Carta del Editor MH, 17/8/2025
Enrique Bohórquez López-Dóriga
Los griegos
El calor pegajoso y oprobioso de estos días agosteños agudiza mi ya más que arraigada costumbre de leer libros, en papel. Así, dando vueltas entre los anaqueles de libros sin leer de mi biblioteca, me encontré con varios del celebérrimo Isaac Asimov y elegí uno de los de su Historia Universal, concretamente el de “Los griegos”.
Grecia, escribe Asimov, es una pequeña península, siempre rodeada de Estados más grandes, más ricos y más poderosos, una tierra pequeña y sin importancia; sin embargo, no hay tierra más famosa que Grecia, ningún pueblo ha dejado en la historia una huella más profunda que los griegos, sobre todo los que vivieron hace veinticinco siglos, entre los que se encontraron algunos de los más grandes pensadores que ha tenido el mundo.
El griego Solón, año 594 a.C., en lugar de unos pocos oligarcas que elegían a todos los funcionarios y decidían todas las cuestiones, creó una Asamblea y permitió que el pueblo común participara en las reuniones de la Asamblea. Así dio un paso fundamental hacia el Gobierno por el pueblo, es decir, “la democracia”
En el año 594 a.C. Solón, un noble de la vieja familia real que se había enriquecido con el comercio, fue nombrado arconte (gobernante) y recibió la tarea de revisar las leyes. Solón reformó y mejoró la economía ateniense y reorganizó el gobierno de la ciudad, dando mayor participación al pueblo común. En lugar de unos pocos oligarcas que elegían a todos los funcionarios y decidían todas las cuestiones, creó una Asamblea y permitió que el pueblo común participara en las reuniones de la Asamblea. Así, Solón dio un paso fundamental hacia el Gobierno por el pueblo, es decir, “la democracia”. Solón demostró que había una alternativa a la oligarquía que no fuera la tiranía. “Atenas ofreció la democracia como alternativa, y solo por eso merece la eterna gratitud del mundo moderno”, concluye Asimov en su apasionante libro.
Más tarde, cien años después y por citar solo un ejemplo del tortuoso y largo camino recorrido por los griegos, concretamente el 12 de septiembre del 490 a. C., los atenienses derrotaron a los persas en la batalla de Maratón, a 42 kilómetros de Atenas (los que corrió Fidípides, a toda velocidad, para balbucear apenas la noticia de la victoria y morir). Si los atenienses hubieran sido derrotados en Maratón, Atenas habría sido destruida y Grecia nunca habría llegado al esplendor de su civilización. La batalla de Maratón, pues, fue una batalla decisiva, probablemente la primera batalla decisiva de la historia, en lo que concierne al Occidente moderno.
En fin: “Toda la civilización occidental desciende directamente de la obra de los antiguos griegos, y la historia de sus triunfos y desastres nunca pierde su fascinación”, resume Isaac Asimov. Muy acertadamente, creo yo, también. Y más tras haber leído su libro, “Los griegos”.
En el corazón del Rif, de Gómara y de Yebala, late una juventud bereber que no se resigna a ser mero pie de página en la historia de Marruecos. Para Melilla ese tipo de Movimientos, aspiraciones, o como quiera llamarse, de los bereberes, es muy actual y un tema muy especialmente importante
Los bereberes
Me vienen contando, desde diversas fuentes, que existe y crece un movimiento de jóvenes bereberes para reivindicar la autonomía del norte de Marruecos, del Rif, Gómara y Yebala.
Pregunto a ChatGPT y me contesta que no existe un grupo activo bajo ese nombre. Lo más cercano, me dice, es el Movimiento popular del Rif (Hirak del Rif), surgido en octubre de 2016 tras la trágica muerte de Mouhcine Fikri. Un Movimiento liderado por jóvenes bereberes rifeños que claman por derechos sociales, económicos y culturales, además de visibilizar su identidad amazigh como eje de resistencia.
Añade el Chat: “En el corazón del Rif, de Gómara y de Yebala, late una juventud bereber que no se resigna a ser mero pie de página en la historia de Marruecos. Herederos de la memoria de Abd el-Krim y de la República del Rif, estos jóvenes han transformado la rabia en dignidad, y la dignidad en un movimiento cívico que reclama lo elemental: escuelas que enseñen, hospitales que curen, trabajo que no obligue a emigrar y el reconocimiento pleno de su lengua y cultura amazigh. No hablan —al menos no aún— de independencia, pero su sola existencia encarna una amenaza para el centralismo que ha condenado al norte a décadas de abandono. En sus banderas ondea más que un color: ondea la memoria de un pueblo que, entre el mar y la montaña, ha decidido no olvidar que alguna vez fue libre”.
Para Melilla yo también creo que ese tipo de Movimientos, aspiraciones, o como quiera llamarse, de los bereberes es muy actual y un tema muy especialmente importante. Por supuesto, y por cierto, no comparto la idea de hacer una estatua a Abd el-Krim en Melilla. Quizás se la harán alguna vez en Marruecos, pero, tal y como están las cosas en Marruecos, no creo que haya posibilidad alguna de que se erija allí tal estatua.