estados Unidos y la Unión Europea deberían usar la considerable influencia que tienen con las capitales del Golfo y El Cairo para convencerlos de que presionen a los generales en Jartum para que cambien de rumbo». Hasta donde están dispuestos a implicarse los primeros es difícil de prever, por la presión que ambos gobiernos tienen en sus políticas internas y por el papel de control del islamismo radical que los nuevos regímenes en Sudán y Túnez representan.

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Redacción

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