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Inmigración ilegal, delitos en las redes y adiós a un gran comandante general

“Un comandante general, el actual, Álvaro de la Peña, que desgraciadamente y por pasar a una nueva situación militar tras cumplirse el tiempo fijado, va a dejar la Comandancia de Melilla dentro de unos días. Con pena le decimos adiós y hasta siempre, y le aseguramos que puede sentirse orgulloso del legado personal y profesional que, junto con su mujer, Montserrat, ha dejado en nuestra ciudad”. Cercanas ya las elecciones europeas, arrecia la indignación en España e Italia contra la Comisaria de Interior de la Comunidad Europea, la sueca Cecilia Malmstrom, que viajará en fechas próximas a España en visita oficial, pero que no vendrá ni a Ceuta, ni a Melilla y tampoco tiene anunciada visita alguna a la italiana Lampedusa, las tres ciudades en las que se centra el mayor tráfico de emigrantes ilegales con destino a Europa.

Por supuesto que, como decía el editorial de nuestro periódico del pasado viernes, es más que conveniente que se oiga nuestra voz, votando en las elecciones europeas de dentro de siete días, pero la visión popular de la cosa política europea es que el Parlamento pinta poco, aunque cueste mucho, y que Bruselas, con políticos como la sueca Malmstron, hablan mucho, pero hacen poco, o más bien se hacen los suecos, como señala el popular dicho. Y sobre el grave problema de la inmigración ilegal, de la que todas las semanas tenemos en Melilla al menos un nuevo episodio de saltos clandestinos, además de los que entran ilegalmente a través de los pasos fronterizos y con pasaportes falsos o alquilados, crece y se consolida la idea, que antes parecía descabellada, de que la única solución -ya que la de fletar directamente aviones gigantes desde el aeropuerto de Melilla, por ejemplo, con destino al aeropuerto de Bruselas, también por ejemplo, no parece factible- es la que Italia amenaza con tomar: dejar paso franco por sus fronteras a cuanto emigrante quiera entrar en Europa.

En un cálculo prudente podíamos prever que unos dos millones de emigrantes africanos podrían pasar mensualmente a Europa, o sea, unos 24 millones de personas en un año, a las que la decaída economía y el maltrecho y ya apenas sostenible estado del bienestar de la Comunidad Europea habría de absorber, algo evidentemente imposible, por mucho que se empeñen en decir lo contrario las ONGs que viven del desconcierto migratorio y por mucho que insista toda la teoría progre sobre que se puede gastar sin tasa un dinero que no existe. Europa se sumiría en el caos, evidentemente, tras quedar reducidas a cenizas ciudades como Lampedusa, Ceuta o nuestra Melilla.

En lo que a Melilla respecta, me permito insistir en que somos nosotros, desde aquí, los primeros que hemos de intentar, con firmeza y sin descanso, poner en funcionamiento medidas eficaces para luchar contra la emigración ilegal, empezando por plantear y ganar la batalla del cambio de nuestra actual ley de extranjería, absolutamente ineficaz en las presentes circunstancias. Pero también es evidente que el problema no es sólo nuestro, ni sólo español, ni sólo de algunos países de la Europa del Sur, sino de toda Europa y especialmente de los países más desarrollados y poderosos de la Comunidad, que son el verdadero destino final de los emigrantes ilegales. Ayudar a atajar el problema en su origen es tan importante, y urgente, para ellos como lo es para nosotros. Y no se arreglan los problemas hablando y con buenas palabras, sino actuando y venciendo ese inmovilismo burocrático que nos atenaza y ralentiza, cuando no impide, la solución de nuestros graves problemas, como este de la inmigración masiva e ilegal.

También hay otros graves, y relativamente nuevos, problemas en nuestra sociedad. El increíble asesinato, por una madre y su hija, de la presidenta de la Diputación de León y del Partido Popular de esa provincia, Isabel Carrasco, además de llenar de indignación y estupor a la mayoría de los españoles, ha puesto de manifiesto la gravedad de una moderna forma del lamentable cainismo español: el abuso de la redes sociales y su utilización, en el caso antes señalado, para intentar justificar algo tan monstruoso y execrable como el crimen de la política leonesa. Comentarios abyectos que, como decía el diario El Mundo en uno de sus editoriales del pasado jueves, "a menudo quedan impunes, pese a ser delictivos" y cometidos, como también ocurre en Melilla, por resentidos cobardes que se esconden tras el anonimato, insultos soeces que, una vez localizados los autores y puestos ante los jueces, aseguran no recordar o haberlos proferido "sin mala intención", al mismo tiempo que se apresuran a intentar borrar de las redes lo que antes exhibían con tan sucios modos. Patética cobardía.

Poner coto a la impunidad en las redes sociales es un objetivo imprescindible hoy en día, en toda España y en Melilla de una manera muy señalada, y es una buena noticia saber que el Grupo de Delitos Tecnológicos de la Policía está ya investigando miles de tuits, tras el rastro de posibles delitos que deben ser castigados aplicando el artículo 173 del Código Penal, que contempla penas de prisión desde 6 meses a 2 años y que, además, pueden ser perseguidos de oficio, no como las injurias, en las que sólo los afectados pueden demandar.
"En internet -insistía el editorial de El Mundo- no todo está permitido y en las redes sociales hay que evitar que sigan colándose (impunemente) la ofensa, la vejación y la humillación a las personas. Todos saldremos ganando". Efectivamente, todos saldremos ganando y en ciudades pequeñas, como la nuestra, en las que el cainismo es más visible -aunque lo practiquen pocos y locoides- es lamentable comprobar cómo tan pocos, tan cobardes y tan malos, son capaces de enturbiar tanto una sociedad que podría y debería ser más bien apacible. Crítica sí, porque siempre hay algo, y hasta mucho, que criticar, pero limpia y con ilusiones colectivas por encima de las miserias personales.

Posdata. Dos grandes días de golf en nuestra ciudad, con el torneo que patrocinan, desde hace años, las Fuerzas Armadas de Melilla, con el comandante general al frente. Un comandante general, el actual, Álvaro de la Peña, que desgraciadamente y por pasar a una nueva situación militar tras cumplirse el tiempo fijado, va a dejar la Comandancia de Melilla dentro de unos días. Para la ciudad va a ser una gran pérdida porque, como dijo el mismo Álvaro de la Peña en su discurso de bienvenida a los participantes en el torneo de golf de este fin de semana, él ha apoyado todo lo posible que se sienta la cercanía entre los melillenses y su ejército, y ha conseguido sobradamente su objetivo. Con pena le decimos adiós y hasta siempre, y le aseguramos que puede sentirse orgulloso del legado personal y profesional que, junto con su mujer, Montserrat, ha dejado en nuestra ciudad.

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