«Nadal, por supuesto, que no ha dicho su última palabra en el mundo de la alta competición tenística, pero sus seguidores tendrán que aprender a no enfadarse cuando no gana». Al finalizar el partido que jugaba Rafa Nadal en el día de ayer, y tras los obligados aplausos de despedida al campeón español y la escucha de las palabras elegantes de su verdugo deportivo, el alemán A. Zvered, que le acababa de ganar por un claro 6/4 y 6/4, el público enfiló la puerta de salida del recinto, algunos incluso para comer-merendar tardíamente (eran alrededor de las cinco de la tarde) y una parte apreciable del mismo se acercaron a las taquillas para indagar si para las dos jornadas que restan del torneo habría rebaja en los precios, o en otros casos si era posible la devolución de las entradas de esos dos próximos días o para pedir algún cambio en las condiciones de asistencia que de alguna manera aliviara, por lo menos económicamente su decepción ante lo ocurrido.
Situación insólita para la Organización y menos cuando ha jugado Nadal y en este torneo en Madrid…
De lo ocurrido, es obvio que nadie tiene la culpa y menos la organización, ni siquiera el equipo técnico que atiende/prepara al tenista, ¿y el atleta? Empecemos por decir que está en los 34 años, que tiene algunos puntos de su cuerpo (claves en este deporte), castigados por lesiones, casi crónicas algunas veces no bien curadas en su momento, porque los calendarios y la gloria que en tiempos pasados estaban siempre al alcance de la mano, imponían su ley de hierro.
Ahora todo ello empieza a pasar factura y en este año en el que ya nos estamos acercando a la finalización de la temporada de tierra en Europa (la favorita de Nadal de toda la vida por sus características), su juego sigue siendo el mismo que cuando disputó el pasado torneo de Montecarlo que no ganó: cuando él saca, muchos puntos los juega con segundo saque (le duele la espalda cuando se recarga), comienzan a asomar con cierta frecuencia las dobles faltas, los golpes de revés empiezan a estrellarse en la red con mayor frecuencia que antes, producto del dolor en la rodilla con que juega (dicho esto por él mismo en alguna ocasión) y en muchos golpes de revés la bola describe una curva exagerada que hace que la trayectoria de la bola sea alta y corta… A todo lo anterior hay que añadir el hecho de que en el otro lado de la pista estaba un tenista del ‘Top Ten’ (perdón por el anglicismo), lo que le puede llevar a la derrota al tratarse de tenistas más jóvenes que él y con buen físico, que no le van a perdonar.
Nadal, por supuesto, que no ha dicho su última palabra en el mundo de la alta competición tenística, pero sus seguidores tendrán que aprender a no enfadarse cuando no gana.
