El histórico futbolista melillense José Luis Hernández Martínez, exjugador de la U.D. Las Palmas entre 1963 y 1971, ha vuelto estos días a su ciudad natal para disfrutar de la Feria de Melilla y reencontrarse con las calles y rincones de su infancia. Nacido el 11 de enero de 1942, Hernández se convirtió en uno de los referentes de la célebre “quinta de los Diablillos Amarillos”, con la que ascendió a Primera División en 1964 y alcanzó el subcampeonato de liga y un tercer puesto a finales de los años sesenta.
A sus 83 años, el que fuera lateral izquierdo de aquella U.D. Las Palmas mítica conserva la memoria lúcida y la palabra viva para rememorar los caminos que lo llevaron del barrio de Corea y del Instituto Politécnico al césped del Camp Nou y el Santiago Bernabéu, pasando por anécdotas de cuartel, viajes, mujeres, estudios y empresas. Una vida que él mismo define como “intensa, insensata y apasionada”.
Regreso a Melilla
José Luis reconoce que volver a Melilla siempre le ha generado sentimientos encontrados. A pesar de haber regresado en varias ocasiones a lo largo de su vida, su primera vuelta tras marcharse de la ciudad se demoró más de lo que hubiera querido. Hoy lo hace con la conciencia de que el tiempo ha pasado y que ya no encuentra la misma compañía que antaño. “Quizás vine por primera vez con 41 ó 42 años, siempre aprovechando la Feria de septiembre. Luego dejaba pasar cuatro o cinco años hasta volver otra vez. Hoy pienso que será la última, porque la edad que tengo ya no me permite deambular y caminar como quisiera. Luego aquí no tengo los amigos que tenía porque no están físicamente en condiciones o han muerto la mayoría. En Melilla solamente me quedan familiares que murieron hace muchos años porque mis padres se marcharon a Almería cuando se acabó el protectorado español y se cerraron las minas del Rif, así que me voy dentro de unos días otra vez a Las Palmas de Gran Canaria, donde llegué hace 62 ó 64 años.
Sentimientos al volver
Aquella primera vez que pisó de nuevo las calles melillenses después de tantos años fue, según relata, un viaje emocional en el que cada esquina se convertía en un espejo de recuerdos. Sus pasos le llevaron de la Plaza de España a los barrios que marcaron su niñez y juventud, despertando una memoria cargada de imágenes, olores y vivencias. “Me bajé en la Plaza de España y caminé por la calle O’Donnell, por Álvaro de Bazán, por el barrio de Corea, por el Hipódromo, por el Real… Me vinieron a la cabeza tantísimos recuerdos. Aquí estudié bachiller hasta cuarto y luego me fui a la Universidad Laboral de Córdoba con 14 años, interno con los padres dominicos. Fue un tiempo duro, pero también de aprendizaje”, rememora.
Los inicios en el fútbol
Su relación con el balón nació, como la de tantos niños de la época, en las calles de Melilla. Sin embargo, pronto dio el salto al fútbol organizado, primero en el Real Juvenil y después en campeonatos que lo llevaron a medir fuerzas con equipos de Ceuta y Sevilla. Aquella pasión convivió con su carácter rebelde, que le costó expulsiones escolares, pero también abrió puertas inesperadas como la del Ejército y, más tarde, la del fútbol profesional en Canarias. “En Melilla jugaba callejeramente, como todos los críos de entonces. Luego fiché por el Juvenil del Real y llegamos a ser campeones de África. Después entré en el ejército porque me habían expulsado de la Universidad Laboral por rebelde. Me vi en Madrid, en Cuatro Vientos, y de allí acabé destinado a Canarias. Entré en Las Palmas casi de casualidad, jugando en equipos modestos hasta que me fichó Las Palmas por seis balones y dos equipaciones. Así empezó todo”, relata con precisión.
En cuanto a su llegada a la U.D. Las Palmas reconoce que fue el resultado de una concatenación de azares: el destino militar en Canarias, las amistades, un entrenador que confió en él y el propio talento que mostraba en el campo. Lo que empezó como una etapa pasajera terminó siendo la gran aventura de su vida deportiva. Con apenas 21 años debutó en Segunda y poco después se encontraba en los grandes estadios de España, enfrentándose a los gigantes del fútbol de la época. “Nunca había pensado en ser profesional. Debuté en Segunda con Las Palmas y, poco después, ya estaba en el Camp Nou o en el Bernabéu viendo a Di Stéfano o a Puskas. Nosotros éramos chavales de 19 ó 20 años y nos asustábamos. Aun así, jugué más de 200 partidos en Primera. Era lateral izquierdo, aunque yo le pegaba igual con las dos piernas”, explica con orgullo.
