La inocencia, la castidad, la pureza, son manantiales celestiales.
El sexo, la reproducción,
Son origen del desconcierto, la mentira, y la muerte.
La esencia cósmica lumínica llamada alma, Es apresada y cautiva
En un armazón pétreo llamado cuerpo,
Cuyo destino es la decrepitud y la desaparición.
El alma se contamina en este cautiverio y desaparece.
Pero no putrefacta ni reciclada
Por un bloque sin luz como es el planeta,
Sino absorbida por el éter universal del Cosmos.
El ente que originó este suceso,
Ajeno a él,
Retorna a su primogenitura en espíritu,
Ya que este
Es el manifestador manifestado de todo.
Desciende de la misma y única,
Verdadera e interminable existencia
Donde la inocencia, la castidad y la pureza
Son los tres pilares básicos,
Donde se asienta
El tríptico triangular de la belleza u orden o conocimiento
Que originan la visión, participación y entendimiento
De órdenes insospechadas
Por la mente seducida del cuerpo cerrojo.
La visión incomprendida ha estado de siempre.
Nunca existió principio ni jamás existirá final.
En un aliento inmortal e intemporal,
Se recrea y se instituye,
Con innumerables senderos e incontables perfecciones,
Que ejercitan voluntades propias
En espacios y tiempos determinados
En justa escenificaciones de sus intemporalidades.
Visión y no visión,
En planos o universos,
Dimensionan el pálpito de su existencia:
“La Belleza anterior a toda forma,
Nos va haciendo a su misma semejanza”…
Dice el poeta Claudio Rodríguez
Buenos días