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La conjura de los necios

Nada es verdad, ni mentira/ todo es según el color/ del cristal con que se mira (Ramón de Campoamor). El poema viene precedido por la, discutible, frase de “En este mundo traidor”. Es un canto al relativismo, un asidero muy utilizado para justificar la mentira, para comprender, por ejemplo, el mensaje del libro “La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole, que se suicidó a los 31 años por no conseguir que publicaran su libro (la mentira de que el libro era muy malo se impuso), pero que fue ganador del premio Pulitzer (resulta que sí era verdad que el libro era bueno, como su autor y su madre creían) un año después de su muerte, en 1981.

Las aventuras y desventuras, en Nueva Orleans, de Ignatius Reilly, el protagonista, y su paralelismo con Don Quijote (“estoy escribiendo una extensa denuncia contra nuestro siglo”, le dice Ignatius al policía que le quiere detener, al comienzo de la novela) justifican la verdad, se mire con el cristal que sea, de la valía del libro y de su título. La conjura de los necios, se mire como se mire, está hoy muy presente entre nosotros y nos hace padecer demasiado.

¿Conjurar? Acudo al extraordinario Diccionario Etimológico de la Lengua Española, de Roque Bárcia -una joya que heredé de mi abuelo paterno- y me dice que conjurar es conspirar, sublevarse. Metafóricamente significa la unión de muchas personas o cosas contra alguno o algo, para hacer daño.

¿Necio? Acudo al mismo Diccionario: necio es un adjetivo que significa ignorante, que no sabe lo que podía y debía saber/ imprudente o falto de razón. “Necios y porfiados hacen ricos a los letrados”, es el refrán que advierte la poca razón con que suelen moverse muchos pleitos.

¿Estamos inmersos en una gran, inmensa conjura de los necios, como dice el título del libro de Toole? Me parece que sí y cito algunos, solo algunos, de los últimos síntomas de esta conjura.

El jueves la mayoría Frankestein que nos malgobierna, vía el Parlamento, aprobó la sedición, puso en manos de los que quieren destruir España, los conjurados, el futuro de España. Y de paso, en este momento de crisis económica mundial, aprobaron un presupuesto en el que los impuestos a los indefensos y encadenados españoles se aumentan, sin que tengamos la posibilidad- como hicieron los habitantes de una aldea pequeña y remota, como la Natuba de “La guerra del fin del mundo”, de Mario Vargas Llosa- de quemar los edictos de la República sobre los nuevos impuestos.

Compruebo que el exterior, la globalización, tampoco nos va a ayudar mucho. Leo que “Con la subida de la energía y los combustibles, vemos que la globalización ha empobrecido a las clases medias occidentales. Cuando hablamos de clases medias, nos referimos también a la pequeña y mediana empresa, los autónomos, los transportistas, los taxistas… Esto políticamente es explosivo a medio plazo. Alguien tiene que empezar a pensar en un proyecto para España, porque lo que tenemos ya no nos vale”. Pero ese “alguien” no existe en el actual panorama gubernamental español. Lo que existe es una auténtica conjura de los necios contra la pequeña y mediana empresa (la nuestra, por ejemplo) los autónomos (muy triste es su vida), los transportistas, los taxistas … y etc, etc.

Sigo leyendo: “Las líneas ideológicas, la política de grupos o el choque de bloques sólo dividirá el mundo, lastrando el desarrollo global y el progreso humano”, dijo Xi Jinping en su intervención en el plenario de Bali (Reunión del G-20). La cumbre del Grupo de los Veinte, con peso creciente más allá de lo económico, devuelve al tablero internacional a China, que ocupa, con reticencias, la silla de una Rusia en declive… De Bali ha salido un texto, un documento relevante de 16 páginas y con decenas de compromisos, y eso es noticia, sin duda.

La política local, melillense, tampoco tiene futuro si se sustenta en un choque de líneas ideológicas o en -lo que sería todavía peor- una lucha étnica. Eso lastraría , si es que no impediría, cualquier desarrollo y progreso de la sociedad melillense.

No llores por mí, Melilla. Lo que oigo es la famosa “Don’t cry for me, Argentina”, cantada por Paloma San Basilio. Lo que me viene a la cabeza es, en vez de Argentina, Melilla. Encuentro un cierto consuelo cuando leo en la última página de nuestro periódico del jueves pasado un artículo del entusiasta melillense presidente de la Comunidad Hindú de Melilla, Ramesh Nanwani. Él habla del “Paraíso Melilla” y del “buen comportamiento y gran corazón de los melillenses”. Aquí sí se puede aplicar, de manera positiva, lo de nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Yo he comparado frecuentemente a Melilla con una isla. Aunque geográficamente no lo sea, Melilla, he escrito, es una ciudad laboratorio, en la que, en su insularidad y con sus peculiaridades, se podrían hacer muchas pruebas, poner en práctica muchos proyectos. Se podrían…y se deberían hacer. Amén o inshalá, como prefieran.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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