Ilusos, cobardes, cómplices. Slava Ukraini.

VISTO DESDE FUERA// Por Gonzalo Fernández

La situación en el este de Ucrania es en estos momentos muy volátil. El desgaste en hombres y material que han sufrido las fuerzas ucranianas, tras 100 días de guerra, es muy grande. La artillería, los tanques, las armas de defensa aérea y contra vehículos blindados, todo el material de origen ruso de que disponía Ucrania al empezar la guerra, se ha consumido prácticamente y ahora Ucrania depende, casi totalmente, de las entregas de material por parte de los países amigos.

Estas entregas deben ser adecuadas, en cantidad y calidad, a las necesidades de las fuerzas sobre el terreno. Pero sobre todo deben llegar con urgencia y con el personal que las va a usar ya entrenado. Si bien parte del material seguirá siendo de origen ruso, para lo que sus fuerzas ya están entrenadas, otro material será con tecnología occidental. Dependiendo de su nivel tecnológico llevará más o menos tiempo entrenar a los usuarios pero, en todo caso, deben estar disponibles antes de que las fuerzas rusas, también muy castigadas pero con enorme superioridad en artillería, 15 armas rusas por cada una de Ucrania, obtengan una ventaja sustancial sobre el terreno.
En este delicado contexto llaman muy poderosamente la atención las declaraciones del presidente francés, Macron. El 4 de junio dijo que “Il ne faut pas humilier la Russie pour que le jour où les combats cesseront, nous puissions bâtir un chemin de sortie par les voies diplomatiques” -no hace falta humillar a Rusia, porque el día que los combates cesen podremos crear un camino de salida para la diplomacia”. Añadió que “está convencido del papel de Francia como potencia mediadora”.
Por el contrario, el presidente de Polonia, Andrzej Duda, cree que no es tiempo de diplomacia, o al menos que no es el momento de que los líderes de dos potencias occidentales -Francia y Alemania- dialoguen con Vladímir Putin, porque lo que consiguen es “legitimarle”. “¿Alguien pensó en actuar así con Hitler durante la II Guerra Mundial? ¿Alguien dijo que Hitler tenía que poder salvar las apariencias?”. Hay que destacar que ni Macron ni Scholz han visitado Kiev.
Si bien las palabras de Duda son suficientemente claras, es conveniente resaltar algunas ideas. Por una parte parece ser que en Francia, en la mente de sus dirigentes, sigue clavada su tradición de rendirse al más fuerte ‘para que no se destruya París’. Que se destruya Kiev o Jherson no parece que lo consideren tan importante. Pensar ahora en ‘perdonar a Rusia’’ tan pronto como acabe la guerra, independientemente de su resultado, parece cobarde y cómplice con el agresor, el que ha causado miles de muertos, destrucción indiscriminada, asesinatos y violaciones de civiles.
Y el presidente Francés es un iluso cuando se presenta como potencia mediadora. Francia no pasa de ser una potencia media y, desde luego, me atrevería a asegurar no va a ser la que sustituya a Estados Unidos en la mesa negociadora. El complejo de inferioridad de Francia con respecto a los Estados Unidos, disfrazado como suele ser normal como manifestación de superioridad, está anclado en los inmaculados cementerios americanos, que vigilan desde el infinito las playas de Normandía. Desde donde Estados Unidos inició la devolución de la independencia de su país a Francia que, insisto, prefirió rendirse ante Hitler para ‘salvar París’.
El caso alemán, su tibieza inicial en el apoyo a Ucrania, a duras penas modificada, también tiene su origen en la Segunda Guerra Mundial. Viajando por Alemania, incluso antes de la caída del muro de Berlín, se observaba en una parte importante de la población alemana el resentimiento hacia las fuerzas americanas desplegadas allí, precisamente para garantizar la defensa de Alemania frente a Rusia, entonces corazón de la Unión Soviética.
El olvido de la historia, voluntario en muchos casos, sirve para generar “grandeza patria” en algún caso, o para lavar la vergüenza, en otros. La increíble defensa que Ucrania está haciendo de su territorio, ante un enemigo muy superior en medios, debe escocer en los que no fueron históricamente capaces de hacerlo.
Por otra parte, el portavoz del Kremlin, Peskov, dijo hace dos semanas que Rusia no confía en las garantías de Ucrania de que las armas HIMARS -lanzacohetes de largo alcance- suministradas por Estados Unidos, no se utilizarán para atacar territorio ruso. Afirmó que la confianza requiere de la «experiencia de casos en los que se cumplieron las promesas», y agregó: «desafortunadamente, no existe tal experiencia en absoluto». También afirmó que «creemos que Estados Unidos está deliberada y diligentemente ‘echando combustible al fuego’. Tales entregas no contribuyen a … la voluntad de los líderes ucranianos de reanudar las conversaciones de paz”.
El cinismo de estas declaraciones es inconcebible. El agresor, por una parte, no se fía de la buena voluntad del agredido. Y además estima que el apoyo al agredido es el causante indirecto de la guerra cuando, según se desprende de sus palabras, lo que tenía que hacer Ucrania es rendirse y así acabar la guerra. Y el resto de los países, parecen decir, son también los culpables de la continuación de la guerra, puesto que si no le hubieran proporcionado armas a Ucrania, ésta ya se tendría que haber rendido.
El pensar que alguien estima que es una buena idea entablar negociaciones con los agresores, cínicos asesinos, escapa a mi entendimiento.
Una nota final. He tenido la oportunidad en el pasado de entablar fluidas relaciones profesionales y personales con ciudadanos rusos. Sometidos a un régimen dictatorial, al lavado de cerebro de tantos años, podemos entender su apoyo al régimen de Putin. Pero Putin y sus allegados no gozan, ni deben gozar, de ninguna clase de reacción que no sea la repugnancia ante sus acciones.

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Gonzalo Fernández

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