En el ojo del huracán que sacude al PSOE tras los escándalos de corrupción que han salpicado a su cúpula, la figura de Sabrina Moh se mantiene en un silencio tan clamoroso como revelador. Moh, primera melillense en acceder al Comité Federal del PSOE, ve ahora tambalearse su continuidad en este órgano de máxima dirección del partido, justo cuando Pedro Sánchez ultima una reestructuración para tratar de salvar la legislatura y lavar la imagen de un partido herido.
No es baladí que el nombre de Moh aparezca en las quinielas de quienes podrían abandonar la Ejecutiva. Ella no es una dirigente cualquiera: llegó a la Delegación del Gobierno en Melilla en 2018 con el aval directo de José Luis Ábalos, entonces secretario de Organización, hoy investigado por corrupción.
Esa sombra es hoy más alargada que nunca. ¿Puede un PSOE que busca desesperadamente exhibir regeneración mantener a quien fue promocionada por uno de los protagonistas de la trama que ha llevado incluso a prisión provisional a su sucesor, Santos Cerdán?
Lo que inquieta no es solo el vínculo pasado, sino su silencio presente. Sabrina Moh ha evitado pronunciarse sobre los casos que han costado la cabeza a Ábalos y Cerdán, y que sacuden los cimientos del PSOE. Un silencio que se hace todavía más incómodo en un partido que, mientras pregona feminismo, se ve embarrado en escándalos donde se trata a mujeres como mercancía y se investiga el cobro de mordidas millonarias en contratos públicos.
Pedro Sánchez prepara una sacudida en el Comité Federal. Nadie duda de que necesita algo más que un simple maquillaje para retomar el control de su Gobierno y evitar la sangría de credibilidad que amenaza con llevárselo por delante. Para ello, necesita rostros limpios, perfiles que no recuerden ni por un segundo la corrupción que tanto daño ha hecho a un PSOE que ya vivió su purgatorio en los años 90 y que prometió no repetir errores.
Sin embargo, la continuidad de figuras como Moh es un lastre en ese intento de “resetear” la legislatura. Mientras se perfilan salidas como las de Juan Francisco Serrano o Javier Alfonso Cendón, ambos próximos a Cerdán, la situación de Moh evidencia hasta qué punto el PSOE se juega mucho más que un simple relevo: se juega la coherencia entre lo que predica y lo que practica.
Si algo ha demostrado esta crisis es que la regeneración no puede limitarse a anunciar leyes contra la corrupción mientras se mantienen en cargos a quienes llegaron apadrinados por los corruptos que ahora avergüenzan al partido. La regeneración real exige valentía para cortar con ese pasado, aunque duela. De lo contrario, cualquier intento de lavar la imagen del PSOE será un simple acto de cosmética política.
Sabrina Moh se encuentra en la encrucijada: o da un paso adelante, rompe su silencio y aclara su posición sobre los escándalos que carcomen la credibilidad de su partido, o se convertirá en otro símbolo de un PSOE incapaz de desprenderse de las hipotecas que lo arrastran.
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