Carta del Editor. MH, 23/3/2025
Enrique Bohórquez López-Dóriga
En el verano de 1944, un grupo de economistas y filósofos europeos, estadounidenses y japoneses se reunieron en Mont Pèlerin, a orillas del lago Lemán, convocados por Friedrich Hayek. Allí se logró esbozar una tercera vía, la liberal (contra el marxismo y el estatismo) que ha sido seguida tanto por la izquierda como por la derecha, tanto en EEUU como en Europa Occidental desde 1945 hasta hoy… Sí, las ideas dominan el mundo cuando las expresan con claridad y contundencia los intelectuales que las forjan, los comentaristas que las difunden y los estadistas que las respaldan” (Guy Sorman).
Las ideas dominan el mundo cuando las expresan con claridad y contundencia los intelectuales que las forjan, los comentaristas que las difunden y los estadistas que las respaldan
Pero no siempre es así. En 2023 se publicó el libro PODER Y PROGRESO, de Daron Acemoglu (coautor de “Por qué fracasan los países”) y Simon Johnson. La democracia se rompe -creen ellos- y lo explican en la página 360 del libro: “las herramientas digitales son una potente arma en manos de autócratas para suprimir la información y la discrepancia y las redes sociales se han convertido en un hervidero de desinformación, manipuladas no solo por gobiernos autoritarios, sino también por todo tipo de extremistas, tanto de derechas como de izquierdas”.
Milton Friedman -“el mercado y el Estado son principios de organización social antagónicos e irreconciliables”- decía que el único objetivo y la única responsabilidad de las empresas es obtener beneficios. Los progres profesionales, los que viven del “progreso” que otros originan, le cayeron encima, y le siguen atacando. La “prosperidad compartida” no es “el” objetivo -como insiste Acemoglu- sino la deseable consecuencia de haber creado la prosperidad. Los trabajadores por cuenta ajena no están obligados a serlo eternamente (como ocurría en la Edad Media y mucho antes), afirmo yo.
Un político no es un empresario, tampoco lo es un sindicalista, ni un burócrata. Todos ellos viven de lo que los autónomos, los pequeños y medianos empresarios y los directivos de las grandes empresas -que tampoco son empresarios- producen
Crear una empresa o ser autónomo no es un imposible, ni siquiera es tan difícil como se cree. Solamente, y nada menos, tienes que asumir que vas a tener que vivir con riesgo y con lo que tu mismo puedes crear en un mercado libre, competitivo, cambiante. El objetivo de cualquier buen empresario no es pagar menos a los que trabajan en su empresa, sino poder pagarles, para empezar, y pagarles más, cuando lo beneficios lo permiten, para que estén contentos, no se vayan y sean lo más creativos posible. Un político no es un empresario, tampoco lo es un sindicalista, ni un burócrata. Todos ellos viven de lo que los autónomos, los pequeños y medianos empresarios y los directivos de las grandes empresas -que tampoco son empresarios- producen. Así se origina el progreso, no poniendo la economía en manos de los que toman decisiones económicas con el dinero de los demás, con el dinero originado por los empresarios, con frecuencia sustraído con ese robo legalizado que, en general, denominamos abusivos impuestos (directos e indirectos). Lo que más daña a la economía española son los impuestos que se aplican a las nóminas de los trabajadores (un 25%). “En la actualidad, lo último que queremos es encarecer aún más la contratación de personal” (pág 425 del libro de Acemoglu, que piensa más bien en EEUU; lo de España es, fiscalmente y con el comunismo en el Gobierno, aún mucho peor).
España -y Melilla muy especialmente- no es hoy país para empresarios, aunque podría serlo. Juan Ramón Rallo, lo explica: existe híper regulación, baja productividad, Estado gigantesco, mercado de capital riesgo débil, aversión al riesgo (somos el país 97, en la cola para iniciar un proyecto), fiscalidad gravosa contra las empresas, etc
España no es hoy país para empresarios
Por qué España -y Melilla muy especialmente- no es hoy país para empresarios, aunque podría serlo. Juan Ramón Rallo, lo explica: existe híper regulación, baja productividad, Estado gigantesco, mercado de capital riesgo débil, aversión al riesgo (somos el país 97, en la cola para iniciar un proyecto), fiscalidad gravosa contra las empresas y contra las personas, la IA y su regulación (desregular es muy complicado, lo de Argentina y Elon Musk es la excepción), necesidad de cambiar instituciones formales e informales (cultura de mayor asunción de riesgos, por ejemplo), la productividad en el inmenso sector público es menor que en el privado, los jóvenes dedicados masivamente a opositar, la educación woke, la financiación escasa para la parte empresarial, el hábito de esperar en vez de actual y de aspirar a hacer algo que mejore el mundo, el no entender que el dinero no es todo en el mundo del emprendimiento
Uno de los resultados, muy visible en estos tiempos: el efecto de la inflación sobre las familias españolas. El trabajador medio español ha perdido 1.410 euros de poder adquisitivo desde el año 2018. Las ministras de Hacienda y de Trabajo, social-comunistas, se ríen mucho, según compruebo en una foto que publicó el diario económico Expansión el 14/3. Los ciudadanos españoles no se ríen nada, en general.
Curiosidad, sobre otro tema que preocupa mucho, lo de la inmigración y el intento de ruptura de España: leí en el diario El Mundo del miércoles: “Incluso Melilla tendrá que reubicar a más menores que la Generalitat Catalana”. De los 4.400 “menores” que van a ser “repartidos” por el Gobierno sanchista, a Melilla le han adjudicado 34, a Cataluña 27 (a Madrid 800). Después leí, en nuestro periódico, que Imbroda declaraba más o menos lo mismo el miércoles. Aclaro, para perspicaces, que yo ya había escrito, antes, este párrafo que hoy publicamos, así que yo no he copiado de él…ni él tampoco de mí, en este caso.