Disponer de información provoca un efecto balsámico similar al de una toalla empapada en agua fría para calmar los efectos de la fiebre. Aunque lo deseable es que esa información llegue antes de que se desate la inquietud. Cuanto más tarde se ofrezca a la opinión pública, menos efecto tranquilizante puede tener ante una población alarmada Cuando surge algún problema, sobre todo cuando está relacionado con asuntos que preocupan a la opinión pública como es la seguridad y la sanidad, la información es una garantía de que no irá in crescendo cual bola de nieve rodando por una ladera. Todos pudimos comprobarlo en la feria, cuando los rumores y comentarios interesados advertían de una hipotética inseguridad que obligó a la Consejería de Seguridad Ciudadana a emitir partes diarios para hacer ver a la población que todo fue una campaña orquestada por algunos con objetivos un tanto oscuros. Recientemente volvió a darse otro caso similar, cuando se dio cierto repunte de delitos y faltas. De nuevo los mismos que quisieron reventar las fiestas patronales con falsas informaciones, que hablaban incluso de muertos cuando era mentira, volvieron a la carga. Y tuvo que ser esa vez el delegado del Gobierno, acompañado por los máximos responsables de la Policía Nacional y la Guardia Civil, quien saliera a informar a la opinión pública sobre lo que en realidad estaba pasando, que distaba de lo que tanto se estaba comentando.
Disponer de información provoca un efecto balsámico similar al de una toalla empapada en agua fría para calmar los efectos de la fiebre. Aunque lo deseable es que esa información llegue antes de que se desate la inquietud. Cuanto más tarde se ofrezca a la opinión pública, menos efecto tranquilizante puede tener ante una población alarmada.
Esta premisa bastante lógica no se ha tenido muy en cuenta en el caso del enfermo afectado de meningitis. Lleva ingresado desde el sábado de la semana pasada, pero no fue hasta ayer cuando se dio de forma detallada información sobre este caso. Los organismos públicos responsables de la salud pública y la sanidad, que son la Ciudad Autónoma y el INGESA, respectivamente, han tardado demasiado y solo han reaccionado cuando se ha generado una alarma social por el carácter contagioso de la meningitis y la llegada constante de inmigrantes irregulares que está sufriendo Melilla.
Según la Consejería de Bienestar Social y el INGESA, todo está bajo control porque se han activado los protocolos establecidos para estos casos y el enfermo está aislado desde que se le detectó la meningitis. Pero aunque no haya motivo para la preocupación y la alarma, como ayer quisieron dejar bien claro, lo cierto es que las dimensiones que ha adquirido ese protocolo bien merecía una explicación desde que surgió todo, sin necesidad de esperar a que se formara la inquietud de la población, provocada o no por las declaraciones irresponsables de algún colectivo. Quizá pensaron que no era necesario por ser un caso aislado y no un brote, pero hay que tener en cuenta que casi 230 personas están bajo tratamiento por haber estado en contacto más directo con el enfermo. Una cifra bastante elevada que hace reprochable la tardanza de cinco días para dar información oficial al respecto. La mejor vacuna para anticiparse a la posible alarma que se podría generar era poner sobre la mesa todos los datos y exponer de forma clara lo que estaba ocurriendo para no dejar lugar a las dudas e inquietudes.