La nueva frontera

La principal dificultad está en que hacer una frontera es cosa de dos países. Es un reto importante, pero no insalvable si es verdad que hace tres años largos se alcanzó un punto de acuerdo a propuesta de Marruecos, y sobre todo atendiendo a las buenas relaciones que hay entre los dos países, especialmente en los últimos años
En Melilla llevamos más de tres años escuchando, de vez en cuando, el anhelo del Gobierno local de que se abra una nueva frontera con Marruecos. También es algo quieren los comerciantes, no sólo los que centran su actividad en el paso de mercancías, sino al sector comercial en general, el resto de empresarios y los hosteleros, siempre partidarios de que las puertas que nos conectan con el país vecino sean más grandes para que pueda entrar más gente y dejar dinero en la ciudad. A la Ciudad Autónoma también le conviene, porque cuanta más actividad empresarial y comercial haya en Melilla, más recaudación tendrá como administración en forma de impuestos de importación.
Esta semana, Imbroda ha vuelto a rescatar esta reivindicación, que empieza a ser vieja, para volver a planteársela al ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz. Por teléfono, el presidente melillense intentó meter prisa porque su idea es que esta nueva frontera permita aumentar la capacidad de los que ya existen ante la apertura del centro comercial. A nadie se le escapa que la gran superficie comercial atraerá a muchos clientes de las zonas limítrofes marroquíes, gracias a la implantación de franquicias con enorme tirón y su ubicación, justo al lado de la aduana de Beni Enzar. Dicho de otro modo, si los cuatro puestos fronterizos actuales tienen cada vez una mayor demanda por diferentes razones, más aún la tendrán tras la apertura del centro comercial. Y es fácilmente comprensible que la capacidad de los puentes que ahora constituyen Beni Enzar, Barrio Chino, Farhana y Mariguari, especialmente los tres primeros, no es infinita tratándose de una frontera internacional donde el objetivo común es combinar la seguridad con la agilidad en el paso.
Desde que Interior dijo en mayo de 2013 que España y Marruecos habían llegado a un «punto de acuerdo» sobre la nueva frontera, la Ciudad Autónoma ha ido dando pasos para ir preparando el terreno. Uno de ellos, la construcción de la rotonda de la circunvalación a medio camino entre Beni Enzar y Barrio Chino, junto con el vial que la conecta con el Sepes por encima del arroyo Mezquita. La actuación fue criticada en su momento por aquellos que no supieron mirar más allá, entre ellos algún ecologista que dijo que aquella carretera era absurda porque no iba a ningún lugar. Hoy sabemos, porque así lo ha dicho Imbroda, que la idea es que la nueva frontera esté allí ubicada, de modo que ese nuevo vial y la rotonda, en los que la Ciudad Autónoma gastó casi un millón de euros, estaban pensados para esa futura quinta frontera que muchos esperan ver a corto plazo como botella de oxígeno a los cuatro pasos que ya existen.
La principal dificultad está en que hacer una frontera es cosa de dos países. Es un reto importante, pero no insalvable si es verdad que hace tres años largos se alcanzó un punto de acuerdo a propuesta de Marruecos, y sobre todo atendiendo a las buenas relaciones que hay entre los dos países, especialmente en los últimos años, en los que han trabajado intensamente en objetivos comunes como la lucha contra el terrorismo y la inmigración irregular. Es necesario que este proyecto empiece a ver luz, primero porque el tiempo apremia, y segundo porque nunca se sabe si esas relaciones bilaterales podrían cambiar por un hipotético cambio de Gobierno. Melilla lo necesita si aspira a no ver limitadas sus históricas relaciones económicas y sociales con su entorno.

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