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Hamás es un sangriento grupo terrorista. La ONU creó el estado de Israel

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La RAE define el terrorismo en los siguientes términos: 1. Dominación por el terror. 2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. 3. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.

Hamás es un grupo terrorista. La Unión Europea recoge a Hamás, junto a su brazo armado Izz al-Dīn al-Qassām, en el puesto número 9 de 21 entidades terroristas. Esta lista, que nació después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, se realizó en consonancia con un documento del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Otros países occidentales también incluyen a Hamás entre los grupos terroristas. Sus ataques indiscriminados sobre la población civil constituyen una táctica claramente terrorista, sin interpretación alguna. El nombre del brazo terrorista de Hamás proviene de un influyente clérigo del Islam suní quien creó, en 1930, el primer grupo organizado de militantes palestinos (al-Kaf al-Asuad – la Mano Negra), autor de los primeros atentados terroristas palestinos.

Hamás es un grupo sangriento, lo ha probado con creces a lo largo de su existencia y lo acaba de corroborar ahora al asesinar a sangre fría, al día en que esto escribo, a más de 1.200 personas (el equivalente a matar a 6.400 en España). Entre ellas 260 personas civiles, de todas las edades, que se encontraban atendiendo un festival musical y bailando. O 40 bebés muertos, algunos decapitados, en el kibutz de Kfar Aza, donde un centenar de civiles fueron asesinados en el asalto del pasado día 7, sábado.  Y, por si quedara duda, ha prometido que, por cada ataque de Israel sobre territorio de Gaza asesinarán, con televisión en directo, a uno de los rehenes que han capturado durante su reciente ataque.

En ningún caso lo expuesto anteriormente presupone, en este moneto, una toma de posición política, una declaración de apoyo a unas u otras ideas y razones. Es, simplemente, una constatación de hechos. Cualesquiera que sean las razones esgrimidas, no existe justificación alguna para la realización de ataques terroristas, indiscriminados.

 

La historia del conflicto.

Para dilucidar si Palestina sería, por derecho, el hogar de unos u otros, quizás de ambos o de ninguno, debemos retroceder en la historia. Y como siempre pasa cuando lo hacemos, nada queda clarificado, sino que el devenir convulso de la historia da la razón a unos u otros, según el período histórico que consideremos.

Entre los años 3300 a.C. – 1200 a.C. la región ahora conocida como Palestina era conocida como Canaán, dado el nombre genérico de las diversas tribus pobladoras (11 según el Génesis). Habitaban la región que corresponde aproximadamente al actual Israel, Cisjordania, la Franja de Gaza y partes de Jordania, Líbano y Siria. El idioma que hablaban es el origen tanto del árabe como del hebreo y de otras lenguas llamadas semíticas, por Sem, hijo de Noé.

Aproximadamente en el siglo XIII a.C. se produjo la huida de los israelitas cautivos en Egipto hacia lo que llamaban la ‘tierra prometida’. Tras la conquista de Canaán, las tribus israelitas finalmente se unieron bajo los reyes Saúl, David y Salomón, formando en el siglo X a.C. el Reino Unido de Israel. Jerusalén se convirtió en la capital y el sitio donde Salomón construyó el Primer Templo.

Posteriormente el territorio fue dominado por diversos imperios, como el asirio, el egipcio, el babilónico, el helenístico y el persa. La conquista romana y la posterior destrucción del Segundo Templo, en el año 70 d.C. dieron lugar a la diáspora judía, con los judíos dispersándose por todo el mundo mientras mantenían su conexión con la tierra de Israel.

A partir del siglo VII d.C. los califatos islámicos, incluidos los omeyas, los abasíes y los fatimíes, gobernaron la región durante varios siglos. Jerusalén se convirtió en un importante centro religioso para el Islam, con un paréntesis de dos siglos por las Cruzadas (1099-1291), cuando los cristianos europeos establecieron el Reino Latino de Jerusalén, pero finalmente fueron expulsados por las fuerzas musulmanas lideradas por Salah ad-Din (Saladino).

Entre los años 1517-1917 el Imperio Otomano tomó el control de la región y permaneció bajo el dominio otomano durante siglos. El área era étnicamente diversa, con árabes musulmanes, palestinos cristianos y comunidades judías viviendo juntas.

A finales del siglo XIX y principios del XX, surgió el movimiento sionista, que abogaba por el establecimiento de una patria judía en Palestina, entonces parte del Imperio Otomano. Este movimiento cobró impulso y apoyo de las comunidades judías de todo el mundo.

Entre 1917-1948), después de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones (precursora de la ONU) otorgó a Gran Bretaña el control sobre la región. Las tensiones entre judíos y árabes aumentaron, lo que llevó a la violencia y los disturbios.

En 1947 la ONU emitió la Resolución 181, en la que fijaba la creación en Palestina de dos estados independientes, uno árabe y otro judío, con un área que incluía Jerusalén y Belén bajo control internacional. En el mandato se asignaba a Israel el 55% por ciento del territorio, no el de mejores características, ya que incluía por completo el desierto del Néguev.

El Estado de Israel nació el 14 de mayo de 1948 y la nueva nación fue reconocida rápidamente por los Estados Unidos, la Unión Soviética y muchos otros países. Pero el estado árabe nunca se creó, sino que ese mismo día tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y jordanas, apoyadas por voluntarios libios, saudíes y yemeníes, comenzaron la invasión del recién proclamado estado judío.  Una victoria relativa de Israel provocó el desplazamiento de cientos de miles de palestinos, quedando Jerusalén dividida y Cisjordania y la Franja de Gaza en poder de los palestinos.

La situación permaneció inestable hasta 1967, cuando los países árabes vecinos desplegaron sus ejércitos para una nueva invasión de Israel. Advertida de la situación, Israel realizó un ataque preventivo, llamada después la Guerra de los Seis Días, por la duración del conflicto. La guerra supuso una derrota total para los países árabes, que perdieron los territorios palestinos, Jerusalén, la Península del Sinaí y los Altos del Golán. Se estima que 700.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus tierras en lo que los palestinos llaman la «Nakba» o «catástrofe» en árabe. Más tarde, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó una resolución en la que pedía a Israel que se retirase del territorio que ocupó en la breve guerra.

En octubre de 1973, la coalición árabe, encabezada por Egipto y Siria, lanzó un ataque sorpresa y coordinado contra Israel en el día del Yom Kippur, un día sagrado judío. Las fuerzas árabes inicialmente ganaron mucho terreno, pero fueron rechazadas en el último minuto por una contraofensiva israelí. El honor de los ejércitos árabes quedaba restaurado, tras la ‘vergüenza’ de la guerra de 1967.

A partir de ese momento no ha habido más guerra abierta entre estados, aunque han seguido los movimientos insurreccionales y los ataques terroristas. Pero también se produce la intensificación de los esfuerzos diplomáticos para tratar de alcanzar una paz duradera. Como lamentablemente sabemos, hasta ahora sin éxito alguno. La ONU, una vez más, demuestra su incapacidad para tratar asuntos de relaciones internacionales.

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Gonzalo Fernández

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