Lo llevan también y lo defienden, como sol en pañales y trigo en sementera. Cualquiera hace burla del presente. Arropado en canasta y ancho mantel de largas espalderas. A hurtadilla, mirando en desafío, con el único ojo de su ceja tostadita y crujiente. Se mastica su aire tierno y bueno. Y va para el Portal. Unido a los pastores mano a mano. Sin titubeos ni prisas. Andando. Como se suele andar cuando se sabe. Sin siquiera notarlo.
Y llega y se turba un poco. Es tan pura esta gente de la artifara, que tan solo el aire los pone colorados. Qué familia de pastores y trigo puro y limpio. Que familia mirando, a ese Niño, rubio y desolado, por dejarse los soles de su cara, allá arriba alumbrando, para hacerse de carne y hacerse visto .Que familia de manos que quieren tocar un poco sus bracitos. Sus pies descalzos, como pececillos revueltos, acaracolados, por las cosquillas de un Niño, que está bastante vivo, para saber morirse sin estarlo. Y la artifara lo mira con recelo. Con temor. Desde el ángulo más íntimo de la canasta. Temeroso y apabullado, su pequeño cuerpo de trigo molinero. Querido y retostado. Y su cara redonda se ilumina…. ¡El Niño lo ha mirado! Y lo ha escogido a el, para quedarse por siempre en los humanos. Para correr por las resecas almas de los hombres lo ha escogido a él. Al pobre y asustado, sin lujos ni prebendas. Ni esencias ni arrumacos. La torta de miel le mira confundida. Los pasteles de piñones se hablan asombrados. Todos le miran con recelo y envidia… ¿Quién es este que ha sido elegido para llevar el cuerpo de este santo?..La artifara se esconde entre los pliegues y llora avergonzado, de saberse un pobre trozo de pan, para tan alto cargo.
Buenos días noches buenas
