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Hacia una nueva defensa europea

Por Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu

Durante el pasado verano de 2021 tuvimos la ocasión de ser testigos de las dificultades experimentadas por los países europeos para armonizar sus actuaciones operativas de rescate de nacionales y de personas allegadas a sus naciones, desde Afganistán, tras el desmoronamiento del sistema defensivo del Gobierno del país frente al Talibán.

Igualmente, se puso de manifiesto la falta de capacidad operativa de los países de la Unión Europea, actuando de manera individual, para disponer de la suficiente capacidad de ejecución en determinados sectores críticos, como el del control del espacio aéreo o el del aseguramiento de infraestructuras esenciales como lo era el propio aeropuerto de Kabul y sus accesos. Ello hizo necesario depender inequívocamente del apoyo estadounidense para poder llevar a cabo sus actuaciones.

Aunque no se ha publicado un documento formal del que se puedan extraer las Lecciones Aprendidas por la Unión Europea tras esta crisis, con la finalidad de adoptar las oportunas medidas correctoras, no es menos cierto que, prácticamente desde el momento en el que la crisis estaba en su apogeo, se produjeron manifestaciones por parte de responsables de la Unión Europea, señaladamente por parte del responsable de Política Exterior y de Seguridad de la Comisión, el señor Borrell, orientadas a diseñar o disponer de algo que, en aquellos momentos, se denominó como un Ejército europeo.

Casi a renglón seguido, se desestimó esta posibilidad por parte de diferentes responsables nacionales, pues ni existen antecedentes de haberlo realizado ni se dan las condiciones para que ello pueda plasmarse, dado que, por el momento, se carece de componentes básicos para hacerlo realidad.

En primer lugar, la Unión Europea carece de una percepción global o de unos intereses internacionales asumidos de manera unánime por todos los países miembros. En otras palabras, la Política Exterior y de Seguridad Común, es la menos común de las políticas de la Unión Europea.

En segundo lugar, la configuración de una estructura permanente de Defensa, conllevaría una cesión de soberanía, no compatible con el espíritu de los países de la Unión Europea en el momento actual, ni con el propio espíritu de la Unión Europea en sí misma, habida cuenta de que las Fuerzas Armadas de los diferentes países miembros son las garantes, en último extremo, de la defensa de los intereses más elevados de cada una de las naciones, a saber, su soberanía y su integridad territorial; la de cada una de ellas, con carácter prioritario a la del conjunto.

El pasado 24 de febrero las Fuerzas Armadas de la Federación rusa llevaron a cabo una violación de una frontera internacional invadiendo un país independiente y soberano como es Ucrania. Como es sabido, tras dos meses de acciones bélicas de gran envergadura, el conflicto continúa abierto y ha dado lugar a la adopción de acciones en diversos frentes por parte de la Comunidad internacional, especialmente por parte de países miembros de la OTAN y por parte de la Unión Europea. Se han adoptado sanciones económicas de considerable importancia contra Putin y su entorno y se han proporcionado armas de diferente naturaleza y potencia, equipamiento militar y apoyo de muy diversas formas al Gobierno de Ucrania para ejercer su derecho a la legítima defensa. Las Fuerzas Armadas de Putin han experimentado severos reveses y el conflicto aparenta poder prolongarse en el tiempo o mantenerse como un conflicto congelado, con acciones esporádicas severas.

Este retorno de la guerra al escenario europeo, del que se creía había sido eliminado cualquier recurso a la violencia para el logro de fines políticos, ha significado una brusca adquisición de conciencia por parte de los gobiernos y de los ciudadanos de la Unión de que la seguridad, garantía de su bienestar, está en peligro y necesita ser protegida.

El pasado 21 de marzo, el Consejo de la Unión Europea hizo público el documento denominado la Brújula Estratégica, que se venía preparando con anterioridad a la invasión de Ucrania y en el que se asumen cambios sustanciales en la perspectiva con la que la Unión Europea contempla su Defensa. Para empezar, se acomete en este documento un análisis, en esta ocasión sí, común, del entorno estratégico de la Unión Europea.

El inicial concepto de Ejército europeo ha quedado reducido a una mera Fuerza de Reacción Rápida o de Despliegue Rápido de unos 5000 militares, sin que se haya apuntado cuál sería la opción u opciones de seguimiento de esta eventual Fuerza de Reacción Rápida o de entrada inicial.

No obstante, en coloquio sostenido por el Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común, el señor Borrell, en la sede del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) el pasado 20 de abril, a preguntas de la audiencia sobre la posibilidad de que esta Fuerza de Reacción constituyera el embrión de un posible Ejército Europeo, manifestó que ese Ejército Europeo no estaba en la agenda, pero no descartó que, al igual que lo que sucedió con el euro como moneda única, que requirió años de intentos, pruebas y aproximaciones sucesivas, lo mismo podría suceder con un eventual Ejército europeo. De momento no se contempla, pero no se puede descartar que en el futuro pueda ser una opción.

Lo que sí expresó el Alto Representante es que, actualmente, los 27 países miembros de la Unión Europea invierten en Defensa, entre todos, unas cuatro veces más de lo que invierte Rusia, pero su inversión es significativamente menos eficaz por no disponer de un sistema único de definición de capacidades y en consecuencia de definición de sistemas de armas, dándose el caso de disponer de múltiples modalidades de medios terrestres, aéreos y navales de diferentes características, potencias y necesidades de mantenimiento, unidas a determinadas carencias esenciales, no suficientemente cubiertas o mínimamente satisfechas, como, por ejemplo, el transporte estratégico.

En todo caso, si bien no nos encontramos en el primer paso, pues muchos se han recorrido ya, nos encontramos en un hito relevante del camino hacia una nueva defensa europea.

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