Carta del Editor MH, 4/12/2024
Enrique Bohórquez López-Dóriga
¿Por qué no escribes más sobre Melilla?, me dice/pregunta más de un lector. Siempre procuro escribir directamente sobre Melilla y tengo la esperanza de que mis Cartas lleguen a tener influencia en el futuro de nuestra ciudad. Probablemente no tanta influencia como tuvieron las cartas de Caton en Estados Unidos, pero al menos cierta buena influencia. Siempre digo, y lo seguiré diciendo, que Melilla necesita, por encima de todo, dos cosas: entrar en la unión aduanera europea y ser -junto con Ceuta- la 18ª Autonomía de España. Menos besos y felicitaciones mutuas entre las numerosísimas “autoridades”, menos protocolos y más acción fundamental, es lo que necesitamos. Lo primero, unión aduanera, nos permitiría el desarrollo económico y social. Lo segundo, verdadera autonomía, nos permitiría ser como el resto de los españoles y que se nos tratase políticamente como tales, desde dentro -el resto de España- y desde fuera -Marruecos y etc, etc.
Propuestas como la de una iniciativa popular pidiendo Elecciones Generales puedan ser doblemente atractivas para los melillenses, que sienten una urgencia constante de hacerse escuchar
Un melillense ilustre, Carlos Entrena Palomero, escribió el sábado en nuestro periódico: “¿Qué hacer con un mal gobierno que perjudica al país? Una iniciativa interesante sería la acción conjunta de los ciudadanos y los partidos para presentar una proposición de ley de iniciativa popular (con 500.000 firmas) para que se convoquen Elecciones Generales. Sin duda la iniciativa tendría un éxito rotundo y haría ruido”. Es una muy buena iniciativa para España…y muy especialmente para Melilla, donde el peso de este Gobierno fallido de Sánchez es enorme.
La propuesta que menciona Carlos Entrena Palomero sobre una proposición de ley de iniciativa popular para convocar elecciones generales no solo es interesante, sino que también apunta a un problema de fondo: la desconexión entre el gobierno y el sentir ciudadano. En España, donde la confianza en las instituciones ha sido erosionada por años de escándalos y promesas incumplidas, este tipo de iniciativas tienen el potencial de convertirse en una herramienta clave para canalizar el descontento social. Y en el caso de Melilla, el impacto de este “gobierno fallido” se percibe de manera mucho más intensa debido a la situación geopolítica y social única de la ciudad. El centralismo administrativo y la percepción de abandono histórico se agravan con cada crisis política. Esto hace que propuestas como esta puedan ser doblemente atractivas para los melillenses, que sienten una urgencia constante de hacerse escuchar.
¿Cuánto le queda por morir al muerto? es la pregunta más frecuente hoy en España, según el escritor Andrés Trapiello. El muerto, político, es Sánchez, el del manual de resistencia (resiliencia, según él). La frase de Andrés Trapiello, “¿Cuánto le queda por morir al muerto?”, resume un sentimiento extendido: la idea de que el ciclo político de Pedro Sánchez ha llegado a su fin, aunque él mismo se resista a admitirlo. En el caso de Melilla, esta pregunta es aún más apremiante, porque la ciudad no necesita meros relevos políticos, sino un cambio estructural profundo que dé respuesta a sus necesidades específicas.
Melilla no necesita meros relevos políticos, sino un cambio estructural profundo que dé respuesta a sus necesidades específicas
Una propuesta idealista. Inspirándonos en el modelo de Carlos Entrena, Melilla podría liderar una acción ciudadana coordinada, no solo para denunciar el impacto de este gobierno, sino también para reclamar una reforma más ambiciosa que permita mayor autonomía política y económica. Esto iría más allá del “manual de resistencia” de Sánchez o de cualquier otro líder, porque lo que Melilla necesita no es resistencia, sino resurgimiento. ¿Podría una iniciativa de este tipo movilizar a los ciudadanos de Melilla y España? Ojalá.
Trump no es un psicópata, como Sánchez, Putin o Kim Sing Pin
Guste o disguste (a mí me disgusta), para bien o para mal, Donald (como el Pato)Trump, presidente de los Estados Unidos a partir del próximo 20 de enero, es el personaje de actualidad mundial. Ahora se repasa su biografía: que estuvo en una academia militar, que perder no es una opción para él, que le deslumbró Manhattan -el barrio neoyorquino de la élite-, que tuvo un programa de televisión en el que hizo famoso eso de “estás despedido”, que es narcisista y necesita el control y la inmediatez, que tiene una personalidad antagonista, que no es un psicópata.
No es un psicópata, dicen los expertos (hay ‘expertos’ para todo) porque no es tan cruel, ni tan frío como los psicópatas. Él es el centro, pero no es como Putin -que amenaza desde las sombras-, ni como Pedro Sánchez -que polariza aparentando dulzura-, ni como el norcoreano Kin Sing Pin -que busca la lealtad absoluta. Trump huye hacia adelante, no se doblega, tiene capacidad para comunicarse con su audiencia, es -en resumen- una paradoja viviente.
Trump no es un psicópata, como Putin -que amenaza desde las sombras-, ni como Pedro Sánchez -que polariza aparentando dulzura-, ni como el norcoreano Kin Sing Pin -que busca la lealtad absoluta. Trump huye hacia adelante, no se doblega, tiene capacidad para comunicarse con su audiencia, es -en resumen- una paradoja viviente.
¿Qué hará esa paradoja viviente en Ucrania? Esa es una de las grandes incógnitas sobre la que la decisión de Trump va a tener una enorme importancia, teniendo en cuenta que: “La cuestión de quién gane la guerra en Ucrania es decisiva. Supone uno de esos puntos de aleación en la historia. Si Ucrania consigue vencer a Moscú y recuperar los territorios perdidos después del 24 de febrero de 2022, el día del inicio de la invasión, podrá validarse el argumento de que la amenaza nuclear de Putin no sirvió de gran cosa. Pero si Zelenski es derrotado y Ucrania queda definitivamente amputada de parte de sus territorios, habremos entrado en una nueva era del tenebroso desequilibrio del terror.” (Pasaje de ¿Guerra o Paz?, de JM Beneyto).
Habrá que seguir escribiendo sobre Ucrania. Ojalá los escritos tuvieran tanto éxito como las modernas cartas de Caton, una serie de artículos periodísticos publicados en Londres a comienzos de la década de 1720 por dos Whigs -los que se oponían a la política religiosa de Carlos II- John Trenchard y Thomas Gordon, según los cuales la historia de la humanidad es un registro del conflicto irrefrenable e irrefrenado entre el Poder y la Libertad, con el Poder (Gobierno) siempre dispuesto a incrementar su esfera de acción, invadiendo los derechos de las personas y usurpando sus libertades (“Hacia una nueva libertad. El manifiesto libertario”, de Murray N. Rothbard, publicado por primera vez en 1973, y la tercera edición en español en 2021). Las cartas de Catón tuvieron una influencia enorme en los colonos norteamericanos, en la Revolución y en la Declaración de Independencia norteamericana del 4 de julio de 1776. No pretendo compararme con Catón, pero espero y deseo que mis Cartas contribuyan a conseguir una Melilla mejor.