La deriva ‘cuesta abajo y ¿sin frenos?’ de los musulmanes de Melilla

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Por Abdelkader Mohamed Alí

La manifestación, denominada por los convocantes “La gran marcha por Palestina” celebrada el pasado jueves 24 de abril, evidenció claramente la paulatina instalación de la desidia en la población de Melilla. Ahora también en el seno de la comunidad musulmana puesto que las otras (cristiana, judía, gitana, hindú) nunca se han sentido concernidas con el exterminio palestino ni han manifestado rechazo explícito al genocidio que se televisa diariamente. Obviamente siempre hay excepciones que confirman esta regla. Pero eso, simplemente excepciones. Unos pocos cientos de ciudadanos melillenses, probablemente en su totalidad los habituales musulmanes que siempre acude a estas convocatorias, participaron en “la gran marcha”. Así que, trámite cumplido.

A la luz de nuestra inusitada realidad, se imponen algunas interrogantes. ¿Qué está pasando, sociológicamente, en la comunidad musulmana de Melilla para verse atrapada por la desidia y la indiferencia hacia la causa palestina habiendo sido motivo de preocupación y adhesión incondicional a la misma? A nuestro juicio las motivaciones son complejas de analizar en unas breves e improvisadas reflexiones, ni las origina una causa sino diversas motivaciones. Sin duda no todo el mundo tiene la inercia necesaria y diaria de consultar los medios de (in)comunicación para situarse ante el contexto de un singular holocausto, de limpieza étnica, de terrorismo de estado que está sufriendo la población de Palestina, principalmente en Gaza, a manos del ejército de “Israel”. Sobrevivir a una carestía incesante de la vida, es ya para muchos motivo suficiente de turbación para añadir otras preocupaciones.

Por otra parte decía José Múgica que “El peor enemigo de un pobre es otro pobre que se cree rico” y en esas andamos, probablemente, en esta ciudad de Melilla de contrastes llamativos. Aquellos que antaño fueron pasto del racismo, el rechazo, la marginación social, hoy se instalan en una ‘comodidad’ sobrevenida que les ha atolondrado haciéndoles perder la debida orientación, coherente. Nuestros jóvenes de hoy día, desconociendo las penurias de un pasado reciente, el de sus padres y demás ancestros, creen disfrutar unos derechos heredados y un ‘bienestar’ de inspiración dinástico. Los pobres de ayer, que acampaban a la intemperie, apenas les ha llegado hoy el calor del brasero y ya andan racaneando un gesto mínimo de compasión. En mayo de este año, precisamente, se cumplen 40 años de aquella gesta que dio inicios en 1985 y desembocaría en la conquista de la ciudadanía de los musulmanes de ésta ciudad. Nada nunca fue ni se consiguió gratuitamente.

En la obra “Ante el dolor de los demás” la escritora Susan Sontag decía que “a partir de determinada edad nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia o amnesia”. Ante el dolor de los demás, quienes sufrieron severas dificultades de existencia, están llamados a arrimar el hombro con quienes sufren. Las afinidades compartidas, de índole diversa, deberían acentuar esta determinación. Tratándose de un genocidio nos asiste la obligación que impone la “culpa metafísica” de la que hablaba Karl Jaspers en “El problema de la culpa”, que alude a nuestra responsabilidad solidariamente humana por toda injusticia que sucede a nuestro alrededor. Significa que si no actuamos, en los términos de nuestra circunstancia, pudiéndolo hacer, ya no sólo para impedir una injusticia, sino al menos para denunciarla concienciando a los demás, nos hacemos igualmente responsables. Es decir, es esa obligación que todos tenemos al ser responsables tanto de lo que realizamos como también de lo que dejamos de hacer. Especialmente cuando sabemos cuál es el camino correcto.

Otra causa desmovilizadora, quizás sea también la evidente incapacidad de los dirigentes ante la falta de un discurso elaborado y adecuado a nuestro contexto inmediato. Dirigentes que lejos de dar ejemplo, en no pocas ocasiones, son una rémora en la percepción clara de coherencia. Ver en las redes sociales a una dirigente de la clase política local, ostentosamente de confesión musulmana, publicitando productos de consumo de procedencia sionista, desconcierta al más avispado. Desde la dirigencia ‘religiosa’ hace tiempo que perdieron el Norte en una borrachera de ‘abrazos fraternales’ sumiéndoles en una pose de buenismo oficialista que relega a propios y más cercanos.

En definitiva, que los musulmanes de Ceuta hayan tomado el relevo de la lucha social y lideren el brío reivindicativo (según la policía más de 4000 asistentes a la manifestación allí celebrada a favor de Palestina paralelamente a la celebrada en Melilla), cuando las pautas de liderazgo social y política siempre se han marcado desde Melilla, es muy significativo el contraste con los exiguos participantes en nuestra movilización local. Sin duda, nuestra deriva, la de los musulmanes melillenses, es inequívoca: ‘cuesta abajo y sin frenos’. Pero lo que ya decíamos, cuando no hacemos lo que se puede hacer para evitar injusticias, cuando no alzamos la voz, con firme decisión, en este caso contra un genocidio que ocurre en tiempo real, somos claramente cómplices. Si, ‘cuesta abajo’, la duda es si es ¿‘sin freno’?

 

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