La suerte está echada

Victor Javier Becerra Martínez
(Autor: Por Victor Javier Becerra Martínez) Victor Javier Becerra Martínez

Por Victor Javier Becerra Martínez

Hace unas semanas escuché a una persona por la calle hablar sobre la suerte que tienen algunos políticos en su vida, más concretamente el actual habitante de Moncloa. He de decir que en cierta manera mi atención fue captada al instante, soy un ciudadano más y los problemas de palacio son también para mí, conocidos y en algunos casos causa pavor, igual que lo serán para usted, entiendo. Todo lo que se decide en esas históricas paredes, tarde o temprano, llega primero a nuestros bolsillos y también, de manera inevitable, a nuestras tertulias familiares. Pero este no es el tema que hoy le vengo a exponer, sino más bien la musa que nos ha indicado el camino, la suerte por la que hemos de charlar usted y yo. La suerte escapa al control humano; en ocasiones diremos que nos ha sido otorgada por un ente superior o simplemente la achacaremos al trabajo realizado con anterioridad por nuestra persona o por aquella en la que centremos el tema de conversación del momento. Pero lo cierto es que la suerte solamente no basta. De alguna manera como aquella planta que en las noches de verano anhela unas gotas de agua ha de estar preparada para absorber dicho cáliz de vida, igualmente nosotros también debemos estar preparados para recibirla y no desperdiciarla.

Esto mismo le pasaría al personaje que centra nuestra conversación de hoy, Timothy Dexter. Para hablar de este personaje debemos retrotraernos al siglo XVIII, más concretamente, a 1747 en Massachusetts, actual Estados Unidos. Timothy nació en el seno de una familia de pocos recursos, por lo que cada día era una aventura más para subsistir y enfrentarse a los problemas del día siguiente. Pero como ya sabe usted, la suerte viene y va, y para el joven Timothy estaba a punto de cambiarle la vida. En 1769 se mudó de zona de la ciudad y conoció a una mujer viuda de 32 años con alto caché económico para aquella época. La vida comenzó a sonreírle y de vivir pensando en que comería en su siguiente noche, de la noche a la mañana tenía un importante aporte económico que le hacía ya no pensar en su subsistencia, sino en nuevas formas de prosperar más. Su casa humilde fue cambiada por un palacio y sus amistades pasaron de ser gente pobre a personas de la alta sociedad. Es ahora cuando comienzan a irle, aún si cabe, mejor las cosas. Al estallar la guerra de independencia americana, Timothy se cree que engañado por algunos enemigos con cara de amigos que le rodeaban y tenían envidia de él, le convencen para que compre dinero continental. Invirtió todo su dinero en comprar grandes cantidades de esta moneda, que al finalizar la contienda no tenía valor. Muchos se rieron y pronto fue motivo de burla para algunos entendidos de la alta sociedad. Pero las musas no iban a dejar a Timothy en la estacada, había sido tocado por su vara y como tal, la suerte no le abandonaría. La frase negativa para aquella época americana era la de «No vale un continental», que era el dinero que él había estado acumulando en grandes cantidades, imagínese. Pero pese a todo pronóstico y como todos sabemos, las colonias americanas se independizaron ganando la guerra contra Gran Bretaña y todo este papel vacío comenzó a tener valor, un valor que aumentó con creces cuando se pudo cambiar a la nueva moneda, el dólar. Ahora ya era tan rico o más que su esposa o que todos esos nuevos vecinos que se burlaban de él. Pero la suerte no le soltó la mano.

Adquirió una flotilla de barcos para comerciar y pronto se lanzó a una nueva aventura, la aventura naviera. Comerciaba con todo, desde pieles hasta herramientas, todo lo que necesitaran en un sitio u otro del mapa, él lo llevaba. Algo que nuevamente comenzó a suscitar la envidia de aquellos que no deseaban que una persona humilde estuviera a su misma altura. Pronto convencieron a Timothy para que comprara grandes cantidades de cacerolas con mango para venderlas en el Caribe. Algo muy utilizado en climas fríos y húmedos como Nueva Inglaterra para calentar las camas, pero dígame usted si eran necesarias en el Caribe. Todos se burlaban de él otra vez, había cometido el error que lo llevaría a la quiebra. Pero déjenme decirles que no, la suerte no le soltó. Vendió todas y cada una de ellas, dejando el stock a cero. Se las colocó a fabricantes de caña de azúcar para cocer su jugo. Se aprestó a más y vendió también guantes de lana, algo que no era muy recomendable vender allí, pero que la comunidad asiática lo agradeció, pues también fueron comprados todos para ser revendidos a Siberia. En otra ocasión, sus envidiosas amistades le sugirieron que enviara carbón a Newcastle, algo poco inteligente, puesto que esa ciudad era pionera en la industria y tenía combustible barato de las cercanías. Era un negocio nefasto, pero la suerte no lo veía de la misma manera. Timothy cargó sus barcos y fue hasta la ciudad de Newcastle con su carbón y al llegar, sorpresa, estallo una huelga de minera en la región, que hizo que su carbón cotizara al doble o más de su valor.

La vida de Timothy Dexter y sus negocios fueron increíbles y, a día de hoy, aún se le recuerda. Nadie sabe cuándo le puede tocar la suerte, cuándo, sin saberlo, su vida puede cambiar para bien o mal, pero lo que sí sabemos es que igual que Timothy todo lo que comienza mal, puede cambiar, dejando una esperanza en el aire, una última carta en la jugada, un movimiento que puede cambiar todo.

Cuídese y espero que la suerte nos vuelva a encontrar querido amigo.

 

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