EUROPA FRENTE AL ACOSO RUSO: PRUDENCIA O DEBILIDAD

Ilustración sobre la tensión entre Europa y Rusia con un soldado y un líder europeo.

Mientras Rusia continúa con su repugnante invasión a Ucrania, también multiplica sus acciones hostiles contra Finlandia, Polonia y otros países europeos, Los países de la Unión Europea siguen dudando entre la cautela y el miedo a la escalada. La guerra híbrida rusa contra Europa está ya en marcha, pero Europa parece seguir sin querer reconocerla.

Desde la invasión de Ucrania en 2022, Rusia ha dejado de ser un adversario previsible. Lo que comenzó como una guerra limitada y territorial, se ha convertido en un conflicto total, de múltiples dimensiones: militar, tecnológica, energética y psicológica. Rusia ha trasladado la confrontación al interior del espacio occidental, sin disparar —por ahora— un solo misil en su territorio. Europa, en cambio, continúa aferrada a su doctrina de moderación, a su diplomacia lenta, a su miedo. En el nuevo tablero geopolítico, esa actitud equivale a una rendición parcial.

La estrategia rusa se despliega bajo una lógica de guerra híbrida, esa fórmula que combina la fuerza militar convencional con ciberataques, sabotajes, desinformación, chantaje energético y presión migratoria. Cada agresión individual es “menor”, pero juntas configuran una ofensiva sostenida que busca erosionar la confianza occidental, sin llegar a provocar una respuesta colectiva inmediata. El resultado es una guerra cada vez más agresiva sin que muchos europeos se atrevan siquiera a llamarla por su nombre.

 

Finlandia: el laboratorio de la agresión rusa en Europa OccidentalDesde su ingreso en la OTAN en 2023, Finlandia ha sufrido un rosario de provocaciones rusas. Interferencias de GPS que afectan vuelos civiles, sabotajes en cables submarinos, ataques informáticos y una instrumentalización de migrantes en su frontera oriental. Todo cuidadosamente diseñado para permanecer por debajo del umbral que exigiría una respuesta armada.

El gobierno finlandés lo llama hostilidad difusa: actos hostiles sin firma, ejecutados por actores “no estatales”, pero con origen evidente. Buques rusos que se aproximan sospechosamente a redes de telecomunicaciones, vuelos que deben desviarse por interferencias, campañas mediáticas destinadas a dividir la opinión pública.

El primer ministro finlandés ha denunciado que Rusia libra una guerra “sin reglas ni fronteras”, y que su país se ha convertido en campo de pruebas de las nuevas tácticas de Moscú. La respuesta finlandesa ha sido firme, pero solitaria. Europa, mientras tanto, observa con prudencia. O con resignación. Es seguro que con miedo.

 

Polonia: drones, incendios y desinformaciónSi Finlandia es el laboratorio, Polonia es el frente visible. En septiembre de 2025, una oleada de drones rusos penetró el espacio aéreo polaco durante varias horas. Varsovia invocó el artículo 4 de la OTAN, exigiendo consultas urgentes. La respuesta aliada fue diplomáticamente correcta, pero militarmente irrelevante.

Poco después, varios incendios devastaron infraestructuras críticas, identificados por los servicios de inteligencia como parte de una cadena de sabotajes coordinados. Los ataques informáticos a hospitales y redes eléctricas, y las campañas de desinformación que siguieron, completaron el patrón.

Es una guerra de desgaste psicológico. Rusia prueba hasta dónde puede llegar. Polonia, en cambio, queda en la incómoda posición de centinela de un continente que todavía no se siente en guerra. La paciencia polaca tiene un límite; la inacción europea, no parece tenerlo.

 

El frente invisible: toda Europa bajo presiónLas agresiones rusas no se limitan a los países fronterizos. Alemania, Países Bajos, Francia y Reino Unido también han reportado sabotajes y ciberataques en 2024 y 2025. Fábricas de defensa incendiadas, cables submarinos cortados, interferencias satelitales y buques de la llamada “shadow fleet” -barcos rusos ocultos bajo otras banderas- navegando por el Mar del Norte. El International Institute for Strategic Studies documenta decenas de incidentes atribuidos a Rusia en los últimos meses. Ninguno por sí mismo justificaría una respuesta armada, pero todos juntos revelan un patrón inequívoco de agresión para debilitar la seguridad europea, dividir a sus gobiernos y desgastar a sus sociedades democráticas.

