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La negociación política en la España actual

Sería muy interesante saber quién pagó por sus vacaciones en Marraquech, quién por su seguridad reforzada durante su estancia al tratarse de un país extranjero, o si obtuvo algún descuento especial en las facturas al ser un ‘amigo de la casa’.
para gonzalo

Las pasadas elecciones dejaron un panorama político totalmente claro: los españoles quieren opciones políticas no muy alejadas del centro. Pero no fue así como lo interpretaron nuestros políticos, muy especialmente Sánchez el sátrapa. Uso aquí la palabra en su significado coloquial: persona que gobierna despótica y arbitrariamente y que hace ostentación de su poder.

Para saber cómo definir su tipo de gobierno, hemos tenido los últimos cinco años. Y ahora es conveniente hacer espacial hincapié en su clara ostentación de poder cuando, en plenas post elecciones y negociaciones para formar gobierno, se niega incluso a hablar con el líder del partido que ha ganado las elecciones y se va de vacaciones, dejando a sus adoradores a cargo de las negociaciones. Y para añadir sal al insulto, se va de vacaciones a Marruecos, nuestro no amigo con tendencias de enemigo, que ya ha obtenido gratis del sátrapa el control del antiguo Sahara Occidental Español y que ahora reclama Ceuta y Melilla. Y también las Canarias para el futuro. Démosle tiempo a Marruecos, y a Sánchez, y reclamará Granada, después Córdoba.

Pero volviendo a las negociaciones. Un principio básico de cualquier negociación es que, antes de empezarla, hay que definir unos determinados aspecto. Primero, con meridiana claridad, los intereses, con mayúsculas, que se van a defender en la negociación, todos y cada uno de ellos. Después hay que definir la llamada ‘Zona de Posible Acuerdo’ (ZOPA). Esta ZOPA tiene como límite superior el máximo que esperamos, sea sensato, alcanzar en la satisfacción de cada uno de nuestros intereses durante la negociación. El límite inferior de la ZOPA suele coincidir con lo que se denomina ‘Mejor Alternativa a un Acuerdo Negociado’ (MAAN), bien lo que ya tenemos si no prospera la negociación, o bien la línea roja que no queremos atravesar en el transcurso de la negociación, ya que el posible acuerdo no satisfaría el mínimo deseado de satisfacción de nuestros intereses.

Este mismo ejercicio hay que realizarlo en relación con la otra parte con la que vamos a negociar, que también tiene sus intereses y su ZOPA. Y, para llegar a un acuerdo, es claro que tiene que haber una superposición entre las diferentes ZOPA,s, de las partes negociadoras. Lo explico gráficamente en la imagen que acompaña a este texto.

El Partido Popular tiene como principal interés el llegar al gobierno, pero en su ZOPA no caben algunos o muchos de los posibles intereses de otras partes, como la autodeterminación o el acuerdo con terroristas condenados. Al ser su ZOPA relativamente estrecha, en relación con los intereses de las demás partes implicadas en el proceso post electoral, sus posibilidades de alcanzar acuerdos quedan muy reducidas.

En cuanto al Partido Socialista, al negarse Sánchez a hablar con el Partido Popular, ya dejó claro que su principal interés, casi el único, es seguir en el poder. Todos los demás intereses partidistas o ideológicos quedan subordinados a la obtención de ese interés principal. Su ZOPA en muy amplia ya que, con tal de satisfacer su interés principal, el conservar el gobierno, todos los demás intereses adquieren el carácter de secundarios. La autodeterminación o las transferencias de poder y de recursos extra entran dentro de la ZOPA de Sánchez.

El caso de las demás fuerzas políticas es claro: saben que no van a liderar un futuro gobierno, por lo que los intereses que definen están relacionados con la obtención de poder o prebendas. Autodeterminación para los independentistas; más dinero para todos, especialmente los catalanes. Y un ‘puestito’ del que poder cobrar en el gobierno central para los más afortunados, en Europa para otros, en las autonomías o municipios para los menos afortunados. Pero a nadie le amarga un dulce y menos si es gratis. Y aún menos si nunca has tenido el dinero, ganado con tu trabajo, para comprar el citado y costoso dulce.

El caso de Vox es destacable para su análisis. Tuvo importancia tras las elecciones autonómicas y locales. Pero su afán de morder el dulce lo envenenó, para ellos y para el Partido Popular. La tardía y escueta declaración de apoyo a un posible gobierno del PP ha llegado demasiado tarde. Si su principal interés hubiera sido la gobernabilidad de España, debería no haber acudido a las elecciones generales o, al menos, haber dejado claro desde un principio que sus escaños serían cedidos al PP, sin ningún tipo de contraprestación.

Un caso difícil de definir es el del Partido Nacionalista Vasco. El PNV es un partido a la derecha del PP pero sabe que, para subsistir, tiene que enviar un mensaje anti VOX, sin tener en cuenta cualquier otra consideración. No se atreve a decir que la caída del gobierno antinatura, que hemos padecido, es más importante que su imagen a corto plazo. Más aún ahora cuando VOX ha dicho que renuncia al gobierno.

Y llegamos ahora a tratar un aspecto, un factor, que no debiera influir en las negociaciones si pretendemos llevarlas a cabo con éxito: las emociones. Cuanto más importancia tengan las emociones en una negociación, más nos alejaremos de tratar y defender lo que realmente debería ser importante: los intereses.

Vox ya no va a estar en el gobierno en ningún caso, con lo que el PNV podrían negociar con el PP un acuerdo que satisficiera los intereses de ambas partes. Pero sus emociones y, lo que es más importante, las de sus votantes, les impiden llegar a un acuerdo que podría ser muy beneficioso para sus intereses personales y para sus intereses políticos. Se están ahorcando con su propia cuerda, ya que en el contexto de un gobierno multi partido presidido por Sánchez, su importancia es residual. Sánchez tendría, tendrá, muchas bocas que alimentar.

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Gonzalo Fernández

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