Hitler, Churchill y el liderazgo

Retrato de Winston Churchill con fondo neutro

Carta del Editor. MH, 29/10/2025

Enrique Bohórquez López-Dóriga

 

En política, declarar a qué se opone uno es mucho mucho más fácil (y a menudo más efectivo) que manifestar a favor de qué se está. Hitler llevó esta verdad a nuevas cotas, dice el historiador inglés Andrew Roberts, en su libro “Hitler y Churchill. Los secretos del liderazgo”. Hitler sabía muy poco de economía -como casi todos los políticos, de antes y de ahora- pero también sabía que su auditorio sabía todavía menos.

Los líderes verdaderamente grandes comprenden hasta qué punto es vital escuchar a las personas que se muestran en desacuerdo con ellos

Nada crea más unidad que un enemigo común; el odio a los judíos constituía la columna vertebral del poder de Hitler. Pocas personas pueden ser felices si no odian a otras personas, credo o nación, escribió el filósofo Bertrand Russell. ¿Por qué odiaba Hitler a los judíos? La pregunta y la respuesta son fundamentales en la historia del siglo XX. ¿Existe la posibilidad de que Hitler no tuviera nada personal contra los judíos, pero que se hubiera percatado de que su demonización le supondría un gran rédito político?, se pregunta Roberts en su libro. Probablemente esa es la respuesta más acertada a una incógnita no despejada.

Churchill, en 1940, ya primer ministro, en el peor momento de la guerra para Inglaterra, prometió: “Combatir hasta que, cuando Dios quiera, el Nuevo Mundo, con todo su poder, dé un paso adelante para rescatar y liberar al Viejo”. Churchill sabía que el imperio británico no podía derrotar a Alemania por sus propios medios; necesitaba aliados, desesperadamente y muy especialmente al Nuevo Mundo, a Estados Unidos.

La última frase del libro: “Los líderes verdaderamente grandes comprenden hasta qué punto es vital escuchar a las personas que se muestran en desacuerdo con ellos. Si Churchill adoraba los debates, Hitler simplemente los sofocaba. Al final, si bien es cierto que a los estados totalitarios se les da bien empezar las guerras, las democracias son mucho mejores a la hora de ganarlas”.

Como esperábamos y temíamos, en estos 18 últimos días transcurridos, ni el Gobierno nacional, ni el local, ni partido opositor político alguno, han hecho el menor movimiento para avanzar en el camino constitucional melillense

Seguimos sin Autonomía y en peligro

Hoy han pasado ya 18 días desde que empezamos a publicar en nuestra portada el número total de días (17.111 +18) desde la aprobación de la Constitucion que contempla la conversión de Melilla en Comunidad Autónoma.

Como esperábamos y temíamos, en estos 18 últimos días transcurridos, ni el Gobierno nacional, ni el local, ni partido político opositor alguno, han hecho el menor movimiento para avanzar en el camino constitucional melillense. No parece importarles lo más mínimo lo que para Melilla y los melillenses es una necesidad vital: ser como el resto de España, gobernarnos con autonomía (como el resto de España) en vez de seguir siendo un ayuntamiento, con un nombre, Ciudad Autónoma, vacuo, que nos obliga a ser gobernados aquí desde Madrid -la representante del Gobierno central en Melilla, la delegada Sabrina Moh, es una continua broma de mal gusto, un desprecio permanente para nuestra ciudad- por personas electas, elegidos por su fidelidad partidista, no por consejeros elegidos por su capacidad ejecutiva y con el continuo riesgo de, al ser diferentes del resto de España, dejar de ser españoles y ser entregados, poco a poco, a Marruecos por gobernantes, tipo Sánchez, que alimentan nuestra pobreza y se rinden ante Marruecos (ahora, por cierto, un reino mucho más amigo de Estados Unidos que el actual Gobierno comunistoide español).

Lo que el país (no digamos Melilla) necesita son reformas profundas que impulsen la productividad, reduzcan la burocracia y alivien la carga fiscal que estrangula a quienes realmente crean empleo. En España (no digamos en Melilla) emprender sigue siendo un acto heroico.

Necesitamos reformas profundas

Leo nuestro Semanario Económico QUEZ y cada vez me asombro más. “El tejido empresarial sigue asfixiado por la presión fiscal y la falta de apoyo efectivo a la iniciativa privada…Lo que el país (no digamos Melilla) necesita son reformas profundas que impulsen la productividad, reduzcan la burocracia y alivien la carga fiscal que estrangula a quienes realmente crean empleo… En España (no digamos en Melilla) emprender sigue siendo un acto heroico”.

Nuestra Redacción en Madrid -que también tanto nos aporta- nos envió un artículo, que publicamos el domingo pasado, sobre una nueva empresa, de nombre MARI, fundada por Ariel Emmanuel, que ha declarado que, “a medida que la gente da más valor a vivir experiencias en lugar de poseer cosas -y gracias a que el trabajo híbrido y la inteligencia artificial nos dejan más tiempo para disfrutarlas- el deporte, el arte, el estilo de vida y el entretenimiento se vuelven aún más esenciales”. Ese es el tipo de desarrollo que Melilla debería seguir (estilo Mónaco).. el estilo que no vendrá, jamás, ni desde esta administración pública…ni de ninguna.

 

 

 

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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