El escenario digital es aún más alarmante. Moscú ha desplegado un ejército de “hackers” y “bots” para difundir noticias falsas, manipular elecciones y fomentar el extremismo. Tras la incursión de drones en Polonia, una oleada de más de 200.000 mensajes en redes sociales acusó al propio gobierno polaco de haber provocado la crisis.

Europa sigue desarmada en ese frente. Mientras los algoritmos rusos operan con precisión quirúrgica, Bruselas responde con comisiones, declaraciones y promesas de “monitoreo”. Una palabra cómoda para decir que se va a hacer poco o nada.

 

Las razones del miedo europeoEuropa tiene poder, pero no voluntad. Dispone de recursos, tecnología, alianzas y legitimidad moral. Lo que le falta es decisión. Su parálisis se explica por varias razones, todas comprensibles, aunque ninguna aceptable a largo plazo.

Primero, el miedo nuclear. La doctrina de disuasión nuclear sigue viva: nadie quiere provocar una escalada que dé pie a una amenaza atómica. Esa sombra, heredada de la Guerra Fría, pesa todavía sobre los gobiernos y la sociedad europeos.

Segundo, las dependencias energéticas y comerciales. Aunque los vínculos con Rusia se han reducido, muchos países siguen importando gas, uranio o fertilizantes a través de intermediarios. Aplicar fuertes restricciones podría disparar precios o colapsar sectores estratégicos.

Tercero, la fragmentación política. Cada Estado miembro de la UE tiene una lectura distinta del peligro ruso. Mientras Finlandia o Polonia exigen dureza, otros gobiernos priorizan el diálogo. La unidad europea, cuando existe, llega siempre con retraso.

Y, finalmente, la dificultad de atribución. Las operaciones híbridas son diseñadas para que nadie pueda señalar al agresor con certeza inmediata. Esa ambigüedad frena las sanciones, dilata las decisiones y otorga tiempo al atacante. En geopolítica, el tiempo es poder, y Rusia lo está aprovechando.

 

La paciencia de Putin, la impaciencia de EuropaPutin ha entendido muy bien la psicología europea. Sabe que los europeos temen el caos y que el consenso, cuando se obtiene, es lento. Mientras Europa mide cada palabra, Rusia sigue actuando. Y mientras la OTAN debate los límites del artículo 5, los drones rusos siguen cruzando el cielo polaco.

Como dijo Isaiah Berlin, “la libertad no muere de un golpe, sino de mil concesiones pequeñas”. Europa está concediendo demasiado tiempo y perdiendo credibilidad.

 

Qué debe hacer EuropaLa pasividad ya no es neutralidad, es vulnerabilidad. Europa necesita una estrategia de firmeza preventiva, capaz de responder antes de que el daño sea irreversible.

Debe definir líneas rojas explícitas que impliquen represalias automáticas, no comunicados diplomáticos. Debe construir un sistema europeo de defensa anti-dron y cibernética integrados, con intercambio de inteligencia en tiempo real y una autoridad capaz de coordinar respuestas inmediatas. Debe crear un centro de atribución rápida que identifique en horas el origen de ciberataques o sabotajes, y autorice sanciones sin esperar el consenso de todos.

Y, sobre todo, debe defender el espacio informativo europeo: combatir las redes de propaganda, limitar la financiación extranjera de movimientos políticos pro-Kremlin y educar a la ciudadanía en la duda de lo que escriben determinados medios. Europa no puede seguir luchando una guerra digital con armas burocráticas.

 

La frontera real: entre la prudencia y el miedoLo que está en juego no es solo la seguridad física del continente, sino su dignidad política. Cada provocación rusa no respondida debilita la autoridad moral de Europa. Cada sabotaje impune erosiona la confianza en su capacidad de defensa. Finlandia y Polonia son los países que hoy sienten la amenaza más cerca, pero el ataque es contra todos.

Tony Judt escribió que “Europa se construyó sobre la memoria del miedo”. Hoy, ese miedo amenaza con destruirla desde dentro. Si el continente no reacciona con la determinación de quienes saben que la paz hay que defenderla, Rusia seguirá empujando, paso a paso, hasta que la guerra —la de verdad— deje de ser evitable.

Europa ha tenido siglos para aprender que la inacción frente al agresor no preserva la paz, tan solo pospone la guerra. Y cada aplazamiento se paga siempre con sangre, propia y ajena.

 

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Gonzalo Fernández

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