Por su parte, Su Santidad Juan Pablo II, desde su extraordinaria autoridad espiritual, afirmó en su día (1984) con fortuna que "la paz nace de un corazón nuevo" ya que "el corazón, en el lenguaje bíblico, es lo más profundo de la persona humana en su relación con el bien y el mal, con los otros, con Dios. (…) Mediante el corazón, el hombre se hace sensible a los valores absolutos del bien, así como a la justicia, a la fraternidad y a la paz" (fin de la cita).
Yo pienso que, hoy por hoy, la solidaridad se produce a menudo desde un "egoísmo ilustrado", conscientes de que la insolidaridad es un mal que a todos termina por afectar muy negativamente. Sin embargo, sería preferible que nos movieran siempre valores superiores de amor, convivencia en democracia, paz y progreso. Ello indica que, pese a todo, quizás se nos ofrece ahora la oportunidad de encauzar una época de transición hacia una nueva era de cultura, educación e investigación al servicio de la cooperación, de la paz y del desarrollo. El ejercicio coherente de valores éticos universales cobra así total preeminencia en nuestros tiempos. Sólo de ese modo se recuperará el sentido cívico que promueva los valores de amor en el seno de la familia, de la comunidad del entorno inmediato, de la respectiva identidad cultural, y aún en el respectivo Estado que nos brinda la concreta nacionalidad, lo cual se complementa y refuerza, en nuestro caso, con el espíritu y la ciudadanía europea, así como con el derecho y deber de sentirnos todos ciudadanos del mundo.
Ante esta gran encrucijada,los jóvenes son los que se encuentran mejor situados en estos primeros años del siglo XXI para permitir el nacimiento de esta nueva sociedad, que asuma sus obligaciones y sus derechos con prudencia y solidaridad.
Nosotros, los ciudadanos del mundo, necesitamos una gran revolución humana para vencer todas las formas de violencia y frenar la pobreza material, cultural y moral mediante la educación, la ciencia y la cultura. Así pues, esa revolución no sólo implica aspectos intelectuales y morales, sino también un conocimiento de los intereses específicos de las estructuras de poder político y económico a todos los niveles. Debemos intentar construir una nueva conciencia humana, una estructura ética para la supervivencia y el progreso sostenible. Para ello recurriremos a la sabiduría de los pueblos y las culturas de todo el mundo con el objetivo de una educación a favor de una vida democrática en comunidad. No obstante, sin introducir ningún cambio en la sociedad, la educación por sí sola no puede resolver todas las causas de conflicto. Ni la mente más potente es capaz de derrotar a un cuerpo famélico, y las mejores lecciones de igualdad y respeto no pueden invalidar una cultura del abuso. La educación es, sin embargo, el medio más poderoso a nuestra disposición para revocar la llamada a la violencia.
La educación nos proporciona formación para vivir y para vencer la pobreza, pero, afortunadamente, va mucho más allá de los dólares o los euros: transmite valores y enseña a aprender para vivir y a vivir para aprender (educación permanente). En definitiva, educar es la adquisición de conocimientos y actúa como igualador social.En otras palabras constituye la condición sine qua non para una democracia participativa y anticipatoria. Montesquieu ya señaló que la tiranía florece donde prospera la ignorancia. La democracia, afirmó, requiere una población instruida. La educación ofrece de hecho el medio para establecer una política de gobierno participativo y anticipatorio, así como la manera de eliminar la represión y la subyugación de todo tipo.
Por consiguiente, la educación representa también una fuerza moral. Es un modo de enseñar y aprender tolerancia y respeto. Desde los tiempos del diálogo socrático, constituye un acto social que implica un intercambio no sólo de información sino también de ideas, conceptos y valores. La educación es un privilegio y, por lo tanto, aquellos que tienen acceso a ella deben aceptar ciertas responsabilidades porque proporciona una comprensión de la propia identidad, la cual debe ir acompañada del reconocimiento de las necesidades de los demás. Finalmente, la educación es el descubrimiento de la verdad y de la belleza que, una vez alcanzadas, se convierten en el motor y la motivación de todas las personas. En la lengua africana de losmasai, la palabra que designa el concepto de paz es la misma que se emplea para referirse a la belleza. La conexión de estos dos términos transmite un importante mensaje subliminal. Sin la paz no puede existir la belleza. Las palabras que utilizamos para describir un concepto muestran nuestro sistema de valores subconsciente. De hecho, lo principal es que prestemos atención a las palabras que elegimos y empleamos en cualquier lengua, ya que la pluma es aún más poderosa que la espada. Así pues, pongamos la pluma al servicio de la causa de la paz.