El final de la etapa profesional
Tras sus años dorados en Las Palmas, probó suerte en otros clubes, aunque la experiencia fue distinta. El paso por el Jerez Deportivo en Segunda División estuvo marcado por las dificultades económicas, viajes interminables en autobús y sueldos impagados. Aquella etapa lo llevó a reflexionar y decidir que su futuro ya no estaba en el césped. “Me fui al Jerez Deportivo, jugué en Segunda, al igual que en el Langreo, Villareal y Córdoba. También me quisieron fichar el Rayo Vallecano, el Rácing de Santander y el Real Zaragoza. Sin embargo, el Jerez no pagaba y me hacía el lesionado para no viajar en autobús hasta Logroño o Langreo. Al final denunciamos al club y decidí poner fin a mi carrera. Tenía 30 años y dos hijas, y comprendí que ya era hora de buscar otro camino”, explica.
Una segunda vida, entre negocios y viajes
El fútbol no fue su único mundo. Hernández encontró una segunda vida en los estudios y en los negocios, donde volvió a demostrar su carácter inquieto. Se formó en Publicidad y Relaciones Públicas, trabajó para la empresa de helados Kalise y, más adelante, se dedicó a la importación de productos desde Asia, lo que le permitió viajar y descubrir otras culturas. “Estudié Publicidad, Relaciones Públicas y Marketing. Trabajé en Kalise, la empresa de helados más importante de Canarias. Luego me dediqué a importar productos desde China, Corea del Sur o Tailandia. He viajado por todo el mundo, he hecho cruceros por el Mediterráneo y el Báltico. Además, tengo siete hijas de tres madres diferentes y una cuarta mujer con la que llevo 25 años. Mi vida ha estado llena de cambios, pero también de experiencias únicas”, afirma.
Juventud, fama y bohemia
Si algo caracteriza a José Luis Hernández es su franqueza al hablar de los excesos de juventud. Nunca ha ocultado que su vida fuera del campo fue intensa y, en ocasiones, incompatible con la disciplina deportiva. Reconoce que le gustaba la noche, las mujeres y el cabaret, y que más de una vez eso le costó multas, castigos e incluso disgustos con sus entrenadores. Sin embargo, asegura que esa misma intensidad era la que le hacía rendir en el campo. “A mí me gustaba demasiado la buena vida: el cabaret, las mujeres, viajar… Eso me costó multas y sanciones, pero también me dio recuerdos inolvidables. Cuando nos sancionaron en Barcelona por llegar a las cinco de la mañana, la multa era tan grande como si hoy fueran 50.000 euros. Y aun así quedamos subcampeones de Liga. Yo siempre decía que cuanto más disfrutaba fuera del campo, mejor jugaba dentro de él”, asegura totalmente convencido.
El homenaje en su tierra
En 2022, la Asociación de Futboleros de Melilla que preside Manolo Agulló le rindió un homenaje que no esperaba, y que recibió con gratitud. Para él, aquel reconocimiento fue una manera de cerrar el círculo con su ciudad natal y con la afición que lo vio dar sus primeros pasos con un balón. “No sabían que yo había sido jugador hasta que se lo dijeron amigos como Paquito Moya e Ibáñez. Me hicieron una entrevista y un homenaje precioso. Fue un detalle que guardo con cariño y que me hizo sentir muy orgulloso de ser melillense”, resalta emocionado.
Filosofía de vida
A lo largo de la conversación, José Luis Hernández repite que su vida ha sido la de un insensato feliz, alguien que prefirió intensidades a seguridades. Para él, el fútbol fue solo un capítulo de una historia mucho más amplia que incluye viajes, mujeres, estudios y negocios. Con 83 años, sigue defendiendo su lema vital. “Si hubiera sido más sensato habría jugado más tiempo al fútbol, pero yo preferí vivir intensamente. Siempre he dicho lo mismo: no le pongas años a tu vida, ponle vida a tus años”, concluyó con una sonrisa.