Más de cien alumnos aspirantes a la Escuela Naval Militar de Marín, visitaban Melilla. Habían llegado a a bordo de cuatro destructores que constituían un especial atractivo para aquellos que gustaban pasear por el Puerto melillense. Con los cadetes viajaba Francisco Rapalo, capitán de navío que dirigió la Agrupación española en el Golfo Pérsico durante los siete meses que la flotilla permaneció en la zona, con ocasión de la guerra contra Irak, que ya había finalizado.
El, por entonces, delegado del Gobierno, Manuel Céspedes, aseguraba que disponer de una nueva ley de arbitrios era un paso adelante en la integración de Melilla en la CEE, algo así como un requisito a seguir en este sentido.
