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Hartos ya de estar hartos

“Los empresarios -y los melillenses en general- estamos hartos de promesas incumplidas por la Administración local y la del Estado, de las inversiones fantasmas, de la anunciada y fallida regeneración de la vida política, disputas baldías echando mano del “y tú más” cuando no se otras tienen razones, la judicialización de las actuaciones administrativas, las famosas auditorías “de infarto” anunciadas y no realizadas, los errores repetidos y no enmendados en los pliegos de las licitaciones de contratos mayores, de las adjudicaciones por la vía de emergencia a empresas sin capacidad técnica o económica, de no facilitar la concurrencia de pymes locales mediante la división por lotes en la contratación pública, etc”.
Este es un extracto de una durísima carta escrita por la Comisión Permanente de la Confederación Melillense de Empresarios, la CEME, de la que nos hacíamos eco ayer, y donde en poco más de un folio, escrito con tipografía pequeña, hace un contundente repaso a la decepción que nuestra clase política ha provocado en el tejido productivo de la ciudad, arrastrando también al conjunto de la sociedad. Los empresarios muestran su enfado y dan un golpe en la mesa porque están hartos de estar hartos. Se agota su paciencia porque, como vienen a decir en su carta, entre unos y otros nos conducen a una especie de Gran Depresión que tratan de camuflar con fuegos artificiales, estadísticas interesadas y polémicas estériles para desviar la atención, algunos recurriendo, incluso, a un aparato propagandístico funcionando a pleno rendimiento.
“Melilla está muerta”, sentencia la patronal de esta ciudad. A cualquier melillense que quiera a su ciudad le resulta muy duro leer esta frase de tres palabras en boca del principal motor económico. Pero más duro resulta comprobarlo con sólo dar un paseo por nuestras calles y escuchar a quienes viven en Melilla. Si nuestros políticos no se ponen las pilas van a tener muy difícil, dentro de un año, ir a los barrios a hacer campaña electoral sin llevarse un merecido baño de realidad. Especialmente quienes ahora ostentan el poder y hace apenas tres años se presentaban como el revulsivo que necesitaba la ciudad. Lo más probable es que intenten sacudirse las culpas señalando a la pandemia y a una frontera cerrada que ya estaba bloqueada para el paso de las mercancías más de un año y medio antes de que apareciera el coronavirus por el fin de varias décadas de la aduana comercial. Y, aunque Marruecos tiene también su responsabilidad en este tema, la impresión que todos los melillenses tenemos es que, desde este lado de la frontera, no se ha hecho el esfuerzo necesario para revertir ese cierre. Los dos gobiernos, el de España y el de Melilla, se han olvidado ya de ello y pretenden que los melillenses sigamos el mismo camino.
La patronal hace un amargo repaso a lo que ha sucedido en estos cuatro años atrás, desde que miles de empresarios y melillenses se echaron a la calle para pedir una frontera fluida y segura, antes de que se produjera ese cierre de la aduana y un cambio político a la Delegación del Gobierno primero y, posteriormente, a la Ciudad Autónoma. “Después de cuatro años estamos igual o peor”, analiza la Confederación de Empresarios, que en esas protestas estuvieron acompañados por quienes hoy se sientan en los sillones del poder, pero a los que reprocha su falta de soluciones porque, como dicen los empresarios, no han hecho nada productivo ni actúan todos a una, aun siendo algunos del mismo partido, a la hora de impulsar medidas que puedan ayudar a Melilla a salvarse de esa muerte ya prácticamente segura.

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